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Editorial - 1 agosto, 2019

Resolución de conflictos comunitarios

Valledupar es escenario de riñas frecuentes, sobre todo los fines de semana y fechas especiales, que terminan en lesiones personales y en algunos casos muertes violentas, entre conocidos y familiares.

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Valledupar es escenario de riñas frecuentes, sobre todo los fines de semana y fechas especiales, que terminan en lesiones personales y en algunos casos muertes violentas, entre conocidos y familiares.

Con frecuencia la Policía Nacional reporta la ocurrencia de riñas entre vecinos que surgen en los mismos vecindarios y que generan los índices de inseguridad y convivencia al interior de determinadas comunidades.

La poca capacidad de resolución de conflictos que hallamos en muchos barrios, en la mayoría periféricos de Valledupar, son el motivo por el cual nos siguen llegando malas noticias.

¿Qué hacer? Las cifras no son menores. Las disputas entre vecinos, precedidas de la ingesta de alcohol, son un pan de cada día. Mientras analizamos el incómodo panorama nos llegan noticias desde la Gobernación del Atlántico: “14 profesionales atlanticenses recibieron sus títulos de Expertos en Formación de Formadores de Prácticas Restaurativas, convirtiéndose en el primer grupo de esas características a nivel nacional”.

Los ‘expertos’ realizaron 100 círculos restaurativos, proactivos y reactivos, en Malambo, Sabanagrande y Soledad, donde participaron más de 1.000 personas de esos municipios.

Interesante iniciativa. Hace pocos días hablábamos de la justicia restaurativa en este espacio editorial, la justicia sanadora, aquella que sin promover impunidad genera otro tipo de sanción y mayores alcances de verdad y reparación para las víctimas. ¿Puede el gobierno del Atlántico alcanzar este ambicioso propósito en sus municipalidades? ¿Profesionales de diferentes áreas pueden sembrar en el pensamiento ciudadano la idea de perdonar ofensas a través del diálogo y la exposición pacifica de diferencias.

Valledupar fue escenario de una ‘Escuela Vallenata de Paz’ en el año 2015, desarrollada y financiada por la Alcaldía Municipal en ese entonces, que tenía como objetivo capacitar a cientos de personas en cuanto a justicia transicional y con suficiente ilustración sobre cómo minimizar los conflictos en las comunidades. Lo mismo hizo, aunque a una escala menor, la Gobernación del Cesar de ese momento.

La capital del Cesar tiene, en teoría, una cantidad de ciudadanos capacitados por altos niveles académicos para fomentar el diálogo y la resolución de conflictos, mientras tanto, y aunque no tienen por supuesto responsabilidad directa en los hechos, barrios como Lorenzo Morales y Nando Marín en la Comuna tres, La Nevada en la Comuna cinco, son campos de batalla frecuente y los índices de lesionados y hasta muertos se mantienen por estos motivos.

Trabajemos juntos por consolidar la cultura ciudadana, los métodos “restaurativos” de resolución de conflictos.

Por supuesto, no hay escuela de paz, gestores de paz, profesionales de las prácticas restaurativas que valgan sin el concurso ciudadano. Cada persona o familia debe aportar a la consolidación de la convivencia, y a los programas en los que se invierten recursos públicos para fomentar la paz y la cultura ciudadana deben darles continuidad o hacerlos de manera más impactante, si no, empeoramos.

Editorial
1 agosto, 2019

Resolución de conflictos comunitarios

Valledupar es escenario de riñas frecuentes, sobre todo los fines de semana y fechas especiales, que terminan en lesiones personales y en algunos casos muertes violentas, entre conocidos y familiares.


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Valledupar es escenario de riñas frecuentes, sobre todo los fines de semana y fechas especiales, que terminan en lesiones personales y en algunos casos muertes violentas, entre conocidos y familiares.

Con frecuencia la Policía Nacional reporta la ocurrencia de riñas entre vecinos que surgen en los mismos vecindarios y que generan los índices de inseguridad y convivencia al interior de determinadas comunidades.

La poca capacidad de resolución de conflictos que hallamos en muchos barrios, en la mayoría periféricos de Valledupar, son el motivo por el cual nos siguen llegando malas noticias.

¿Qué hacer? Las cifras no son menores. Las disputas entre vecinos, precedidas de la ingesta de alcohol, son un pan de cada día. Mientras analizamos el incómodo panorama nos llegan noticias desde la Gobernación del Atlántico: “14 profesionales atlanticenses recibieron sus títulos de Expertos en Formación de Formadores de Prácticas Restaurativas, convirtiéndose en el primer grupo de esas características a nivel nacional”.

Los ‘expertos’ realizaron 100 círculos restaurativos, proactivos y reactivos, en Malambo, Sabanagrande y Soledad, donde participaron más de 1.000 personas de esos municipios.

Interesante iniciativa. Hace pocos días hablábamos de la justicia restaurativa en este espacio editorial, la justicia sanadora, aquella que sin promover impunidad genera otro tipo de sanción y mayores alcances de verdad y reparación para las víctimas. ¿Puede el gobierno del Atlántico alcanzar este ambicioso propósito en sus municipalidades? ¿Profesionales de diferentes áreas pueden sembrar en el pensamiento ciudadano la idea de perdonar ofensas a través del diálogo y la exposición pacifica de diferencias.

Valledupar fue escenario de una ‘Escuela Vallenata de Paz’ en el año 2015, desarrollada y financiada por la Alcaldía Municipal en ese entonces, que tenía como objetivo capacitar a cientos de personas en cuanto a justicia transicional y con suficiente ilustración sobre cómo minimizar los conflictos en las comunidades. Lo mismo hizo, aunque a una escala menor, la Gobernación del Cesar de ese momento.

La capital del Cesar tiene, en teoría, una cantidad de ciudadanos capacitados por altos niveles académicos para fomentar el diálogo y la resolución de conflictos, mientras tanto, y aunque no tienen por supuesto responsabilidad directa en los hechos, barrios como Lorenzo Morales y Nando Marín en la Comuna tres, La Nevada en la Comuna cinco, son campos de batalla frecuente y los índices de lesionados y hasta muertos se mantienen por estos motivos.

Trabajemos juntos por consolidar la cultura ciudadana, los métodos “restaurativos” de resolución de conflictos.

Por supuesto, no hay escuela de paz, gestores de paz, profesionales de las prácticas restaurativas que valgan sin el concurso ciudadano. Cada persona o familia debe aportar a la consolidación de la convivencia, y a los programas en los que se invierten recursos públicos para fomentar la paz y la cultura ciudadana deben darles continuidad o hacerlos de manera más impactante, si no, empeoramos.