I Una divina fortuna que nos concede la vida es nuestra madre querida, porque madre solo hay una. Su vientre sagrada cuna nuestra primera estación, crece su tierna ilusión cuando llega el nacimiento; ungida de sentimiento le pide a Dios bendición. II A la madre Dios bendijo con las semillas del bien, […]
I
Una divina fortuna
que nos concede la vida
es nuestra madre querida,
porque madre solo hay una.
Su vientre sagrada cuna
nuestra primera estación,
crece su tierna ilusión
cuando llega el nacimiento;
ungida de sentimiento
le pide a Dios bendición.
II
A la madre Dios bendijo
con las semillas del bien,
el hogar es un edén
donde florecen los hijos.
Celebra con regocijo
ella es fuente primorosa,
diamantina generosa
es el alma de la madre,
en sus manos el baladre
nunca germina su rosa.
III
Toda madre es una santa
para su esposo y sus hijos,
sus brazos son el abrigo,
su cariño no se espanta;
emergen de su garganta
los consejos con piedad,
siempre dice la verdad
con tino y delicadeza;
brilla sobre su cabeza
la corona de lealtad.
IV
La palabra comprensión
es una flor en sus labios,
con la prudencia del sabio
ha cultivado el amor.
Ella practica el perdón
que la iglesia ha predicado,
a Judas nunca ha quemado
ni siquiera en la intención,
porque hay en su corazón
un rosal santificado.
I Una divina fortuna que nos concede la vida es nuestra madre querida, porque madre solo hay una. Su vientre sagrada cuna nuestra primera estación, crece su tierna ilusión cuando llega el nacimiento; ungida de sentimiento le pide a Dios bendición. II A la madre Dios bendijo con las semillas del bien, […]
I
Una divina fortuna
que nos concede la vida
es nuestra madre querida,
porque madre solo hay una.
Su vientre sagrada cuna
nuestra primera estación,
crece su tierna ilusión
cuando llega el nacimiento;
ungida de sentimiento
le pide a Dios bendición.
II
A la madre Dios bendijo
con las semillas del bien,
el hogar es un edén
donde florecen los hijos.
Celebra con regocijo
ella es fuente primorosa,
diamantina generosa
es el alma de la madre,
en sus manos el baladre
nunca germina su rosa.
III
Toda madre es una santa
para su esposo y sus hijos,
sus brazos son el abrigo,
su cariño no se espanta;
emergen de su garganta
los consejos con piedad,
siempre dice la verdad
con tino y delicadeza;
brilla sobre su cabeza
la corona de lealtad.
IV
La palabra comprensión
es una flor en sus labios,
con la prudencia del sabio
ha cultivado el amor.
Ella practica el perdón
que la iglesia ha predicado,
a Judas nunca ha quemado
ni siquiera en la intención,
porque hay en su corazón
un rosal santificado.