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Columnista - 7 octubre, 2010

El falangismo en acción

Por: Luis Napoleón de Armas P En casi todo el mundo, los partidos políticos son los soportes de las diferentes tendencias y formas de manejar la cosa pública; ellos son los que perduran en el tiempo y en ellos se sienten representados los ciudadanos; las  personas que hayan ocupado el primer cargo de la Nación […]

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Por: Luis Napoleón de Armas P

En casi todo el mundo, los partidos políticos son los soportes de las diferentes tendencias y formas de manejar la cosa pública; ellos son los que perduran en el tiempo y en ellos se sienten representados los ciudadanos; las  personas que hayan ocupado el primer cargo de la Nación representarán pro témpore a esos partidos, pero terminado su periodo, solo el partido continúa trazando líneas en materia política, no el “ex”, quien ya tuvo su oportunidad en una coyuntura determinada para uno o mas periodos, según el caso. En Colombia no es así; los “ex” se erigen en dioses u oráculos de quienes fueron sus subalternos en su gobierno y se convierten, en muchos casos, en mulas muertas que impiden el funcionamiento del gobierno sucesor. Muchos “ex” se niegan a ceder el poder y continúan blandiendo sus espadas; vivir sin el poder total les hace enfermizos, es algo paranoico. Es lo que casi siempre hemos observado, pero el sumun de esta aberración la tiene el ex Uribe pese a que su sucesor fue extraído de sus propias filas, pero no le gusta su estilo liberal, muy diferente a Uribito, es más abierto al diálogo y respetuoso de la normatividad vigente. Las diferencias ya comienzan a aflorar; las leyes de tierras y de víctimas y con ellas el reconocimiento de que existe un conflicto, la terna para elegir fiscal, la inclusión de partidos diferentes a la U y al conservador en la llamada unidad nacional, los diálogos con Chávez, el acercamiento a UNASUR, la no defensa pública de los parapolíticos y chuzadores, la integración del equipo de gobierno del presidente Santos, son, entre otras cosas, los puntos que, quizás, han obligado al ex Uribe a abandonar su sosegada cátedra internacional para montar un gobierno en la sombra. Ya convocó a sus falanges para atrapar de nuevo al país, desde la periferia, con alcaldías y gobernaciones, con cartilla en mano de la derecha ideológica y confesional.
Por supuesto, el ex Uribe tiene todos sus derechos a tratar de mantener unidas sus fuerzas de reacción y, legalmente, nadie le puede quitar esas posibilidades. Lo que sí le podemos solicitar, con todo respeto, al “ex” es que no siga predicando la intolerancia con quienes no comulgan sus credos. Sus actuaciones se han convertido en un nuevo paradigma nacional; la pugnacidad es lo “in”, ya ni siquiera hay tolerancia en las escuelas donde todo era armonía y compañerismo; ahora los alumnos portan pistolas y cuchillos en vez de calculadoras y todo mundo está prevenido; eso no se había visto con tanta frecuencia e intensidad en el país, quizás, ni cuando operaba la siniestra chulavita.  Que se agarren bien la oposición y amigos no pura sangre; un estructura seudo-jurídica de ablandamiento comenzó a andar; los dardos del Procurador General de la Nación ya comenzaron a oscurecer el firmamento; un blanco ideal fue la senadora Piedad Córdoba, el disciplinario contra ella así lo hace pensar. Pronto arderán las hogueras contra los disidentes, herejes y libros donde se ejercite la razón. Ya están listos los francotiradores para dispararles a todos los que quieran revertir la tierra quitada a los campesinos, a sangre y fuego, como en la conquista española; aquí la tierra no es para quien la trabaja sino para quien tiene las armas; no es para quien siembra comida, es para quienes cultivan palma. La consigna es acabar con el pensamiento crítico. Santos no es José Martí, pero su agenda difiere de la de su antecesor y tendrá que decidir entre el futuro y el ayer. Ese solo acto de valor lo hará diferente para la historia o quedará rezagado en el pasado ignominioso. Manos a la obra, no hay tiempo que perder.
[email protected]

Columnista
7 octubre, 2010

El falangismo en acción

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Por: Luis Napoleón de Armas P En casi todo el mundo, los partidos políticos son los soportes de las diferentes tendencias y formas de manejar la cosa pública; ellos son los que perduran en el tiempo y en ellos se sienten representados los ciudadanos; las  personas que hayan ocupado el primer cargo de la Nación […]


Por: Luis Napoleón de Armas P

En casi todo el mundo, los partidos políticos son los soportes de las diferentes tendencias y formas de manejar la cosa pública; ellos son los que perduran en el tiempo y en ellos se sienten representados los ciudadanos; las  personas que hayan ocupado el primer cargo de la Nación representarán pro témpore a esos partidos, pero terminado su periodo, solo el partido continúa trazando líneas en materia política, no el “ex”, quien ya tuvo su oportunidad en una coyuntura determinada para uno o mas periodos, según el caso. En Colombia no es así; los “ex” se erigen en dioses u oráculos de quienes fueron sus subalternos en su gobierno y se convierten, en muchos casos, en mulas muertas que impiden el funcionamiento del gobierno sucesor. Muchos “ex” se niegan a ceder el poder y continúan blandiendo sus espadas; vivir sin el poder total les hace enfermizos, es algo paranoico. Es lo que casi siempre hemos observado, pero el sumun de esta aberración la tiene el ex Uribe pese a que su sucesor fue extraído de sus propias filas, pero no le gusta su estilo liberal, muy diferente a Uribito, es más abierto al diálogo y respetuoso de la normatividad vigente. Las diferencias ya comienzan a aflorar; las leyes de tierras y de víctimas y con ellas el reconocimiento de que existe un conflicto, la terna para elegir fiscal, la inclusión de partidos diferentes a la U y al conservador en la llamada unidad nacional, los diálogos con Chávez, el acercamiento a UNASUR, la no defensa pública de los parapolíticos y chuzadores, la integración del equipo de gobierno del presidente Santos, son, entre otras cosas, los puntos que, quizás, han obligado al ex Uribe a abandonar su sosegada cátedra internacional para montar un gobierno en la sombra. Ya convocó a sus falanges para atrapar de nuevo al país, desde la periferia, con alcaldías y gobernaciones, con cartilla en mano de la derecha ideológica y confesional.
Por supuesto, el ex Uribe tiene todos sus derechos a tratar de mantener unidas sus fuerzas de reacción y, legalmente, nadie le puede quitar esas posibilidades. Lo que sí le podemos solicitar, con todo respeto, al “ex” es que no siga predicando la intolerancia con quienes no comulgan sus credos. Sus actuaciones se han convertido en un nuevo paradigma nacional; la pugnacidad es lo “in”, ya ni siquiera hay tolerancia en las escuelas donde todo era armonía y compañerismo; ahora los alumnos portan pistolas y cuchillos en vez de calculadoras y todo mundo está prevenido; eso no se había visto con tanta frecuencia e intensidad en el país, quizás, ni cuando operaba la siniestra chulavita.  Que se agarren bien la oposición y amigos no pura sangre; un estructura seudo-jurídica de ablandamiento comenzó a andar; los dardos del Procurador General de la Nación ya comenzaron a oscurecer el firmamento; un blanco ideal fue la senadora Piedad Córdoba, el disciplinario contra ella así lo hace pensar. Pronto arderán las hogueras contra los disidentes, herejes y libros donde se ejercite la razón. Ya están listos los francotiradores para dispararles a todos los que quieran revertir la tierra quitada a los campesinos, a sangre y fuego, como en la conquista española; aquí la tierra no es para quien la trabaja sino para quien tiene las armas; no es para quien siembra comida, es para quienes cultivan palma. La consigna es acabar con el pensamiento crítico. Santos no es José Martí, pero su agenda difiere de la de su antecesor y tendrá que decidir entre el futuro y el ayer. Ese solo acto de valor lo hará diferente para la historia o quedará rezagado en el pasado ignominioso. Manos a la obra, no hay tiempo que perder.
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