En ocho páginas la Corte Constitucional tumbó la prohibición sobre el consumo de alcohol y drogas en los parques. Dice que existen otros medios para garantizar la tranquilidad del espacio público. Asimismo, indica que el decomiso y las multas por consumir alcohol y drogas en espacio público “no es un medio justificable” para la búsqueda […]
En ocho páginas la Corte Constitucional tumbó la prohibición sobre el consumo de alcohol y drogas en los parques.
Dice que existen otros medios para garantizar la tranquilidad del espacio público. Asimismo, indica que el decomiso y las multas por consumir alcohol y drogas en espacio público “no es un medio justificable” para la búsqueda de la tranquilidad y las relaciones respetuosas, “por cuanto existen otros medios de policía en el mismo Código que permiten alcanzar los fines buscados sin imponer una amplia restricción a la libertad”.
Refrenda entonces la Corte su argumento sobre la dosis mínima como libre desarrollo de la personalidad y la libertad.
Dice también el alto tribunal que en el Código de Policía no se esgrimen elementos de juicio que establezcan una relación causal directa entre el consumo y la destrucción o irrespeto a la integridad del espacio público.
La medida por tanto de decomiso y multa impone una prohibición a realizar una actividad que “en sí misma no está excluida del ordenamiento jurídico, y lo hace de forma amplia y genérica en todo el espacio público”, incluso la extiende a espacios privados y la Corte advierte, en este sentido, que entonces se están imponiendo restricciones significativas a las libertades de las personas.
Lo que la Corte le está diciendo al Estado es que el asunto no está en perseguir y frenar las libertades de los consumidores y que no es tan fácil sumar cifras de combate al narcotráfico imputándole responsabilidades al consumo mínimo y libre de alcohol o drogas en espacio público.
Le está diciendo que un consumidor no es un delincuente y que cuando se trata de drogas bien puede ir a buscar a los expendedores y grandes redes para desmantelarlas y no conformarse con una labor policial de atosigamiento a quienes consumen, porque no es en los adictos donde están las toneladas que representan duros golpes al narcotráfico.
Y buscando en los parques no van a lavar la obligación que tienen de acabar con semejante desastre del que este país ha vivido y por el que sigue muriendo.
El Estado debe proteger la dignidad de las personas y, adictos o en recreación, el ejercicio es lo mismo.
Las políticas del Estado deben estar encaminadas a prevenir el consumo, a dotar de herramientas y protocolos a colegios, familias y la sociedad en general sobre el consumo de drogas y alcohol.
Pero un Estado que en esta materia no presenta programas, ni continuidades, no puede venir luego a simplemente vigilar y castigar una dignidad que antes no ha cuidado. Este es el asunto esencial.
Y para atenderlo y exigirlo a las instituciones deberíamos ponernos serios y dejar de hacer chistes sobre si podemos tener sexo en el parque, o si consumir drogas y alcohol en la vía pública no está prohibido, pero comer empanadas sí. Es bien fácil e irresponsable esconder lo esencial detrás de un chiste pendejo.
En ocho páginas la Corte Constitucional tumbó la prohibición sobre el consumo de alcohol y drogas en los parques. Dice que existen otros medios para garantizar la tranquilidad del espacio público. Asimismo, indica que el decomiso y las multas por consumir alcohol y drogas en espacio público “no es un medio justificable” para la búsqueda […]
En ocho páginas la Corte Constitucional tumbó la prohibición sobre el consumo de alcohol y drogas en los parques.
Dice que existen otros medios para garantizar la tranquilidad del espacio público. Asimismo, indica que el decomiso y las multas por consumir alcohol y drogas en espacio público “no es un medio justificable” para la búsqueda de la tranquilidad y las relaciones respetuosas, “por cuanto existen otros medios de policía en el mismo Código que permiten alcanzar los fines buscados sin imponer una amplia restricción a la libertad”.
Refrenda entonces la Corte su argumento sobre la dosis mínima como libre desarrollo de la personalidad y la libertad.
Dice también el alto tribunal que en el Código de Policía no se esgrimen elementos de juicio que establezcan una relación causal directa entre el consumo y la destrucción o irrespeto a la integridad del espacio público.
La medida por tanto de decomiso y multa impone una prohibición a realizar una actividad que “en sí misma no está excluida del ordenamiento jurídico, y lo hace de forma amplia y genérica en todo el espacio público”, incluso la extiende a espacios privados y la Corte advierte, en este sentido, que entonces se están imponiendo restricciones significativas a las libertades de las personas.
Lo que la Corte le está diciendo al Estado es que el asunto no está en perseguir y frenar las libertades de los consumidores y que no es tan fácil sumar cifras de combate al narcotráfico imputándole responsabilidades al consumo mínimo y libre de alcohol o drogas en espacio público.
Le está diciendo que un consumidor no es un delincuente y que cuando se trata de drogas bien puede ir a buscar a los expendedores y grandes redes para desmantelarlas y no conformarse con una labor policial de atosigamiento a quienes consumen, porque no es en los adictos donde están las toneladas que representan duros golpes al narcotráfico.
Y buscando en los parques no van a lavar la obligación que tienen de acabar con semejante desastre del que este país ha vivido y por el que sigue muriendo.
El Estado debe proteger la dignidad de las personas y, adictos o en recreación, el ejercicio es lo mismo.
Las políticas del Estado deben estar encaminadas a prevenir el consumo, a dotar de herramientas y protocolos a colegios, familias y la sociedad en general sobre el consumo de drogas y alcohol.
Pero un Estado que en esta materia no presenta programas, ni continuidades, no puede venir luego a simplemente vigilar y castigar una dignidad que antes no ha cuidado. Este es el asunto esencial.
Y para atenderlo y exigirlo a las instituciones deberíamos ponernos serios y dejar de hacer chistes sobre si podemos tener sexo en el parque, o si consumir drogas y alcohol en la vía pública no está prohibido, pero comer empanadas sí. Es bien fácil e irresponsable esconder lo esencial detrás de un chiste pendejo.