Todo el mundo habla del postconflicto. En una reunión de columnistas de El Pilón, pregunté a un experto en el tema, si se podía hablar de la terminación del intrincado conflicto colombiano, y contestó que consistía principalmente en dejar las armas…Otro insistió en que estábamos en paz, que vivíamos en paz, en ese momento sonaron […]
Todo el mundo habla del postconflicto. En una reunión de columnistas de El Pilón, pregunté a un experto en el tema, si se podía hablar de la terminación del intrincado conflicto colombiano, y contestó que consistía principalmente en dejar las armas…Otro insistió en que estábamos en paz, que vivíamos en paz, en ese momento sonaron los teléfonos con mensajes que anunciaban el estallido del carro bomba en la Escuela General Santander, hice mutis por el foro, no había razón para discutir, mientras una veintena de vidas jóvenes se apagaba de manera violenta.
El desarrollo del trágico momento ya se conoce. Hubo muchas lágrimas frente a los televisores, era de nuevo el horror que aparecía en una forma, no esclarecida, de un suicida; claro, con un grupo terrorista detrás de él.
Entonces no se puede hablar con seguridad absoluta de postconflicto, si las madres lloran a sus hijos, si los padres tratan de ser valientes, si hay sangre regada en el suelo patrio. Que se dejaron las armas, lo que el gobierno pactó con las FARC, es cierto, pero se cambiaron por estallidos letales. Entonces hay un medio-postconflicto, porque la otra mitad, el otro grupo rebelde aumentado, al parecer, por la disidencia del ya mencionado, sigue armado y repartiendo terror.
La situación colombiana es intrincada, hay grupos violentos en todas partes, con distintos nombres, pero con el mismo objetivo de sembrar el terror, cuando esto escribo se programa una marcha de pañuelos blancos pidiendo la paz, ya se han hecho muchas a lo largo de la historia, ellas consuelan al país adolorido, pero no a los actores del dolor, ellos son insensibles.
Duele el país, duelen las vidas que se perdieron, soles que apenas comenzaban su camino de esperanzas y los apagaron de un bombazo, duelen sus familias transidas, duele hasta el fin.
¿Entonces hay postconflicto? Pasaré como ignorante ante los entendidos en estas cuestiones de la guerra o de la violencia, pero yo me ciño a la palabra, si la descomponemos el post, es el después y conflicto, que no es exacta para calificar este lapso violento, sería después de la guerra, pero las palabras son maleables y esa fue la que escogieron.
El conflicto o la guerra o la violencia sigue, se agranda, aunque un grupo haya dejado las armas y se hayan aminorado los secuestros, porque hay muchos factores incrustados en el país, desde todos los flancos; cuando ellos dejen su accionar violento, ‘y el día no esté lejano’, sí podremos hablar de postconflicto o postguerra.
Todo el mundo habla del postconflicto. En una reunión de columnistas de El Pilón, pregunté a un experto en el tema, si se podía hablar de la terminación del intrincado conflicto colombiano, y contestó que consistía principalmente en dejar las armas…Otro insistió en que estábamos en paz, que vivíamos en paz, en ese momento sonaron […]
Todo el mundo habla del postconflicto. En una reunión de columnistas de El Pilón, pregunté a un experto en el tema, si se podía hablar de la terminación del intrincado conflicto colombiano, y contestó que consistía principalmente en dejar las armas…Otro insistió en que estábamos en paz, que vivíamos en paz, en ese momento sonaron los teléfonos con mensajes que anunciaban el estallido del carro bomba en la Escuela General Santander, hice mutis por el foro, no había razón para discutir, mientras una veintena de vidas jóvenes se apagaba de manera violenta.
El desarrollo del trágico momento ya se conoce. Hubo muchas lágrimas frente a los televisores, era de nuevo el horror que aparecía en una forma, no esclarecida, de un suicida; claro, con un grupo terrorista detrás de él.
Entonces no se puede hablar con seguridad absoluta de postconflicto, si las madres lloran a sus hijos, si los padres tratan de ser valientes, si hay sangre regada en el suelo patrio. Que se dejaron las armas, lo que el gobierno pactó con las FARC, es cierto, pero se cambiaron por estallidos letales. Entonces hay un medio-postconflicto, porque la otra mitad, el otro grupo rebelde aumentado, al parecer, por la disidencia del ya mencionado, sigue armado y repartiendo terror.
La situación colombiana es intrincada, hay grupos violentos en todas partes, con distintos nombres, pero con el mismo objetivo de sembrar el terror, cuando esto escribo se programa una marcha de pañuelos blancos pidiendo la paz, ya se han hecho muchas a lo largo de la historia, ellas consuelan al país adolorido, pero no a los actores del dolor, ellos son insensibles.
Duele el país, duelen las vidas que se perdieron, soles que apenas comenzaban su camino de esperanzas y los apagaron de un bombazo, duelen sus familias transidas, duele hasta el fin.
¿Entonces hay postconflicto? Pasaré como ignorante ante los entendidos en estas cuestiones de la guerra o de la violencia, pero yo me ciño a la palabra, si la descomponemos el post, es el después y conflicto, que no es exacta para calificar este lapso violento, sería después de la guerra, pero las palabras son maleables y esa fue la que escogieron.
El conflicto o la guerra o la violencia sigue, se agranda, aunque un grupo haya dejado las armas y se hayan aminorado los secuestros, porque hay muchos factores incrustados en el país, desde todos los flancos; cuando ellos dejen su accionar violento, ‘y el día no esté lejano’, sí podremos hablar de postconflicto o postguerra.