Los hechos en la capital, la muerte de tantas personas, las heridas a toda una nación, siguen haciendo más grande la brecha cuando más unidos debemos estar alrededor de la autoridad, la ley y la persistencia en la búsqueda de una paz completa. Genera sinsabor presentar noticias que no solo enlutan a las familias de las víctimas fatales; a ellas un abrazo solidario, una palabra de aliento que tal vez se acerque al consuelo. Este es el momento del abrazo nacional y también el momento de comprender que el camino correcto, aunque con sus complejidades, es el del diálogo, superando prevenciones y posturas ideológicas que lo esquivan y radicalizan, sin renunciar al uso efectivo de la fuerza, regulada por la ley, de enfrentar, capturar, reducir y disuadir a los violentos en sus diferentes matices.
Los hechos en la capital, la muerte de tantas personas, las heridas a toda una nación, siguen haciendo más grande la brecha cuando más unidos debemos estar alrededor de la autoridad, la ley y la persistencia en la búsqueda de una paz completa. Genera sinsabor presentar noticias que no solo enlutan a las familias de las víctimas fatales; a ellas un abrazo solidario, una palabra de aliento que tal vez se acerque al consuelo. Este es el momento del abrazo nacional y también el momento de comprender que el camino correcto, aunque con sus complejidades, es el del diálogo, superando prevenciones y posturas ideológicas que lo esquivan y radicalizan, sin renunciar al uso efectivo de la fuerza, regulada por la ley, de enfrentar, capturar, reducir y disuadir a los violentos en sus diferentes matices.
Desde el mismo gobierno si se atiza con el uso mismo de las palabras, y no se obra con decisiones diferenciadas y apropiadas, se generan situaciones que no contribuyen al sosiego. Una radicalización con Venezuela, con el ELN, sectores en los que se anida el miedo y el acoso; con las disidencias de las farc o del llamado Clan del Golfo, igualmente, suelen llevar a actos de desespero y terror. Creemos que son muestras, paradójicamente, de su debilidad pero que no dejan de mostrar su ferocidad.
No olvidamos a los policías asesinados en Barranquilla, crimen que estos días cumple un año. No olvidamos la cruel ejecución de policías entre San Alberto y La Mata, sur del Cesar, el pasado mes de octubre. Hoy serán sepultados otros uniformados, miembros de una escuela de formación policial, jóvenes con gran futuro a nuestro servicio. Es una lástima que muchos ciudadanos del común y hasta personalidades del acontecer nacional estén utilizando esta terrible coyuntura para los señalamientos, las posiciones políticas que incentivan el conflicto. No es el momento. Es la hora del duelo y de la fraternidad. Es un momento de reflexión y de respuestas por supuesto, aquellas que nos ayuden a comprender nuestras tragedias.
A nuestros líderes les deseamos sabiduría, fuerza serena y contundente. A nuestra Policía Nacional, nos unimos a su dolor, su labor está sobre el filo de la navaja cada día y de manera anónima nos da tranquilidad, aquella que no se ve hasta que está comprometida. Condolencias a esas familias en un momento de indescriptible dolor.
Los hechos en la capital, la muerte de tantas personas, las heridas a toda una nación, siguen haciendo más grande la brecha cuando más unidos debemos estar alrededor de la autoridad, la ley y la persistencia en la búsqueda de una paz completa. Genera sinsabor presentar noticias que no solo enlutan a las familias de las víctimas fatales; a ellas un abrazo solidario, una palabra de aliento que tal vez se acerque al consuelo. Este es el momento del abrazo nacional y también el momento de comprender que el camino correcto, aunque con sus complejidades, es el del diálogo, superando prevenciones y posturas ideológicas que lo esquivan y radicalizan, sin renunciar al uso efectivo de la fuerza, regulada por la ley, de enfrentar, capturar, reducir y disuadir a los violentos en sus diferentes matices.
Los hechos en la capital, la muerte de tantas personas, las heridas a toda una nación, siguen haciendo más grande la brecha cuando más unidos debemos estar alrededor de la autoridad, la ley y la persistencia en la búsqueda de una paz completa. Genera sinsabor presentar noticias que no solo enlutan a las familias de las víctimas fatales; a ellas un abrazo solidario, una palabra de aliento que tal vez se acerque al consuelo. Este es el momento del abrazo nacional y también el momento de comprender que el camino correcto, aunque con sus complejidades, es el del diálogo, superando prevenciones y posturas ideológicas que lo esquivan y radicalizan, sin renunciar al uso efectivo de la fuerza, regulada por la ley, de enfrentar, capturar, reducir y disuadir a los violentos en sus diferentes matices.
Desde el mismo gobierno si se atiza con el uso mismo de las palabras, y no se obra con decisiones diferenciadas y apropiadas, se generan situaciones que no contribuyen al sosiego. Una radicalización con Venezuela, con el ELN, sectores en los que se anida el miedo y el acoso; con las disidencias de las farc o del llamado Clan del Golfo, igualmente, suelen llevar a actos de desespero y terror. Creemos que son muestras, paradójicamente, de su debilidad pero que no dejan de mostrar su ferocidad.
No olvidamos a los policías asesinados en Barranquilla, crimen que estos días cumple un año. No olvidamos la cruel ejecución de policías entre San Alberto y La Mata, sur del Cesar, el pasado mes de octubre. Hoy serán sepultados otros uniformados, miembros de una escuela de formación policial, jóvenes con gran futuro a nuestro servicio. Es una lástima que muchos ciudadanos del común y hasta personalidades del acontecer nacional estén utilizando esta terrible coyuntura para los señalamientos, las posiciones políticas que incentivan el conflicto. No es el momento. Es la hora del duelo y de la fraternidad. Es un momento de reflexión y de respuestas por supuesto, aquellas que nos ayuden a comprender nuestras tragedias.
A nuestros líderes les deseamos sabiduría, fuerza serena y contundente. A nuestra Policía Nacional, nos unimos a su dolor, su labor está sobre el filo de la navaja cada día y de manera anónima nos da tranquilidad, aquella que no se ve hasta que está comprometida. Condolencias a esas familias en un momento de indescriptible dolor.