“…y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”. 1Corintios 1,27 El libro del Éxodo contiene una historia cautivante sobre la vida de Moisés. Su vida se divide en tres tiempos de cuarenta años cada uno. Los primeros cuarenta fueron de esplendor e influencia como hijo adoptivo de la hija de faraón. […]
“…y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”. 1Corintios 1,27
El libro del Éxodo contiene una historia cautivante sobre la vida de Moisés. Su vida se divide en tres tiempos de cuarenta años cada uno. Los primeros cuarenta fueron de esplendor e influencia como hijo adoptivo de la hija de faraón. Los segundos fueron de soledad, viviendo en el desierto, haciendo el oficio de pastor de ovejas y en su última etapa, Dios lo llama para traer libertad a su pueblo cautivo en Egipto y guiarle hacia la tierra prometida.
Fueron muchos los obstáculos que Moisés puso ante Dios para no aceptar dicho llamamiento, pero uno en especial llama la atención: “¿Quién soy yo para que vaya al faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel?”. Previamente, su huida al desierto se debió a su intervención desafortunada en un caso de maltrato que terminó en asesinato. Tal vez, Moisés pensaba: Es injusto, tengo que hacer algo y también Dios quería que hiciera algo, pero a la manera de Dios. Moisés hizo algo, pero a su manera y fracasó.
Amados amigos: Tal vez nos sentimos poca cosa, débiles e incapaces para lograr algo. Sentimos que no somos nadie y suspiramos pensando que, aunque se debe hacer algo, alguien más debe asumir el reto de llevarlo a cabo. Dios lo hará y cumplirá su propósito, si nosotros nos disponemos y aceptamos hacerlo a la manera de Dios.
Abraham se sintió incapaz de procrear cuando Dios le prometió una descendencia en su vejez. La virgen María exclamó: “¿Cómo será esto? Pues no conozco varón”, cuando el ángel le anunció su concepción. La respuesta al cómo, siempre será la misma: ¡Nada hay imposible para Dios!
En estos días leía la historia de tiras cómicas Popeye el Marino. Bruto pretendía a Olivia, la novia de Popeye y ante su negación, la maltrataba. Popeye era derrotado fácilmente por Bruto, pero llega un momento en el que Popeye se siente al límite y decide poner punto final al asunto. Se hace fuerte con sus espinacas y con la fuerza de sus brazos confronta a Bruto por el amor de Olivia y lo vence.
Todos los personajes de la Biblia tuvieron su “momento Popeye” cuando tomaron la decisión de actuar y no solamente desear. En ocasiones, nos pasamos la vida deseando que alguien haga algo, que las cosas cambien, no nos gusta la realidad en que vivimos, pero nadie hace nada al respecto. Dios pregunta: ¿Quién irá? ¿A quien enviaré? Puede que digamos: ¡No sé, pero envía a alguien rápido! ¿Y qué tal que ese alguien seamos nosotros?
¿Estamos dispuestos a asumir el reto de la obediencia, para que Dios nos use? ¿Estamos inmersos en situaciones que no compartimos y anhelamos un cambio? Es menester dejar la zona de confort y como Isaías responder: ¡Heme aquí envíame a mí!
Creo que es hora de levantarnos para asumir con entereza la comisión recibida, es hora de tener nuestros “momentos Popeye”. Si estamos hartos de algo que anda mal, ¡actuemos! ¡Dejemos la debilidad! Comamos nuestras espinacas espirituales, recibamos la fuerza del Espíritu en nuestros brazos y enfrentemos con valentía a los “Brutos” que pretenden robarnos la alegría del enamoramiento de aquellas cosas hermosas de la vida.
Un fuerte abrazo Popeye y adelante con valor, porque Dios es amor.
“…y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”. 1Corintios 1,27 El libro del Éxodo contiene una historia cautivante sobre la vida de Moisés. Su vida se divide en tres tiempos de cuarenta años cada uno. Los primeros cuarenta fueron de esplendor e influencia como hijo adoptivo de la hija de faraón. […]
“…y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”. 1Corintios 1,27
El libro del Éxodo contiene una historia cautivante sobre la vida de Moisés. Su vida se divide en tres tiempos de cuarenta años cada uno. Los primeros cuarenta fueron de esplendor e influencia como hijo adoptivo de la hija de faraón. Los segundos fueron de soledad, viviendo en el desierto, haciendo el oficio de pastor de ovejas y en su última etapa, Dios lo llama para traer libertad a su pueblo cautivo en Egipto y guiarle hacia la tierra prometida.
Fueron muchos los obstáculos que Moisés puso ante Dios para no aceptar dicho llamamiento, pero uno en especial llama la atención: “¿Quién soy yo para que vaya al faraón y saque de Egipto a los hijos de Israel?”. Previamente, su huida al desierto se debió a su intervención desafortunada en un caso de maltrato que terminó en asesinato. Tal vez, Moisés pensaba: Es injusto, tengo que hacer algo y también Dios quería que hiciera algo, pero a la manera de Dios. Moisés hizo algo, pero a su manera y fracasó.
Amados amigos: Tal vez nos sentimos poca cosa, débiles e incapaces para lograr algo. Sentimos que no somos nadie y suspiramos pensando que, aunque se debe hacer algo, alguien más debe asumir el reto de llevarlo a cabo. Dios lo hará y cumplirá su propósito, si nosotros nos disponemos y aceptamos hacerlo a la manera de Dios.
Abraham se sintió incapaz de procrear cuando Dios le prometió una descendencia en su vejez. La virgen María exclamó: “¿Cómo será esto? Pues no conozco varón”, cuando el ángel le anunció su concepción. La respuesta al cómo, siempre será la misma: ¡Nada hay imposible para Dios!
En estos días leía la historia de tiras cómicas Popeye el Marino. Bruto pretendía a Olivia, la novia de Popeye y ante su negación, la maltrataba. Popeye era derrotado fácilmente por Bruto, pero llega un momento en el que Popeye se siente al límite y decide poner punto final al asunto. Se hace fuerte con sus espinacas y con la fuerza de sus brazos confronta a Bruto por el amor de Olivia y lo vence.
Todos los personajes de la Biblia tuvieron su “momento Popeye” cuando tomaron la decisión de actuar y no solamente desear. En ocasiones, nos pasamos la vida deseando que alguien haga algo, que las cosas cambien, no nos gusta la realidad en que vivimos, pero nadie hace nada al respecto. Dios pregunta: ¿Quién irá? ¿A quien enviaré? Puede que digamos: ¡No sé, pero envía a alguien rápido! ¿Y qué tal que ese alguien seamos nosotros?
¿Estamos dispuestos a asumir el reto de la obediencia, para que Dios nos use? ¿Estamos inmersos en situaciones que no compartimos y anhelamos un cambio? Es menester dejar la zona de confort y como Isaías responder: ¡Heme aquí envíame a mí!
Creo que es hora de levantarnos para asumir con entereza la comisión recibida, es hora de tener nuestros “momentos Popeye”. Si estamos hartos de algo que anda mal, ¡actuemos! ¡Dejemos la debilidad! Comamos nuestras espinacas espirituales, recibamos la fuerza del Espíritu en nuestros brazos y enfrentemos con valentía a los “Brutos” que pretenden robarnos la alegría del enamoramiento de aquellas cosas hermosas de la vida.
Un fuerte abrazo Popeye y adelante con valor, porque Dios es amor.