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Columnista - 8 enero, 2020

¿Por qué no jubilarse?

A todas luces la vejez es la mejor inversión de una sociedad por el cúmulo de conocimientos y los réditos de la experiencia como madre de todas las ciencias, pero lejos de esperar esta última etapa de la vida con felicidad, se nos convierte en un drama por la cultura del trabajo. Aprendimos a trabajar, […]

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A todas luces la vejez es la mejor inversión de una sociedad por el cúmulo de conocimientos y los réditos de la experiencia como madre de todas las ciencias, pero lejos de esperar esta última etapa de la vida con felicidad, se nos convierte en un drama por la cultura del trabajo.

Aprendimos a trabajar, pero no a descansar. Quienes en edad de jubilación maniobran para no pensionarse, y en su lugar se atornillan en la rutina, erróneamente hacen un mal cálculo sobre la duración de la vida, que no es eterna, cabe advertir, y tiene fecha de caducidad.

Las generaciones anteriores no veían la hora de llegar a viejos para disfrutar de un merecido retiro, a diferencia de la de hoy que se pegan a los puestos, no tanto por dificultades financieras sino por razones emocionales y sociales, etapa que asocian con el aburrimiento en la casa, la claudicación y la misma muerte.

La jubilación fue un concepto introducido en el siglo 19 cuando la expectativa de vida era de 47 años y a la mayoría de empleados le llegaba la muerte trabajando.
Muchos entran en una profunda depresión porque se sienten inútiles, pero si la vejez se acepta puede ser la etapa más enriquecedora, si somos capaces de reinventarnos, estudiar y desarrollar otras habilidades.

Los expertos dicen que la verdadera reforma pensional debe comenzar en las guarderías considerando que la gente envejece desde el mismo momento en que nace. Esperar entonces la jubilación, sin carga laboral, satisfacción plena y el placer de viajar y disfrutar.

Una vida inactiva es una muerte prematura, acotaba Goethe, poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán, pero sin contrariar ese postulado, también es coherente parafrasear: “Si trabajas para vivir para qué te matas trabajando”.

Lo cierto es que una pensión de jubilación otorga estatus, libertad, desestreza, facilita el relevo generacional y abre nuevos espacios laborales que obstaculizan quienes intentan perpetuarse en un cargo público más allá del retiro forzoso a los 70 años, si es que llegan a esa edad.

Columnista
8 enero, 2020

¿Por qué no jubilarse?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

A todas luces la vejez es la mejor inversión de una sociedad por el cúmulo de conocimientos y los réditos de la experiencia como madre de todas las ciencias, pero lejos de esperar esta última etapa de la vida con felicidad, se nos convierte en un drama por la cultura del trabajo. Aprendimos a trabajar, […]


A todas luces la vejez es la mejor inversión de una sociedad por el cúmulo de conocimientos y los réditos de la experiencia como madre de todas las ciencias, pero lejos de esperar esta última etapa de la vida con felicidad, se nos convierte en un drama por la cultura del trabajo.

Aprendimos a trabajar, pero no a descansar. Quienes en edad de jubilación maniobran para no pensionarse, y en su lugar se atornillan en la rutina, erróneamente hacen un mal cálculo sobre la duración de la vida, que no es eterna, cabe advertir, y tiene fecha de caducidad.

Las generaciones anteriores no veían la hora de llegar a viejos para disfrutar de un merecido retiro, a diferencia de la de hoy que se pegan a los puestos, no tanto por dificultades financieras sino por razones emocionales y sociales, etapa que asocian con el aburrimiento en la casa, la claudicación y la misma muerte.

La jubilación fue un concepto introducido en el siglo 19 cuando la expectativa de vida era de 47 años y a la mayoría de empleados le llegaba la muerte trabajando.
Muchos entran en una profunda depresión porque se sienten inútiles, pero si la vejez se acepta puede ser la etapa más enriquecedora, si somos capaces de reinventarnos, estudiar y desarrollar otras habilidades.

Los expertos dicen que la verdadera reforma pensional debe comenzar en las guarderías considerando que la gente envejece desde el mismo momento en que nace. Esperar entonces la jubilación, sin carga laboral, satisfacción plena y el placer de viajar y disfrutar.

Una vida inactiva es una muerte prematura, acotaba Goethe, poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán, pero sin contrariar ese postulado, también es coherente parafrasear: “Si trabajas para vivir para qué te matas trabajando”.

Lo cierto es que una pensión de jubilación otorga estatus, libertad, desestreza, facilita el relevo generacional y abre nuevos espacios laborales que obstaculizan quienes intentan perpetuarse en un cargo público más allá del retiro forzoso a los 70 años, si es que llegan a esa edad.