El nuestro es un país de chaparrones noticiosos, las semanas recientes la eventualidad mediática ha estado enfocada en Jesús Santrich, su salida de la cárcel la picota animada, sonriente y desafiante contrastó al instante con la orden de re-captura que precisaba mantenerlo encarcelado, debido al video completo que, según la Fiscalía, era la prueba reina […]
El nuestro es un país de chaparrones noticiosos, las semanas recientes la eventualidad mediática ha estado enfocada en Jesús Santrich, su salida de la cárcel la picota animada, sonriente y desafiante contrastó al instante con la orden de re-captura que precisaba mantenerlo encarcelado, debido al video completo que, según la Fiscalía, era la prueba reina con la que el Tribunal de Distrito Sur de Nueva York lo acusa por presuntamente conspirar para enviar a los Estados Unidos 10.000 kilos de cocaína entre junio de 2017 y abril de 2018. Con sustento en este periodo, la ocurrencia de los hechos acaeció con posterioridad al 1° de diciembre de 2016, justificando que Jesús Santrich habría delinquido, quebrantando las condiciones para la paz precisadas en el Acuerdo.
El Acuerdo Final para la “Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, no fue el acuerdo deseable, el que todos quisiéramos, pero en condiciones normales es a mi modo de ver, lo mejor posible y viable para Colombia. Este logro no nos convirtió espontáneamente en Suecia o Suiza, no seamos ilusos; no obstante, parar su accionar ha derivado en la disminución considerable de víctimas, gestionando restauración social, como principio práctico para el cumplimiento de los fines del estado, a través de las garantías de reparación y no repetición.
Recordemos que el documento final del acuerdo de paz especifica adeudos históricos del estado colombiano en materia económica, política y social. Así mismo, detalla que los integrantes de las FARC, tienen la obligación de cumplir con lo pactado. Condición avalada por el estado Colombiano, mediante la seguridad jurídica a los exguerrilleros, a través de un tribunal especial (La JEP), como ente encargado de administrar justicia para consolidar la transición hacia la paz y con el fin de garantizar el derecho a las víctimas a la justicia, la verdad y la reparación.
Nuestro contexto social se esfuerza para la controversia, la duda y la sospecha. El sonado caso de Jesús Santrich, admite estos supuestos y acredita la incredulidad. Me resulta desvergonzado que Jesús Santrich, haya dejado su estructura de seguridad, e incompresible que la Unidad de Protección haya ignorado los protocolos de emergencia, máxime por los rumores que insinuaban sobre volada del exguerrillero. Santrich se burló de su cuerpo de seguridad y de los organismos de seguridad colombianos. La desaparición de Jesús Santrich y la inasistencia a la audiencia ante la Corte Suprema de Justicia, conformó el material probatorio para que alto tribunal decidiera expedir la orden de captura con fines de indagatoria, acompañada con circular roja de la interpol, para que se busque hasta debajo de las piedras al exjefe de las FARC.
En tiempo de las falsas verdades el Estado ni el gobierno debe permitirse estos caminos, el pueblo colombiano e incluso el partido de las Farc, compartimos que las actuaciones incriminatorias de Jesús Santrich, determinan que pierda los beneficios del proceso de paz. Los procesos de paz del mundo se basan en compromisos, para lograr eficiencia en los procesos de reparación y el derecho a conocer la verdad, para lo cual, es de vital importancia la dignidad institucional, como garante de viabilidad para la salvaguarda de los compromisos y fines del estado.
El nuestro es un país de chaparrones noticiosos, las semanas recientes la eventualidad mediática ha estado enfocada en Jesús Santrich, su salida de la cárcel la picota animada, sonriente y desafiante contrastó al instante con la orden de re-captura que precisaba mantenerlo encarcelado, debido al video completo que, según la Fiscalía, era la prueba reina […]
El nuestro es un país de chaparrones noticiosos, las semanas recientes la eventualidad mediática ha estado enfocada en Jesús Santrich, su salida de la cárcel la picota animada, sonriente y desafiante contrastó al instante con la orden de re-captura que precisaba mantenerlo encarcelado, debido al video completo que, según la Fiscalía, era la prueba reina con la que el Tribunal de Distrito Sur de Nueva York lo acusa por presuntamente conspirar para enviar a los Estados Unidos 10.000 kilos de cocaína entre junio de 2017 y abril de 2018. Con sustento en este periodo, la ocurrencia de los hechos acaeció con posterioridad al 1° de diciembre de 2016, justificando que Jesús Santrich habría delinquido, quebrantando las condiciones para la paz precisadas en el Acuerdo.
El Acuerdo Final para la “Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, no fue el acuerdo deseable, el que todos quisiéramos, pero en condiciones normales es a mi modo de ver, lo mejor posible y viable para Colombia. Este logro no nos convirtió espontáneamente en Suecia o Suiza, no seamos ilusos; no obstante, parar su accionar ha derivado en la disminución considerable de víctimas, gestionando restauración social, como principio práctico para el cumplimiento de los fines del estado, a través de las garantías de reparación y no repetición.
Recordemos que el documento final del acuerdo de paz especifica adeudos históricos del estado colombiano en materia económica, política y social. Así mismo, detalla que los integrantes de las FARC, tienen la obligación de cumplir con lo pactado. Condición avalada por el estado Colombiano, mediante la seguridad jurídica a los exguerrilleros, a través de un tribunal especial (La JEP), como ente encargado de administrar justicia para consolidar la transición hacia la paz y con el fin de garantizar el derecho a las víctimas a la justicia, la verdad y la reparación.
Nuestro contexto social se esfuerza para la controversia, la duda y la sospecha. El sonado caso de Jesús Santrich, admite estos supuestos y acredita la incredulidad. Me resulta desvergonzado que Jesús Santrich, haya dejado su estructura de seguridad, e incompresible que la Unidad de Protección haya ignorado los protocolos de emergencia, máxime por los rumores que insinuaban sobre volada del exguerrillero. Santrich se burló de su cuerpo de seguridad y de los organismos de seguridad colombianos. La desaparición de Jesús Santrich y la inasistencia a la audiencia ante la Corte Suprema de Justicia, conformó el material probatorio para que alto tribunal decidiera expedir la orden de captura con fines de indagatoria, acompañada con circular roja de la interpol, para que se busque hasta debajo de las piedras al exjefe de las FARC.
En tiempo de las falsas verdades el Estado ni el gobierno debe permitirse estos caminos, el pueblo colombiano e incluso el partido de las Farc, compartimos que las actuaciones incriminatorias de Jesús Santrich, determinan que pierda los beneficios del proceso de paz. Los procesos de paz del mundo se basan en compromisos, para lograr eficiencia en los procesos de reparación y el derecho a conocer la verdad, para lo cual, es de vital importancia la dignidad institucional, como garante de viabilidad para la salvaguarda de los compromisos y fines del estado.