Nuestra sociedad ha cambiado y continúa haciéndolo. Hoy vivimos en la Sociedad del Selfie y el capricho, donde todo lo que sucede está bien, mientras no me afecte. Este momento histórico tiene características bien definidas: vanidad sin control, obsesión por la imagen, aceleración tecnológica, tendencia hacia lo exterior, construcción de un ego frágil, reconocimiento de […]
Nuestra sociedad ha cambiado y continúa haciéndolo. Hoy vivimos en la Sociedad del Selfie y el capricho, donde todo lo que sucede está bien, mientras no me afecte. Este momento histórico tiene características bien definidas: vanidad sin control, obsesión por la imagen, aceleración tecnológica, tendencia hacia lo exterior, construcción de un ego frágil, reconocimiento de los derechos e ignorancia de los deberes y un agudo vacío interior.
En la segunda mitad del siglo XX, Jorge Luis Borges escribió una frase que bien podría haber escrito Confucio, miles de años antes: “le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”, esto es, cultiva el espíritu porque los obstáculos nunca faltarán.
No es la primera vez que la humanidad atraviesa una tormenta de este tipo: nuestros antepasados remotos se enfrentaron a las bestias o a los inclementes fenómenos naturales y salieron victoriosos; la Edad Media, por su parte, no fue un paseo para el hombre occidental: peste negra, imposición religiosa, sometimiento de los vasallos a sus señores y a los reyes; y luego, después de mil años, el ser humano vuelve su mirada a la cultura grecolatina para escapar del oscurantismo medieval y lo logra creando movimientos como el Renacimiento, el Enciclopedismo o la Ilustración . Cada momento de crisis es una oportunidad para tomar buenas decisiones que permitan enderezar el rumbo.
Hoy, el hombre tecnológico está redescubriendo el pensamiento de una escuela filosófica fundada por Zenon de Citio, tres siglos antes de Cristo. Zenón, un chipriota que, después de salvarse de un naufragio, se vincula a los cínicos y luego termina impartiendo clases en la Stoa (el pórtico de la ciudad) centrando sus reflexiones en el ser humano y una vida moral independiente.
La escuela estoica ganó popularidad y prestigio con Crisipo, pero su máximo esplendor lo alcanzó hacia el Siglo I D.C., cuando de la mano de un emperador romano, un senador y un esclavo volvió a ponerse en boga. Hablo de Marco Aurelio, Séneca y Epicteto quienes defendieron la vida virtuosa, la ataraxia o imperturbabilidad del ánimo y la apatheia o desapasionamiento.
Esta filosofía ha regresado para liberarnos de los ansiolíticos pues propone una actitud de “soporta y renuncia” ante la vida, como lo diría Epicteto quien enseñaba que la felicidad depende de nosotros mismos y no de nuestro exterior porque “no podemos elegir nuestras circunstancias eternas pero siempre podemos elegir como responder a ellas. Este es el principio de la felicidad y la libertad: saber que hay cosas que, nos gusten o no, se encuentran fuera de nuestro control.”
El conferencista Stephen Covey actualiza esta enseñanza estoica en su principio 90/10 que consiste en que el 10% de la vida es lo que nos sucede y el 90% restante es nuestra reacción, algo que sí podemos controlar con algo de ataraxia y apatheia pero sobre todo con el uso de la razón. De hecho, los estoicos proponían vivir según la naturaleza, y la naturaleza del hombre es ser racional.
Nuestra sociedad ha cambiado y continúa haciéndolo. Hoy vivimos en la Sociedad del Selfie y el capricho, donde todo lo que sucede está bien, mientras no me afecte. Este momento histórico tiene características bien definidas: vanidad sin control, obsesión por la imagen, aceleración tecnológica, tendencia hacia lo exterior, construcción de un ego frágil, reconocimiento de […]
Nuestra sociedad ha cambiado y continúa haciéndolo. Hoy vivimos en la Sociedad del Selfie y el capricho, donde todo lo que sucede está bien, mientras no me afecte. Este momento histórico tiene características bien definidas: vanidad sin control, obsesión por la imagen, aceleración tecnológica, tendencia hacia lo exterior, construcción de un ego frágil, reconocimiento de los derechos e ignorancia de los deberes y un agudo vacío interior.
En la segunda mitad del siglo XX, Jorge Luis Borges escribió una frase que bien podría haber escrito Confucio, miles de años antes: “le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos en que vivir”, esto es, cultiva el espíritu porque los obstáculos nunca faltarán.
No es la primera vez que la humanidad atraviesa una tormenta de este tipo: nuestros antepasados remotos se enfrentaron a las bestias o a los inclementes fenómenos naturales y salieron victoriosos; la Edad Media, por su parte, no fue un paseo para el hombre occidental: peste negra, imposición religiosa, sometimiento de los vasallos a sus señores y a los reyes; y luego, después de mil años, el ser humano vuelve su mirada a la cultura grecolatina para escapar del oscurantismo medieval y lo logra creando movimientos como el Renacimiento, el Enciclopedismo o la Ilustración . Cada momento de crisis es una oportunidad para tomar buenas decisiones que permitan enderezar el rumbo.
Hoy, el hombre tecnológico está redescubriendo el pensamiento de una escuela filosófica fundada por Zenon de Citio, tres siglos antes de Cristo. Zenón, un chipriota que, después de salvarse de un naufragio, se vincula a los cínicos y luego termina impartiendo clases en la Stoa (el pórtico de la ciudad) centrando sus reflexiones en el ser humano y una vida moral independiente.
La escuela estoica ganó popularidad y prestigio con Crisipo, pero su máximo esplendor lo alcanzó hacia el Siglo I D.C., cuando de la mano de un emperador romano, un senador y un esclavo volvió a ponerse en boga. Hablo de Marco Aurelio, Séneca y Epicteto quienes defendieron la vida virtuosa, la ataraxia o imperturbabilidad del ánimo y la apatheia o desapasionamiento.
Esta filosofía ha regresado para liberarnos de los ansiolíticos pues propone una actitud de “soporta y renuncia” ante la vida, como lo diría Epicteto quien enseñaba que la felicidad depende de nosotros mismos y no de nuestro exterior porque “no podemos elegir nuestras circunstancias eternas pero siempre podemos elegir como responder a ellas. Este es el principio de la felicidad y la libertad: saber que hay cosas que, nos gusten o no, se encuentran fuera de nuestro control.”
El conferencista Stephen Covey actualiza esta enseñanza estoica en su principio 90/10 que consiste en que el 10% de la vida es lo que nos sucede y el 90% restante es nuestra reacción, algo que sí podemos controlar con algo de ataraxia y apatheia pero sobre todo con el uso de la razón. De hecho, los estoicos proponían vivir según la naturaleza, y la naturaleza del hombre es ser racional.