Lo leo, lo releo y lo vuelvo a leer. Es ultra moderno, aunque está clasificado dentro del postmodernismo; me refiero al libro ‘El imperio de los sueños’, de Giannina Braschi, un libro liberador, es mi opinión, la autora se mete en la novela y termina subiendo a la torre de la catedral de San Patrick, […]
Lo leo, lo releo y lo vuelvo a leer. Es ultra moderno, aunque está clasificado dentro del postmodernismo; me refiero al libro ‘El imperio de los sueños’, de Giannina Braschi, un libro liberador, es mi opinión, la autora se mete en la novela y termina subiendo a la torre de la catedral de San Patrick, en New York, y toca las campanas a arrebato como una expresión de liberación espiritual.
Cuando escribí la columna ‘Ya no suenan las campanas’ acababa de regresar de New York y traía fresca la imagen, así ha permanecido, de la catedral, después de un recorrido a pie desde el hotel, al lado Este de la 5 Avenida centre calles 50 y 51, se alzan las torres, o agujas, de un poco más de 330 pies, con una capacidad para tres mil personas, es una iglesia católica, de las más famosas del mundo, allí se casaron Kennedy y Jacqueline, pero eso aunque es histórico porque se trata del único presidente católico que ha tenido Estados Unidos, no era en ese momento para mí lo más importante, quería recrearme buscando las campanas que una mujer escritora se atrevió a tocar para liberarse y la pregunta que me hice fue: ¿Liberarse de qué? Liberación espiritual dicen los críticos y así se insinúa en el libro.
Me vino a la mente esa fascinación por las campanas que asiste a algunos escritores, Ernest Hemingway ‘¿Por quién doblan las campanas?´, novela sumergida en plena Guerra Civil Española, pero ese título lo tomó del poeta metafísico John Donne de sus Meditaciones XVII, ese mismo que nos habló de la multiplicidad del ser.
Volviendo al libro de la Braschi, ese imperio que se autocalifica de los sueños y que pocos lo realizan, aunque crucen la peligrosa frontera y quizás saltarán muros, lo escribe con el estro poético encendido, con palabras entretejidas aunque no se soporten entre ellas, (porque he comprobado que en el mundo de las palabras también hay odios y envidias) como cuando dice: “…yo invito a que bailen por mí, a que rían por mí, a que me digan que sí”… Y tranquilamente puede saltar a comparar un huevo frito con una estrella o a dialogar con un payaso.
‘El Imperio de los sueños’ ha sido calificado por algunos críticos, como un libro raro , pero con un encanto oculto que atrapa; a mí me llevó a conocer, lo repito, la catedral de San Patrick, un día de primavera en New York, una bella iglesia, en donde tiene un altar especial la patrona de América, la Virgen de Guadalupe, al salir de ella, ahí al frente, cruzando la calle, está Rockefeller Center, con la estatua de Atlas luchando por soportar el mundo en su espalda, fue cuando me pregunté: ¿ A qué torre, de qué iglesia subiría un colombiano a tocar las campanas como un acto de liberación de los corruptos, de los que nos tienen al borde del abismo? Creo que si toca al viento todas las campas de las iglesias de nuestro país, nadie las va a escuchar. Estamos sordos en el imperio en el que se han perdido los sueños, tilín, titán, ¿lo podremos rescatar?
Lo leo, lo releo y lo vuelvo a leer. Es ultra moderno, aunque está clasificado dentro del postmodernismo; me refiero al libro ‘El imperio de los sueños’, de Giannina Braschi, un libro liberador, es mi opinión, la autora se mete en la novela y termina subiendo a la torre de la catedral de San Patrick, […]
Lo leo, lo releo y lo vuelvo a leer. Es ultra moderno, aunque está clasificado dentro del postmodernismo; me refiero al libro ‘El imperio de los sueños’, de Giannina Braschi, un libro liberador, es mi opinión, la autora se mete en la novela y termina subiendo a la torre de la catedral de San Patrick, en New York, y toca las campanas a arrebato como una expresión de liberación espiritual.
Cuando escribí la columna ‘Ya no suenan las campanas’ acababa de regresar de New York y traía fresca la imagen, así ha permanecido, de la catedral, después de un recorrido a pie desde el hotel, al lado Este de la 5 Avenida centre calles 50 y 51, se alzan las torres, o agujas, de un poco más de 330 pies, con una capacidad para tres mil personas, es una iglesia católica, de las más famosas del mundo, allí se casaron Kennedy y Jacqueline, pero eso aunque es histórico porque se trata del único presidente católico que ha tenido Estados Unidos, no era en ese momento para mí lo más importante, quería recrearme buscando las campanas que una mujer escritora se atrevió a tocar para liberarse y la pregunta que me hice fue: ¿Liberarse de qué? Liberación espiritual dicen los críticos y así se insinúa en el libro.
Me vino a la mente esa fascinación por las campanas que asiste a algunos escritores, Ernest Hemingway ‘¿Por quién doblan las campanas?´, novela sumergida en plena Guerra Civil Española, pero ese título lo tomó del poeta metafísico John Donne de sus Meditaciones XVII, ese mismo que nos habló de la multiplicidad del ser.
Volviendo al libro de la Braschi, ese imperio que se autocalifica de los sueños y que pocos lo realizan, aunque crucen la peligrosa frontera y quizás saltarán muros, lo escribe con el estro poético encendido, con palabras entretejidas aunque no se soporten entre ellas, (porque he comprobado que en el mundo de las palabras también hay odios y envidias) como cuando dice: “…yo invito a que bailen por mí, a que rían por mí, a que me digan que sí”… Y tranquilamente puede saltar a comparar un huevo frito con una estrella o a dialogar con un payaso.
‘El Imperio de los sueños’ ha sido calificado por algunos críticos, como un libro raro , pero con un encanto oculto que atrapa; a mí me llevó a conocer, lo repito, la catedral de San Patrick, un día de primavera en New York, una bella iglesia, en donde tiene un altar especial la patrona de América, la Virgen de Guadalupe, al salir de ella, ahí al frente, cruzando la calle, está Rockefeller Center, con la estatua de Atlas luchando por soportar el mundo en su espalda, fue cuando me pregunté: ¿ A qué torre, de qué iglesia subiría un colombiano a tocar las campanas como un acto de liberación de los corruptos, de los que nos tienen al borde del abismo? Creo que si toca al viento todas las campas de las iglesias de nuestro país, nadie las va a escuchar. Estamos sordos en el imperio en el que se han perdido los sueños, tilín, titán, ¿lo podremos rescatar?