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Columnista - 21 abril, 2019

Viacrucis y reflexiones

La actividad política de Colombia y sus actores principales no tienen que esperar la Semana Santa para vivir su propio viacrucis (en latín: “camino de la cruz”). La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos. En Semana Santa aún se […]

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La actividad política de Colombia y sus actores principales no tienen que esperar la Semana Santa para vivir su propio viacrucis (en latín: “camino de la cruz”). La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos.

En Semana Santa aún se guarda reverencia a cada momento celebrado, los feligreses resguardados en el capítulo 11 versículo 1 que define la fe, como: “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, reflexionamos sobre las estrategias para superar las condiciones insuperables de la vida. Tarea nada sencilla, pero se ha convertido en una rutina para los colombianos.

Desde la versión escolar, según la cual debemos nuestra libertad a un florero, hemos realizado nuestro viacrucis en el proceso de construir la República. Desde entonces, no hemos podido reflexionar sobre las situaciones adversas de nuestro origen ni definir para dónde vamos. La escritura de nuestra historia describe un balance agridulce y reclama instituciones democráticas sólidas, para enfrentar los retos que la humanidad convida. Para este propósito los hombres de estado están llamados a reasentar las bases de las instituciones, con fundamentos legales y credibilidad indestructible.

En Colombia contamos con estos elementos, pero con notables fisuras, concebidas esencialmente por los efectos destructivos de la corrupción. En consecuencia, la ejecución de los procesos políticos ha mutado hacia la estrategia del odio como argumento para optar por el poder. Los 19 años de este siglo son ejemplarizantes, en cada periodo se ha profundizado la polarización sin desaprovechar los ingredientes nacientes o de este tiempo como los fake news y los discursos incendiarios comandados por la combinación del caudillo y el profeta. Estos elementos han sido utilizados para nutrir el odio de clases, la división y la capacidad de convertir a las víctimas en victimarios y viceversa. Así mismo, las maniobras populistas para enardecer a las masas, la fabricación de enemigos, el desprecio y descalificación de los medios de comunicación y el acercamiento con gobernantes autócratas con la debida expresión de admiración.

En estos escenarios nadie asume responsabilidades, al contrario, promueven la descomposición del orden institucional en vez de poner al país por encima de las circunstancias. No obstante, hemos alcanzado esos límites, el país se debate en el antagonismo de los dirigentes, modelos o procesos políticos de izquierda y de derecha. En esa burbuja la gente no analiza las similitudes de cada sistema, pero se queda con las diferencias y con mucha razón con el foco peligroso y devastador que significa Venezuela. Es tiempo de reflexionar la labor institucional y ejercerla con decoro y probidad, para salir de la incierta creencia que dando paso a hombres fuertes salvadores y totalitarios terminamos nuestro viacrucis estatal.

@LuchoDiaz12

Columnista
21 abril, 2019

Viacrucis y reflexiones

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

La actividad política de Colombia y sus actores principales no tienen que esperar la Semana Santa para vivir su propio viacrucis (en latín: “camino de la cruz”). La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos. En Semana Santa aún se […]


La actividad política de Colombia y sus actores principales no tienen que esperar la Semana Santa para vivir su propio viacrucis (en latín: “camino de la cruz”). La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos objetivos.

En Semana Santa aún se guarda reverencia a cada momento celebrado, los feligreses resguardados en el capítulo 11 versículo 1 que define la fe, como: “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, reflexionamos sobre las estrategias para superar las condiciones insuperables de la vida. Tarea nada sencilla, pero se ha convertido en una rutina para los colombianos.

Desde la versión escolar, según la cual debemos nuestra libertad a un florero, hemos realizado nuestro viacrucis en el proceso de construir la República. Desde entonces, no hemos podido reflexionar sobre las situaciones adversas de nuestro origen ni definir para dónde vamos. La escritura de nuestra historia describe un balance agridulce y reclama instituciones democráticas sólidas, para enfrentar los retos que la humanidad convida. Para este propósito los hombres de estado están llamados a reasentar las bases de las instituciones, con fundamentos legales y credibilidad indestructible.

En Colombia contamos con estos elementos, pero con notables fisuras, concebidas esencialmente por los efectos destructivos de la corrupción. En consecuencia, la ejecución de los procesos políticos ha mutado hacia la estrategia del odio como argumento para optar por el poder. Los 19 años de este siglo son ejemplarizantes, en cada periodo se ha profundizado la polarización sin desaprovechar los ingredientes nacientes o de este tiempo como los fake news y los discursos incendiarios comandados por la combinación del caudillo y el profeta. Estos elementos han sido utilizados para nutrir el odio de clases, la división y la capacidad de convertir a las víctimas en victimarios y viceversa. Así mismo, las maniobras populistas para enardecer a las masas, la fabricación de enemigos, el desprecio y descalificación de los medios de comunicación y el acercamiento con gobernantes autócratas con la debida expresión de admiración.

En estos escenarios nadie asume responsabilidades, al contrario, promueven la descomposición del orden institucional en vez de poner al país por encima de las circunstancias. No obstante, hemos alcanzado esos límites, el país se debate en el antagonismo de los dirigentes, modelos o procesos políticos de izquierda y de derecha. En esa burbuja la gente no analiza las similitudes de cada sistema, pero se queda con las diferencias y con mucha razón con el foco peligroso y devastador que significa Venezuela. Es tiempo de reflexionar la labor institucional y ejercerla con decoro y probidad, para salir de la incierta creencia que dando paso a hombres fuertes salvadores y totalitarios terminamos nuestro viacrucis estatal.

@LuchoDiaz12