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Columnista - 9 julio, 2019

Valledupar, una ciudad sin control

Basta una ligera mirada a la ciudad para concluir que atraviesa uno de sus peores episodios, caracterizado por una pésima priorización de obras, alguna de ellas afectadas por escandalosos sobrecostos que a los vallenatos nos correspondera pagar con nuestros impuestos y contribuciones; mala calidad de las mismas, materiales de 4ª y 5ª categoría, saldos, amén […]

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Basta una ligera mirada a la ciudad para concluir que atraviesa uno de sus peores episodios, caracterizado por una pésima priorización de obras, alguna de ellas afectadas por escandalosos sobrecostos que a los vallenatos nos correspondera pagar con nuestros impuestos y contribuciones; mala calidad de las mismas, materiales de 4ª y 5ª categoría, saldos, amén de inconclusas otras.

Época en la que los índices de inseguridad tristemente nos colocan entre las más duramente golpeadas en el país. Circunstancia de cara a la cual resulta imperativo recordar el aporte invaluable que a una ciudad como la nuestra produce la efectiva, eficiente y eficaz labor de un buen órgano de control, esos que creados por la Constitución y la ley, cerrarían filas en contra de la creciente, monstruosa y criminal ola de corrupción que se pasea campante y sonante en nuestro Municipio, con impensables formas de aparición.

La Contraloría Municipal de Valledupar, con más de 52 años de existencia institucional, ha obrado (hasta antes del presente cuatrienio), en procura y defensa de los recursos del Municipio, librando grandes batallas, incluso ocasionándoles a algunos contralores amenazas hasta de muerte, y persecuciones que no se olvidan, recurriendo a temerarios procesos disciplinarios y demás formas de retaliaciones por parte de los corruptos afectados por sus decisiones.

A ella, los vallenatos le debemos muchas investigaciones que han puesto en tela de juicio asuntos álgidos y trascendentales para la ciudad. No obstante, en este último cuatrienio, ese órgano de control fiscal ha enmudecido y su gestión se volvió definitivamente imperceptible para la ciudadanía, acostumbrada en otras épocas a librar con ella grandes batallas.

Desgraciadamente esta vez, el guiño ha sido para un Concejo Municipal, el más cuestionado y desprestigiado en la historia institucional de Valledupar, para elegir personas inhabilitadas moral y legalmente, concluyéndose que a la fecha han resultado elegidos cuatro contralores, compitiéndose en cuál de ellos la irregularidad ha sido más protuberante; como aquella que dio fe de ser el aportantes mas generoso para la elección del primer mandatario de los Vallenatos, quien a su vez premió el gesto haciendo el guiño para pagar el favor.

Conductas que nadie ha sancionado a la postre. Pero el perverso y pervertido proceso de elección de los contralores actuales no ha sido producto del azar, el albur y mucho menos del destino, es el resultado de una maquiavélica y premeditada conducta, que ha perseguido enmudecer a ese y otros órganos de control, convirtiendo su sagrada misión en nugatoria.

Permitiendo con ello el desarrollo de una gestión administrativa altamente cuestionadas, que no consulta los intereses altruistas de una buena administración, sino al desgreño que deviene de la gestión pública de funcionarios con escasa, exigua o inexistente experiencia en el manejo de recursos públicos, que unido a la incontrovertible falta de compromiso y pertenencia con una ciudad cuyo pecado capital ha sido haberles permitido ocupar tamañas dignidades, a quienes nunca hicieron mérito para detentarlas.

Columnista
9 julio, 2019

Valledupar, una ciudad sin control

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mercedes Vasquez

Basta una ligera mirada a la ciudad para concluir que atraviesa uno de sus peores episodios, caracterizado por una pésima priorización de obras, alguna de ellas afectadas por escandalosos sobrecostos que a los vallenatos nos correspondera pagar con nuestros impuestos y contribuciones; mala calidad de las mismas, materiales de 4ª y 5ª categoría, saldos, amén […]


Basta una ligera mirada a la ciudad para concluir que atraviesa uno de sus peores episodios, caracterizado por una pésima priorización de obras, alguna de ellas afectadas por escandalosos sobrecostos que a los vallenatos nos correspondera pagar con nuestros impuestos y contribuciones; mala calidad de las mismas, materiales de 4ª y 5ª categoría, saldos, amén de inconclusas otras.

Época en la que los índices de inseguridad tristemente nos colocan entre las más duramente golpeadas en el país. Circunstancia de cara a la cual resulta imperativo recordar el aporte invaluable que a una ciudad como la nuestra produce la efectiva, eficiente y eficaz labor de un buen órgano de control, esos que creados por la Constitución y la ley, cerrarían filas en contra de la creciente, monstruosa y criminal ola de corrupción que se pasea campante y sonante en nuestro Municipio, con impensables formas de aparición.

La Contraloría Municipal de Valledupar, con más de 52 años de existencia institucional, ha obrado (hasta antes del presente cuatrienio), en procura y defensa de los recursos del Municipio, librando grandes batallas, incluso ocasionándoles a algunos contralores amenazas hasta de muerte, y persecuciones que no se olvidan, recurriendo a temerarios procesos disciplinarios y demás formas de retaliaciones por parte de los corruptos afectados por sus decisiones.

A ella, los vallenatos le debemos muchas investigaciones que han puesto en tela de juicio asuntos álgidos y trascendentales para la ciudad. No obstante, en este último cuatrienio, ese órgano de control fiscal ha enmudecido y su gestión se volvió definitivamente imperceptible para la ciudadanía, acostumbrada en otras épocas a librar con ella grandes batallas.

Desgraciadamente esta vez, el guiño ha sido para un Concejo Municipal, el más cuestionado y desprestigiado en la historia institucional de Valledupar, para elegir personas inhabilitadas moral y legalmente, concluyéndose que a la fecha han resultado elegidos cuatro contralores, compitiéndose en cuál de ellos la irregularidad ha sido más protuberante; como aquella que dio fe de ser el aportantes mas generoso para la elección del primer mandatario de los Vallenatos, quien a su vez premió el gesto haciendo el guiño para pagar el favor.

Conductas que nadie ha sancionado a la postre. Pero el perverso y pervertido proceso de elección de los contralores actuales no ha sido producto del azar, el albur y mucho menos del destino, es el resultado de una maquiavélica y premeditada conducta, que ha perseguido enmudecer a ese y otros órganos de control, convirtiendo su sagrada misión en nugatoria.

Permitiendo con ello el desarrollo de una gestión administrativa altamente cuestionadas, que no consulta los intereses altruistas de una buena administración, sino al desgreño que deviene de la gestión pública de funcionarios con escasa, exigua o inexistente experiencia en el manejo de recursos públicos, que unido a la incontrovertible falta de compromiso y pertenencia con una ciudad cuyo pecado capital ha sido haberles permitido ocupar tamañas dignidades, a quienes nunca hicieron mérito para detentarlas.