Con frecuencia las fiestas espontaneas son las más divertidas. Hay otras, en cambio, que requieren preparación y esfuerzo. Los detalles son importantes. Y son esos detalles los que hay que comenzar a corregir en el Festival Vallenato. Así hace Barranquilla con su famoso carnaval. O Río, donde, treinta días después de la fiesta, se comienza […]
Con frecuencia las fiestas espontaneas son las más divertidas. Hay otras, en cambio, que requieren preparación y esfuerzo. Los detalles son importantes. Y son esos detalles los que hay que comenzar a corregir en el Festival Vallenato.
Así hace Barranquilla con su famoso carnaval. O Río, donde, treinta días después de la fiesta, se comienza a preparar el desorden del año siguiente a través de las escuelas de samba. En julio cada una de ellas, por separado, abre el concurso de la canción con la que marchará en el sambodromo al año siguiente. En octubre se anuncian las ganadoras e inicia entonces la escogencia del enredo, es decir, del tema del desfile. Las coreografías, el vestuario, el maquillaje, los bailarines y la comparsa vienen después.
Nada debe quedar al azar, que es justo lo que ha venido sucediendo con nuestra fiesta de acordeones. Y, si bien la organización del Festival como tal le corresponde a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, la administración municipal no puede seguir haciéndose la de la vista gorda. Basta de condescendencia: a los políticos hay que exigirles.
Estamos exactamente a cuatro meses de la fiesta, pero todavía se puede enderezar lo que está mal. Por ejemplo: hay que regular el precio del servicio de taxis. Alguna vez un amigo bogotano me contó que le habían cobrado $35.000 en un trayecto desde el aeropuerto. Le dije: “La próxima vez, dale la dirección del hotel y quédate callado para que no te reconozcan el acento. Y no uses sombrero vuelteao, chanclas o pantaloneta, que de inmediato se dan cuenta que eres cachaco”.
La Oficina de Cultura tiene que idear un plan que se ocupe también de coordinar temas como el de los baños públicos (a ver si algún día desaparece el olor a meado en la plaza Alfonso López) y la basura, en especial por los lados de Cinco Esquina que es quizá en donde más se concentra en esos días.
Lo más importante es coordinar con el ente encargado de la movilidad una mayor y mejor señalización de la ciudad que ayude a evitar los grandes trancones que se forman, no sólo por la cantidad de carros que entran a la ciudad, sino además porque son turistas que desconocen el sentido de las calles o las vías alternas para transitar.
También hay que diseñar y distribuir el mapa de Valledupar en el aeropuerto, la Terminal de Transportes y los peajes más cercanos, resaltando los sitios de interés turístico y un folleto con la programación, no sólo del Festival en sí, sino también de otros eventos, bien sea en el Club Valledupar o en las casetas populares.
Por último, recordemos que no basta con empotrar los monumentos en los lugares públicos. Hay que hacerles mantenimiento para darle lustre, pero también para prevenir un accidente. Es el caso de La revolución en marcha, la escultura de Arenas Betancourt sobre la cual las palomas no dejan de hacer lo suyo.
Lo anterior no son más que sugerencias (tan sólo opiniones personales) que quizá se pueden sumar a las de muchos otros vallenatos y cuyo único interés es ayudar a que se mejore lo que creemos que está mal. La ciudad necesita una mayor participación ciudadana: menos lagarteo y más acción.
Con frecuencia las fiestas espontaneas son las más divertidas. Hay otras, en cambio, que requieren preparación y esfuerzo. Los detalles son importantes. Y son esos detalles los que hay que comenzar a corregir en el Festival Vallenato. Así hace Barranquilla con su famoso carnaval. O Río, donde, treinta días después de la fiesta, se comienza […]
Con frecuencia las fiestas espontaneas son las más divertidas. Hay otras, en cambio, que requieren preparación y esfuerzo. Los detalles son importantes. Y son esos detalles los que hay que comenzar a corregir en el Festival Vallenato.
Así hace Barranquilla con su famoso carnaval. O Río, donde, treinta días después de la fiesta, se comienza a preparar el desorden del año siguiente a través de las escuelas de samba. En julio cada una de ellas, por separado, abre el concurso de la canción con la que marchará en el sambodromo al año siguiente. En octubre se anuncian las ganadoras e inicia entonces la escogencia del enredo, es decir, del tema del desfile. Las coreografías, el vestuario, el maquillaje, los bailarines y la comparsa vienen después.
Nada debe quedar al azar, que es justo lo que ha venido sucediendo con nuestra fiesta de acordeones. Y, si bien la organización del Festival como tal le corresponde a la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, la administración municipal no puede seguir haciéndose la de la vista gorda. Basta de condescendencia: a los políticos hay que exigirles.
Estamos exactamente a cuatro meses de la fiesta, pero todavía se puede enderezar lo que está mal. Por ejemplo: hay que regular el precio del servicio de taxis. Alguna vez un amigo bogotano me contó que le habían cobrado $35.000 en un trayecto desde el aeropuerto. Le dije: “La próxima vez, dale la dirección del hotel y quédate callado para que no te reconozcan el acento. Y no uses sombrero vuelteao, chanclas o pantaloneta, que de inmediato se dan cuenta que eres cachaco”.
La Oficina de Cultura tiene que idear un plan que se ocupe también de coordinar temas como el de los baños públicos (a ver si algún día desaparece el olor a meado en la plaza Alfonso López) y la basura, en especial por los lados de Cinco Esquina que es quizá en donde más se concentra en esos días.
Lo más importante es coordinar con el ente encargado de la movilidad una mayor y mejor señalización de la ciudad que ayude a evitar los grandes trancones que se forman, no sólo por la cantidad de carros que entran a la ciudad, sino además porque son turistas que desconocen el sentido de las calles o las vías alternas para transitar.
También hay que diseñar y distribuir el mapa de Valledupar en el aeropuerto, la Terminal de Transportes y los peajes más cercanos, resaltando los sitios de interés turístico y un folleto con la programación, no sólo del Festival en sí, sino también de otros eventos, bien sea en el Club Valledupar o en las casetas populares.
Por último, recordemos que no basta con empotrar los monumentos en los lugares públicos. Hay que hacerles mantenimiento para darle lustre, pero también para prevenir un accidente. Es el caso de La revolución en marcha, la escultura de Arenas Betancourt sobre la cual las palomas no dejan de hacer lo suyo.
Lo anterior no son más que sugerencias (tan sólo opiniones personales) que quizá se pueden sumar a las de muchos otros vallenatos y cuyo único interés es ayudar a que se mejore lo que creemos que está mal. La ciudad necesita una mayor participación ciudadana: menos lagarteo y más acción.