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Columnista - 20 agosto, 2019

Historia de la Catedral de Valledupar (Parte II)

Los franciscanos capuchinos continuaron la evangelización por la senda que abrieran los dominicos. Aunque la misión capuchina de la Sierra Nevada data de 1694, fue en 1720 cuando se establece con mayor firmeza, dependiendo de la Diócesis de Santa Marta. Solo veintidós años después, en 1742, Fr. Silvestre de la Bata funda la misión de […]

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Los franciscanos capuchinos continuaron la evangelización por la senda que abrieran los dominicos. Aunque la misión capuchina de la Sierra Nevada data de 1694, fue en 1720 cuando se establece con mayor firmeza, dependiendo de la Diócesis de Santa Marta. Solo veintidós años después, en 1742, Fr. Silvestre de la Bata funda la misión de San Sebastián de Rábago en Nabusímake, la capital de los arhuacos; pocos años después la misión se extiende a la serranía de Perijá en terrenos de yukpas o motilones donde fueron sucedidos por los Jesuitas hasta 1888 cuando los Capuchinos regresan y se establecen definitivamente para no volver a irse, hasta hoy.

Con la creación de la Diócesis de Valledupar, casi doscientos años después, la evangelización adquiere otro cariz mediante los Cursillos de Cristiandad, un itinerario de formación cuyo eje central era la enseñanza de las verdades de la fe cristiana y el anuncio del Kerigma. Además, junto a la Catedral Nuestra Señora del Rosario, en pleno centro de la ciudad, se construyó el Palacio Episcopal y, así, Monseñor Roig y Villalba se hizo un vallenato más, logrando integrarse a la vida del naciente Departamento del Cesar. Diócesis y Departamento son contemporáneos.

El número de bautizos, primeras comuniones y confirmaciones aumentaba pero Monseñor Vicente Roig y Villalba murió, el 6 de abril de 1977, Jueves Santo. Después de ocho meses de sede vacante, Monseñor José Agustín Valbuena Jauregüi asume como nuevo Obispo de Valledupar y con él se abrió una nueva etapa. Los laicos empezaron a organizarse en comunidades eclesiales (catecumenado, pequeñas comunidades) que impulsaron la vida diocesana de tal manera que, en 1992, se fundó el Seminario Diocesano Juan Pablo II.

El 23 de agosto de 2003, tomó posesión como Obispo de Valledupar Monseñor Oscar José Vélez Isaza e inició una cruzada para la construcción de un sinnúmero de templos donde las comunidades eclesiales pudieran vivir su fe. Pero las celebraciones diocesanas no tenían un lugar donde llevarse a cabo, las ordenaciones de los neo-presbíteros, por ejemplo, no podían celebrarse en la pequeña Catedral de Nuestra Señora del Rosario, se hacía necesario utilizar las instalaciones del Coliseo Cubierto Julio Monsalvo Castilla primero y las del Seminario Diocesano después. Ante esta incomodidad, Monseñor Oscar José soñó con la construcción de una nueva catedral y entre todos el sueño pudo hacerse realidad.

A simple vista, la construcción de la Catedral del Santo Ecce Homo de Valledupar puede parecer un capricho del Obispo o la excentricidad de una Iglesia suntuosa que está cada vez más en crisis pero solo quienes viven la fe pueden entender la importancia y la necesidad de la obra.

En el Medioevo, todos los habitantes de una ciudad participaban, de una manera u otra, en la construcción de las catedrales. Por eso, el sentido de pertenencia frente a estos edificios era muy fuerte –lo es todavía, solo miremos el caso Notre Damme-. Lo mismo sucede con la Catedral del Santo Ecce Homo de Valledupar que fue construida gracias al esfuerzo de todos los católicos.

Columnista
20 agosto, 2019

Historia de la Catedral de Valledupar (Parte II)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Liñan Pitre

Los franciscanos capuchinos continuaron la evangelización por la senda que abrieran los dominicos. Aunque la misión capuchina de la Sierra Nevada data de 1694, fue en 1720 cuando se establece con mayor firmeza, dependiendo de la Diócesis de Santa Marta. Solo veintidós años después, en 1742, Fr. Silvestre de la Bata funda la misión de […]


Los franciscanos capuchinos continuaron la evangelización por la senda que abrieran los dominicos. Aunque la misión capuchina de la Sierra Nevada data de 1694, fue en 1720 cuando se establece con mayor firmeza, dependiendo de la Diócesis de Santa Marta. Solo veintidós años después, en 1742, Fr. Silvestre de la Bata funda la misión de San Sebastián de Rábago en Nabusímake, la capital de los arhuacos; pocos años después la misión se extiende a la serranía de Perijá en terrenos de yukpas o motilones donde fueron sucedidos por los Jesuitas hasta 1888 cuando los Capuchinos regresan y se establecen definitivamente para no volver a irse, hasta hoy.

Con la creación de la Diócesis de Valledupar, casi doscientos años después, la evangelización adquiere otro cariz mediante los Cursillos de Cristiandad, un itinerario de formación cuyo eje central era la enseñanza de las verdades de la fe cristiana y el anuncio del Kerigma. Además, junto a la Catedral Nuestra Señora del Rosario, en pleno centro de la ciudad, se construyó el Palacio Episcopal y, así, Monseñor Roig y Villalba se hizo un vallenato más, logrando integrarse a la vida del naciente Departamento del Cesar. Diócesis y Departamento son contemporáneos.

El número de bautizos, primeras comuniones y confirmaciones aumentaba pero Monseñor Vicente Roig y Villalba murió, el 6 de abril de 1977, Jueves Santo. Después de ocho meses de sede vacante, Monseñor José Agustín Valbuena Jauregüi asume como nuevo Obispo de Valledupar y con él se abrió una nueva etapa. Los laicos empezaron a organizarse en comunidades eclesiales (catecumenado, pequeñas comunidades) que impulsaron la vida diocesana de tal manera que, en 1992, se fundó el Seminario Diocesano Juan Pablo II.

El 23 de agosto de 2003, tomó posesión como Obispo de Valledupar Monseñor Oscar José Vélez Isaza e inició una cruzada para la construcción de un sinnúmero de templos donde las comunidades eclesiales pudieran vivir su fe. Pero las celebraciones diocesanas no tenían un lugar donde llevarse a cabo, las ordenaciones de los neo-presbíteros, por ejemplo, no podían celebrarse en la pequeña Catedral de Nuestra Señora del Rosario, se hacía necesario utilizar las instalaciones del Coliseo Cubierto Julio Monsalvo Castilla primero y las del Seminario Diocesano después. Ante esta incomodidad, Monseñor Oscar José soñó con la construcción de una nueva catedral y entre todos el sueño pudo hacerse realidad.

A simple vista, la construcción de la Catedral del Santo Ecce Homo de Valledupar puede parecer un capricho del Obispo o la excentricidad de una Iglesia suntuosa que está cada vez más en crisis pero solo quienes viven la fe pueden entender la importancia y la necesidad de la obra.

En el Medioevo, todos los habitantes de una ciudad participaban, de una manera u otra, en la construcción de las catedrales. Por eso, el sentido de pertenencia frente a estos edificios era muy fuerte –lo es todavía, solo miremos el caso Notre Damme-. Lo mismo sucede con la Catedral del Santo Ecce Homo de Valledupar que fue construida gracias al esfuerzo de todos los católicos.