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Columnista - 13 mayo, 2019

Rubalcaba

Tal vez uno de los documentales que más tensión me ha causado, mientras lo veía, ha sido el El fin de ETA. En él se narra los diez años de encuentros, conversaciones, complicaciones y momentos de gran dolor, atentados y muertos, del rumbo seguido para terminar con la violencia de este grupo. Y también, es […]

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Tal vez uno de los documentales que más tensión me ha causado, mientras lo veía, ha sido el El fin de ETA. En él se narra los diez años de encuentros, conversaciones, complicaciones y momentos de gran dolor, atentados y muertos, del rumbo seguido para terminar con la violencia de este grupo. Y también, es lo que emociona, se puede ver con certeza la voluntad para crear las condiciones de los acuerdos cuando parecían perdidos, para reencontrar un camino, para no perderse del fin último, la grandeza, la generosidad, lo sacrificado. Sus protagonistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, Jesús Eguiguren y Arnaldo Otegui nos asombran, porque como espectador y de cara a todo lo que allí se muestra, no podría pensar que escondieron cartas debajo de la mesa, o que buscaban protagonismos históricos, o que querían ganarle el pulso político a nadie. La frase inicial del entonces presidente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren al dirigente de Batasuna, Arnado Otegi fue: “¿Es que vamos a dejar esto para la siguiente generación?” y eso abrió el inicio de una conversación que no cesaría hasta lograr el fin en octubre de 2011.

En el documental, es la primera vez que Rubalcaba, ministro del Interior del Gobierno Zapatero que anunció el cese de la violencia, habla públicamente sobre toda la negociación, mantenida en secreto. Una prudencia que reconocía el trabajo realizado por el gobierno de González o de Aznar, lo cual, es nuevamente una muestra de que los grandes objetivos, frente a temas de violencia, no requieren show mediático, cuando en realidad se pretende que esta violencia llegue a su fin sin retorno y cuando ha pensado al detalle, planeado y organizado todas las garantías para las víctimas y para los victimarios, que es el deber.

Pues bien, ha muerto uno de los protagonistas de este documental y de esta historia de 40 años y España está de luto. Ha muerto Rubalcaba como se le nombra. Le pudo decir a su país de manera insistente que ETA había terminado reconociendo su fracaso y sin lograr ningún objetivo político. Seguramente otra parte de España piensa que los hubo y que se negoció debajo de la mesa. Pero, caben las dudas de que hubieran sido sendas negociaciones y ventajosas para ETA, cuando los protagonistas son capaces de hablar abiertamente y se muestran las posiciones y los hechos de manera simultánea, como se ve en este documental. Es por lo menos un documento abierto para España y para las víctimas, quienes también son protagonistas y narradores.

Rubalcaba se retiró en 2014 luego de los malos resultados del PSOE, tras una carrera política admirable y todos los cargos públicos que lo hicieron un hombre de Estado. Se fue a su puesto de profesor de química en la Complutense. Era un químico el hombre que se necesitaba para desarmar las bombas de la ETA

Columnista
13 mayo, 2019

Rubalcaba

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
María Angélica Pumarejo

Tal vez uno de los documentales que más tensión me ha causado, mientras lo veía, ha sido el El fin de ETA. En él se narra los diez años de encuentros, conversaciones, complicaciones y momentos de gran dolor, atentados y muertos, del rumbo seguido para terminar con la violencia de este grupo. Y también, es […]


Tal vez uno de los documentales que más tensión me ha causado, mientras lo veía, ha sido el El fin de ETA. En él se narra los diez años de encuentros, conversaciones, complicaciones y momentos de gran dolor, atentados y muertos, del rumbo seguido para terminar con la violencia de este grupo. Y también, es lo que emociona, se puede ver con certeza la voluntad para crear las condiciones de los acuerdos cuando parecían perdidos, para reencontrar un camino, para no perderse del fin último, la grandeza, la generosidad, lo sacrificado. Sus protagonistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, Jesús Eguiguren y Arnaldo Otegui nos asombran, porque como espectador y de cara a todo lo que allí se muestra, no podría pensar que escondieron cartas debajo de la mesa, o que buscaban protagonismos históricos, o que querían ganarle el pulso político a nadie. La frase inicial del entonces presidente del Partido Socialista de Euskadi, Jesús Eguiguren al dirigente de Batasuna, Arnado Otegi fue: “¿Es que vamos a dejar esto para la siguiente generación?” y eso abrió el inicio de una conversación que no cesaría hasta lograr el fin en octubre de 2011.

En el documental, es la primera vez que Rubalcaba, ministro del Interior del Gobierno Zapatero que anunció el cese de la violencia, habla públicamente sobre toda la negociación, mantenida en secreto. Una prudencia que reconocía el trabajo realizado por el gobierno de González o de Aznar, lo cual, es nuevamente una muestra de que los grandes objetivos, frente a temas de violencia, no requieren show mediático, cuando en realidad se pretende que esta violencia llegue a su fin sin retorno y cuando ha pensado al detalle, planeado y organizado todas las garantías para las víctimas y para los victimarios, que es el deber.

Pues bien, ha muerto uno de los protagonistas de este documental y de esta historia de 40 años y España está de luto. Ha muerto Rubalcaba como se le nombra. Le pudo decir a su país de manera insistente que ETA había terminado reconociendo su fracaso y sin lograr ningún objetivo político. Seguramente otra parte de España piensa que los hubo y que se negoció debajo de la mesa. Pero, caben las dudas de que hubieran sido sendas negociaciones y ventajosas para ETA, cuando los protagonistas son capaces de hablar abiertamente y se muestran las posiciones y los hechos de manera simultánea, como se ve en este documental. Es por lo menos un documento abierto para España y para las víctimas, quienes también son protagonistas y narradores.

Rubalcaba se retiró en 2014 luego de los malos resultados del PSOE, tras una carrera política admirable y todos los cargos públicos que lo hicieron un hombre de Estado. Se fue a su puesto de profesor de química en la Complutense. Era un químico el hombre que se necesitaba para desarmar las bombas de la ETA