En la sala de Palenke Bar, un establecimiento del centro histórico que también le ha apostado al arte, se encuentra por estos días el cineasta Rubén Casalins dictando clases de cine de manera espontánea a un pequeño grupo de personas con afán de aprender un poco del séptimo arte.
En la sala de Palenke Bar, un establecimiento del centro histórico que también le ha apostado al arte, se encuentra por estos días el cineasta Rubén Casalins dictando clases de cine de manera espontánea a un pequeño grupo de personas con afán de aprender un poco del séptimo arte.
La escena nos lleva a recordar que, además de este barranquillero que se ha establecido en Valledupar buscando contar las historias macondianas en el formato cine, hay otros nombres que persiguen el sueño de la gran pantalla y con esfuerzo lo han hecho realidad. David David, Nina Marín, quien por estos días rueda en Valledupar y sus zonas rurales el largometraje ‘Tierra Quebrá’, el gran Ciro Guerra, el cesarense que ha llegado a los Premios de la Academia, Oscars, y otros certámenes en Europa, y que por estas tierras anduvo como ‘Ignacio Carrillo’, personaje de ‘Los viajes del viento’, y tocó puertas hasta llegar al circuito internacional. Su película de vida es otra y vuela alto.
Un campanazo de alerta. Ya no es una golondrina solitaria que no hace verano, ya son varios los nombres que creen que Valledupar tiene la materia prima, las historias singulares, para que el cine costeño, más bien vallenato, sea una realidad.
¡Ojo al cine! A los jefes de Cultura departamental y municipal, ahora que se construyen los planes de desarrollo, les compartimos la inquietud sobre la viabilidad y pertinencia de apoyar el séptimo arte. Se ha consolidado un imaginario, y pues entendemos, que aquí solo hay tierra fértil para el vallenato y quizá las danzas, por eso el teatro sufre la poca promoción y acompañamiento del sector público y ni se diga el cine.
Agotado el tema de si contamos con los profesionales en el aspecto conceptual y de capacidades puede surgir el otro complique; es decir, el financiero, pues el cine requiere de esfuerzos técnicos mayores que otras artes, pero en ese caso sería bueno tener en cuenta que así como se invierte se gana. Los dividendos y reconocimientos por logros en la cinematografía son sustanciales. Y ni qué decir de los recursos por concepto de impuestos que entran a las arcas de los municipios por ser escenario de filmaciones una vez los territorios se muestran como atractivos para los rodajes. En lo que respecta a convertir a Valledupar en una fábrica de cine insistimos en que apoyar las iniciativas avale la pena y ya es hora de que los pioneros sean apoyados, por lo menos escuchados. El cine debe ser un renglón especial de las líneas de desarrollo de las ciudades y Valledupar tiene mucha película para hacer.
Sería bueno que el sector público y privado gestione la llegada de recursos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, dineros del Ministerio de Cultura para proyectos bien formulados y hasta apoyos de cooperación internacional.
En la sala de Palenke Bar, un establecimiento del centro histórico que también le ha apostado al arte, se encuentra por estos días el cineasta Rubén Casalins dictando clases de cine de manera espontánea a un pequeño grupo de personas con afán de aprender un poco del séptimo arte.
En la sala de Palenke Bar, un establecimiento del centro histórico que también le ha apostado al arte, se encuentra por estos días el cineasta Rubén Casalins dictando clases de cine de manera espontánea a un pequeño grupo de personas con afán de aprender un poco del séptimo arte.
La escena nos lleva a recordar que, además de este barranquillero que se ha establecido en Valledupar buscando contar las historias macondianas en el formato cine, hay otros nombres que persiguen el sueño de la gran pantalla y con esfuerzo lo han hecho realidad. David David, Nina Marín, quien por estos días rueda en Valledupar y sus zonas rurales el largometraje ‘Tierra Quebrá’, el gran Ciro Guerra, el cesarense que ha llegado a los Premios de la Academia, Oscars, y otros certámenes en Europa, y que por estas tierras anduvo como ‘Ignacio Carrillo’, personaje de ‘Los viajes del viento’, y tocó puertas hasta llegar al circuito internacional. Su película de vida es otra y vuela alto.
Un campanazo de alerta. Ya no es una golondrina solitaria que no hace verano, ya son varios los nombres que creen que Valledupar tiene la materia prima, las historias singulares, para que el cine costeño, más bien vallenato, sea una realidad.
¡Ojo al cine! A los jefes de Cultura departamental y municipal, ahora que se construyen los planes de desarrollo, les compartimos la inquietud sobre la viabilidad y pertinencia de apoyar el séptimo arte. Se ha consolidado un imaginario, y pues entendemos, que aquí solo hay tierra fértil para el vallenato y quizá las danzas, por eso el teatro sufre la poca promoción y acompañamiento del sector público y ni se diga el cine.
Agotado el tema de si contamos con los profesionales en el aspecto conceptual y de capacidades puede surgir el otro complique; es decir, el financiero, pues el cine requiere de esfuerzos técnicos mayores que otras artes, pero en ese caso sería bueno tener en cuenta que así como se invierte se gana. Los dividendos y reconocimientos por logros en la cinematografía son sustanciales. Y ni qué decir de los recursos por concepto de impuestos que entran a las arcas de los municipios por ser escenario de filmaciones una vez los territorios se muestran como atractivos para los rodajes. En lo que respecta a convertir a Valledupar en una fábrica de cine insistimos en que apoyar las iniciativas avale la pena y ya es hora de que los pioneros sean apoyados, por lo menos escuchados. El cine debe ser un renglón especial de las líneas de desarrollo de las ciudades y Valledupar tiene mucha película para hacer.
Sería bueno que el sector público y privado gestione la llegada de recursos del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, dineros del Ministerio de Cultura para proyectos bien formulados y hasta apoyos de cooperación internacional.