Los procesos revolucionarios de derecha o de izquierda al contrario de lo que podría pensarse comparten similitudes. Habitualmente son comandos por la combinación del caudillo y el profeta, invocan modelos de reconversión social, política y económica, conmueven mediante conceptos gaseosos como la igualdad, la autodeterminación de los pueblos, la soberanía nacional y la libertad. También […]
Los procesos revolucionarios de derecha o de izquierda al contrario de lo que podría pensarse comparten similitudes. Habitualmente son comandos por la combinación del caudillo y el profeta, invocan modelos de reconversión social, política y económica, conmueven mediante conceptos gaseosos como la igualdad, la autodeterminación de los pueblos, la soberanía nacional y la libertad. También aprovechan ingredientes disruptivos como los “fake news” y los discursos incendiarios.
Estos elementos los utilizan para nutrir el odio de clases, la división y la capacidad de convertir a las víctimas en victimarios y viceversa. Así mismo, el diseño de campañas para enardecer a las masas, la fabricación de enemigos, el desprecio y descalificación de los medios de comunicación y el acercamiento con gobernantes autócratas con la debida expresión de admiración.
Con el potencial económico de Venezuela y las fortalezas que pudieron crearse en torno a la industria petrolera, es menester resaltar que fue un error absoluto el proceso forjado bajo la figura de Hugo Chávez y seguido con muchas debilidades por Nicolás Maduro. Chávez y Maduro pretendieron construir una visión de gobierno continental en vez de hacer una introspección que tuviera como fin anticiparse a las tendencias mundiales, concebir las aspiraciones ciudadanas y los objetivos gubernamentales en aras de diversificar la estructura productiva para ganar autonomía, generar empleo de calidad, trabajar en reformas educativa y judicial y combatir y acabar la corrupción. Este tipo de iniciativas entre 1959 y 1990, fueron emprendidas y lideradas por Lee Kuan Yew, el impulsó de estas reformas permitieron que Singapur, revirtiera las estructuras de corrupción y de debilidad institucional, para convertirse en un territorio de desarrollo garante de deberes y derechos.
La actualidad de Venezuela está regida por los movimientos de la mano invisible. El reconocimiento mundial de Juan Guaidó como presidente, aceleró la prohibición de comercio de petróleo con el gobierno de Nicolás Maduro. Esa presión tenía por objetivo derrocar rápidamente al régimen. Sin embargo, a la crisis política, económica y social no le conocemos fecha de vencimiento.
Por fortuna las consideraciones de acción militar se mueven en el péndulo del cálculo político y en el agotamiento de las vías diplomáticas. Los vecinos de Venezuela y los líderes mundiales de manera sensata han dejado de lado “pro tempore” la opción militar. Ninguna guerra corta y rápida es necesaria, porque en vez de apaciguar la situación podría hacerla larga y duradera.
La recuperación de Venezuela tendrá que surtir obligaciones con sus acreedores, que defenderán sus intereses teniendo claro los riesgos intrínsecos. También deberán cumplir los pactos hechos con los aliados para derrocar a Nicolás Maduro, seguramente en medio de las turbulencias del precio del petróleo y la función de la mano invisible.
El problema de Venezuela no ha sido tanto del sistema político – económico, han sido sus dirigentes los directamente responsables. Chávez, caudillo y profeta profundizó la crisis creyendo que reencarnaba en Simón Bolívar, forjando liderazgo apalancado por las divisas del petróleo.
@LuchoDiaz12
Los procesos revolucionarios de derecha o de izquierda al contrario de lo que podría pensarse comparten similitudes. Habitualmente son comandos por la combinación del caudillo y el profeta, invocan modelos de reconversión social, política y económica, conmueven mediante conceptos gaseosos como la igualdad, la autodeterminación de los pueblos, la soberanía nacional y la libertad. También […]
Los procesos revolucionarios de derecha o de izquierda al contrario de lo que podría pensarse comparten similitudes. Habitualmente son comandos por la combinación del caudillo y el profeta, invocan modelos de reconversión social, política y económica, conmueven mediante conceptos gaseosos como la igualdad, la autodeterminación de los pueblos, la soberanía nacional y la libertad. También aprovechan ingredientes disruptivos como los “fake news” y los discursos incendiarios.
Estos elementos los utilizan para nutrir el odio de clases, la división y la capacidad de convertir a las víctimas en victimarios y viceversa. Así mismo, el diseño de campañas para enardecer a las masas, la fabricación de enemigos, el desprecio y descalificación de los medios de comunicación y el acercamiento con gobernantes autócratas con la debida expresión de admiración.
Con el potencial económico de Venezuela y las fortalezas que pudieron crearse en torno a la industria petrolera, es menester resaltar que fue un error absoluto el proceso forjado bajo la figura de Hugo Chávez y seguido con muchas debilidades por Nicolás Maduro. Chávez y Maduro pretendieron construir una visión de gobierno continental en vez de hacer una introspección que tuviera como fin anticiparse a las tendencias mundiales, concebir las aspiraciones ciudadanas y los objetivos gubernamentales en aras de diversificar la estructura productiva para ganar autonomía, generar empleo de calidad, trabajar en reformas educativa y judicial y combatir y acabar la corrupción. Este tipo de iniciativas entre 1959 y 1990, fueron emprendidas y lideradas por Lee Kuan Yew, el impulsó de estas reformas permitieron que Singapur, revirtiera las estructuras de corrupción y de debilidad institucional, para convertirse en un territorio de desarrollo garante de deberes y derechos.
La actualidad de Venezuela está regida por los movimientos de la mano invisible. El reconocimiento mundial de Juan Guaidó como presidente, aceleró la prohibición de comercio de petróleo con el gobierno de Nicolás Maduro. Esa presión tenía por objetivo derrocar rápidamente al régimen. Sin embargo, a la crisis política, económica y social no le conocemos fecha de vencimiento.
Por fortuna las consideraciones de acción militar se mueven en el péndulo del cálculo político y en el agotamiento de las vías diplomáticas. Los vecinos de Venezuela y los líderes mundiales de manera sensata han dejado de lado “pro tempore” la opción militar. Ninguna guerra corta y rápida es necesaria, porque en vez de apaciguar la situación podría hacerla larga y duradera.
La recuperación de Venezuela tendrá que surtir obligaciones con sus acreedores, que defenderán sus intereses teniendo claro los riesgos intrínsecos. También deberán cumplir los pactos hechos con los aliados para derrocar a Nicolás Maduro, seguramente en medio de las turbulencias del precio del petróleo y la función de la mano invisible.
El problema de Venezuela no ha sido tanto del sistema político – económico, han sido sus dirigentes los directamente responsables. Chávez, caudillo y profeta profundizó la crisis creyendo que reencarnaba en Simón Bolívar, forjando liderazgo apalancado por las divisas del petróleo.
@LuchoDiaz12