Que la gestión gubernamental del presidente Iván Duque, en su primer año de gobierno, tenga una aprobación entre mal a regular no es bueno para el país, porque una calificación de esta categoría significa que a la mayoría de la población tampoco le ha ido bien. Son múltiples los factores determinantes de la baja favorabilidad […]
Que la gestión gubernamental del presidente Iván Duque, en su primer año de gobierno, tenga una aprobación entre mal a regular no es bueno para el país, porque una calificación de esta categoría significa que a la mayoría de la población tampoco le ha ido bien.
Son múltiples los factores determinantes de la baja favorabilidad del presidente Duque. Entre ellos sobresale la enorme polarización política presente, cuya tendencia cada día es creciente por la inmoderación generalizada de nuestra dirigencia, porque en nuestro país los dirigentes políticos no toleran la opinión crítica, ni siquiera observaciones con intenciones de mejorar el progreso social.
Importantes dignatarios del partido de gobierno son culpables evidentes del resultado de la alta desfavorabilidad que incomoda al presidente Duque; por ejemplo, la “última jugadita” de Ernesto Macías como presidente del Senado. Motivo suficiente para que las autoridades competentes lo despojen de la investidura otorgada por el pueblo, ya sea voluntariamente o por soborno y constreñimiento.
Después de la aludida jugarreta, varios representantes del Centro Democrático radicaron en el Congreso el proyecto de Acto Legislativo que busca establecer la doble instancia retroactiva para aforados, cuyo objetivo fundamental es excarcelar al Exministro Andrés Felipe Arias, condenado por la Corte Suprema de Justicia por el célebre escándalo del Agro Ingreso Seguro.
Estos dos ejemplos son diametralmente contrarios a los discursos del presidente Duque, quien cotidianamente recrimina la corrupción; sin embargo, al primero no le dio importancia alguna y al segundo lo ha ignorado por completo, a pesar de las consecuencias que puede provocar, por posibles demandas que causarían detrimento al fisco nacional.
En realidad, no le guardo antipatía al presidente Duque. De veras, su atribulación diaria me conmueve, no por compasión, sino por el desperdicio de su intelecto, que podría utilizarlo en lograr mayor beneficio para el país; es decir, en procura de bienestar colectivo.
Empero, pareciera que el presidente Duque, está asimilando el populismo de su mentor, pues el reciente acuerdo realizado con el presidente de la China, que consiste en un tratado de repatriación de personas colombianas presas en China por cometer delitos.
Si bien es cierto que desconozco los pormenores de tal acuerdo judicial, lo reprocho porque en nuestro país hay muchos malandrines, tantos que las cárceles son insuficientes para albergarlos en condiciones humanitarias. Entonces, no tiene sentido extraditar más delincuentes a nuestro país, donde la resocialización de presos es una quimera, para no decir una mentira.
Prefiero que los bandidos colombianos condenados en la China no cumplan los requisitos de extradición exigidos por las autoridades del lejano país, para que paguen sus castigos allá y no en Colombia, donde sobran pícaros de todas las calañas.
Un porcentaje de ellos conocidos como delincuentes de cuello blanco, que cuando los penalizan pagan sus delitos en sus domicilios o en prisiones especiales. Parafraseando, al presidente Duque, aquí para este tipo de delincuentes poco se cumple aquello del que la hace la paga.
En cambio, a menudo muchos corruptos son alabados como honestos. Entre ellos tenemos al exfiscal Néstor Martínez Neira. Elogiado por el jefe máximo.
Que la gestión gubernamental del presidente Iván Duque, en su primer año de gobierno, tenga una aprobación entre mal a regular no es bueno para el país, porque una calificación de esta categoría significa que a la mayoría de la población tampoco le ha ido bien. Son múltiples los factores determinantes de la baja favorabilidad […]
Que la gestión gubernamental del presidente Iván Duque, en su primer año de gobierno, tenga una aprobación entre mal a regular no es bueno para el país, porque una calificación de esta categoría significa que a la mayoría de la población tampoco le ha ido bien.
Son múltiples los factores determinantes de la baja favorabilidad del presidente Duque. Entre ellos sobresale la enorme polarización política presente, cuya tendencia cada día es creciente por la inmoderación generalizada de nuestra dirigencia, porque en nuestro país los dirigentes políticos no toleran la opinión crítica, ni siquiera observaciones con intenciones de mejorar el progreso social.
Importantes dignatarios del partido de gobierno son culpables evidentes del resultado de la alta desfavorabilidad que incomoda al presidente Duque; por ejemplo, la “última jugadita” de Ernesto Macías como presidente del Senado. Motivo suficiente para que las autoridades competentes lo despojen de la investidura otorgada por el pueblo, ya sea voluntariamente o por soborno y constreñimiento.
Después de la aludida jugarreta, varios representantes del Centro Democrático radicaron en el Congreso el proyecto de Acto Legislativo que busca establecer la doble instancia retroactiva para aforados, cuyo objetivo fundamental es excarcelar al Exministro Andrés Felipe Arias, condenado por la Corte Suprema de Justicia por el célebre escándalo del Agro Ingreso Seguro.
Estos dos ejemplos son diametralmente contrarios a los discursos del presidente Duque, quien cotidianamente recrimina la corrupción; sin embargo, al primero no le dio importancia alguna y al segundo lo ha ignorado por completo, a pesar de las consecuencias que puede provocar, por posibles demandas que causarían detrimento al fisco nacional.
En realidad, no le guardo antipatía al presidente Duque. De veras, su atribulación diaria me conmueve, no por compasión, sino por el desperdicio de su intelecto, que podría utilizarlo en lograr mayor beneficio para el país; es decir, en procura de bienestar colectivo.
Empero, pareciera que el presidente Duque, está asimilando el populismo de su mentor, pues el reciente acuerdo realizado con el presidente de la China, que consiste en un tratado de repatriación de personas colombianas presas en China por cometer delitos.
Si bien es cierto que desconozco los pormenores de tal acuerdo judicial, lo reprocho porque en nuestro país hay muchos malandrines, tantos que las cárceles son insuficientes para albergarlos en condiciones humanitarias. Entonces, no tiene sentido extraditar más delincuentes a nuestro país, donde la resocialización de presos es una quimera, para no decir una mentira.
Prefiero que los bandidos colombianos condenados en la China no cumplan los requisitos de extradición exigidos por las autoridades del lejano país, para que paguen sus castigos allá y no en Colombia, donde sobran pícaros de todas las calañas.
Un porcentaje de ellos conocidos como delincuentes de cuello blanco, que cuando los penalizan pagan sus delitos en sus domicilios o en prisiones especiales. Parafraseando, al presidente Duque, aquí para este tipo de delincuentes poco se cumple aquello del que la hace la paga.
En cambio, a menudo muchos corruptos son alabados como honestos. Entre ellos tenemos al exfiscal Néstor Martínez Neira. Elogiado por el jefe máximo.