Los vallenatos recibimos con expectativa la posesión de los concejales de la ciudad para el periodo 2016 – 2019. La composición de la corporación en esta ocasión sobresalía por la combinación de experiencia y juventud, condición que invitaba a la reivindicación y dignificación del ejercicio de la actividad política, pero la perseverancia del optimismo fue […]
Los vallenatos recibimos con expectativa la posesión de los concejales de la ciudad para el periodo 2016 – 2019. La composición de la corporación en esta ocasión sobresalía por la combinación de experiencia y juventud, condición que invitaba a la reivindicación y dignificación del ejercicio de la actividad política, pero la perseverancia del optimismo fue efímera, el 14 de junio de 2016, la amplificación de la noticia contaba que la Procuraduría General de la Nación había destituido en primera instancia a 15 honorables concejales, debido a supuestas irregularidades para la elección del Contralor Municipal. A partir de este episodio escribí una columna que bauticé, sancionados por chambones.
Lo que había iniciado con expectativas positivas ha transcurrido en incertidumbre, sobre todo, por el enredo por la elección como contralor municipal de Álvaro Luis Castilla. Paradójicamente los concejales creyeron procedente elegir a Omar Javier Contreras Socarrás, por ser primero en la lista y el de mayor calificación; sin embargo, la Procuraduría aseguró que los corporados no debían tener como mandato el fallo del Consejo de Estado, sino que debían analizar las inhabilidades sobrevinientes y los requisitos para el cargo. En consecuencia sobrevino una nueva sentencia, ratificada recientemente en segunda instancia por la Procuraduría General de la Nación, que confirmó la destitución e inhabilidad por 12 años a 16 de los 19 concejales de Valledupar.
De las instituciones siempre reclamo cumplimiento de sus funciones, derecho que me asiste como ciudadano, construir institucionalidad es primordial para el funcionamiento y organización de la sociedad. Pese al desenlace los sancionados continúan despachando desde la corporación; asimismo, gestionando proselitismo político a través de sus herederos, configurando con sus actuaciones esguinces a los mandamientos judiciales y a los propios electores. El talante de un dirigente político está representado en su capacidad de atraer a los electores mediante la argumentación convincente y en la gestión eficiente, para el caso de los concejales expresada en el ejercicio oportuno del control político.
He considerado que para gobernar hay que preparase académicamente y formar experiencia en el ejercicio de la función pública, con estos elementos es probable el fortalecimiento de las convicciones y de la vocación de servir; no obstante, la evidencia de la situación confirman lo contrario. Con razón el panorama desesperanzador de Valledupar, en materia de desempleo, indicadores negativos en pobreza monetaria y multidimensional, creciente inseguridad y la desconfianza que conciben las versiones de corrupción.
Un territorio con estas tipologías ahuyenta la inversión y desvía con intención la vocación productiva de la ciudad, debido a la priorización defensiva que realizan los dirigentes involucrados en investigaciones, desplazando el mandato otorgado por el voto ciudadano, rasgo que los distingue como políticos de elecciones.
He sido insistente en hacer notar que la ciudad ya no es de casitas de bahareque, debemos entenderla como un sistema en constante evolución, seguiré replicando este mensaje con el objetivo de tocar la conciencia de la dirigencia y de encender el pensamiento crítico de la ciudadanía. Misión compleja entendida desde el bajo nivel de lectura y su comprensión, pero nada comparado con el propósito de derrotar las limitaciones, intereses mezquinos, financiación desaforada de las campañas políticas y el desconocimiento de las tendencias urbanas que suscriben los políticos de elecciones.
Los vallenatos recibimos con expectativa la posesión de los concejales de la ciudad para el periodo 2016 – 2019. La composición de la corporación en esta ocasión sobresalía por la combinación de experiencia y juventud, condición que invitaba a la reivindicación y dignificación del ejercicio de la actividad política, pero la perseverancia del optimismo fue […]
Los vallenatos recibimos con expectativa la posesión de los concejales de la ciudad para el periodo 2016 – 2019. La composición de la corporación en esta ocasión sobresalía por la combinación de experiencia y juventud, condición que invitaba a la reivindicación y dignificación del ejercicio de la actividad política, pero la perseverancia del optimismo fue efímera, el 14 de junio de 2016, la amplificación de la noticia contaba que la Procuraduría General de la Nación había destituido en primera instancia a 15 honorables concejales, debido a supuestas irregularidades para la elección del Contralor Municipal. A partir de este episodio escribí una columna que bauticé, sancionados por chambones.
Lo que había iniciado con expectativas positivas ha transcurrido en incertidumbre, sobre todo, por el enredo por la elección como contralor municipal de Álvaro Luis Castilla. Paradójicamente los concejales creyeron procedente elegir a Omar Javier Contreras Socarrás, por ser primero en la lista y el de mayor calificación; sin embargo, la Procuraduría aseguró que los corporados no debían tener como mandato el fallo del Consejo de Estado, sino que debían analizar las inhabilidades sobrevinientes y los requisitos para el cargo. En consecuencia sobrevino una nueva sentencia, ratificada recientemente en segunda instancia por la Procuraduría General de la Nación, que confirmó la destitución e inhabilidad por 12 años a 16 de los 19 concejales de Valledupar.
De las instituciones siempre reclamo cumplimiento de sus funciones, derecho que me asiste como ciudadano, construir institucionalidad es primordial para el funcionamiento y organización de la sociedad. Pese al desenlace los sancionados continúan despachando desde la corporación; asimismo, gestionando proselitismo político a través de sus herederos, configurando con sus actuaciones esguinces a los mandamientos judiciales y a los propios electores. El talante de un dirigente político está representado en su capacidad de atraer a los electores mediante la argumentación convincente y en la gestión eficiente, para el caso de los concejales expresada en el ejercicio oportuno del control político.
He considerado que para gobernar hay que preparase académicamente y formar experiencia en el ejercicio de la función pública, con estos elementos es probable el fortalecimiento de las convicciones y de la vocación de servir; no obstante, la evidencia de la situación confirman lo contrario. Con razón el panorama desesperanzador de Valledupar, en materia de desempleo, indicadores negativos en pobreza monetaria y multidimensional, creciente inseguridad y la desconfianza que conciben las versiones de corrupción.
Un territorio con estas tipologías ahuyenta la inversión y desvía con intención la vocación productiva de la ciudad, debido a la priorización defensiva que realizan los dirigentes involucrados en investigaciones, desplazando el mandato otorgado por el voto ciudadano, rasgo que los distingue como políticos de elecciones.
He sido insistente en hacer notar que la ciudad ya no es de casitas de bahareque, debemos entenderla como un sistema en constante evolución, seguiré replicando este mensaje con el objetivo de tocar la conciencia de la dirigencia y de encender el pensamiento crítico de la ciudadanía. Misión compleja entendida desde el bajo nivel de lectura y su comprensión, pero nada comparado con el propósito de derrotar las limitaciones, intereses mezquinos, financiación desaforada de las campañas políticas y el desconocimiento de las tendencias urbanas que suscriben los políticos de elecciones.