Esta mujer irradia sabiduría y sus constancias en la vida le han dejado maravillosas huellas, sus ojos se sienten fuerte tanto como sus risotadas cuando celebra algo, me hace recordar a mi madre Dominga Zuleta Ramírez, sus palabras son punzantes de verdades sabias.
Esta mujer irradia sabiduría y sus constancias en la vida le han dejado maravillosas huellas, sus ojos se sienten fuerte tanto como sus risotadas cuando celebra algo, me hace recordar a mi madre Dominga Zuleta Ramírez, sus palabras son punzantes de verdades sabias.
El sábado anterior, uno de sus doce hijos (Belisario), quien es abogado, me invitó al 86 cumpleaños de Tirsa, como todos le dicen en el barrio 12 de Octubre en Valledupar.
Allí estuvo el Trío de Oro de los hermanos Moya y su padre Sergio Moya Molina. Fue una noche sobria, el compositor cantó sus canciones inmortales y hasta una inédita: “Frente a la vida”. Hubo mariachis y tambobanda.
Ahí, en la acera de la casa de Tirsa, el Trío de Oro con Leónidas, Sergio Junior y Freddy resplandecieron sus guitarras y la voz ronca y melodiosa de Sergio Moya le brindaron el merecido homenaje a esta matrona atanquera-vallenata.
Recuerda aquella época, cuando con su esposo Pedro Antonio Jiménez (+) iniciaron la invasión del 12 de Octubre, a comienzo de los años 60. “Fui invasora junto con la finada Amelia Manjarrez”, añadió.
Tuvo 12 hijos: Juan José, Pedro Antonio, Vicenta Sabina, Hugo, Álvaro, Marta Cecilia (+), Ovelio (está desaparecido), Mirian Inés (+), Belisario (vive con ella), Juan Carlos, Luz marina y Solfani (+).
Justifica que es hermoso tener muchos hijos. “Yo los quiero a todos por igual, a pesar de que todos los dedos de la mano no son iguales, ahí hay diferencias”.
Durante la celebración, Tirsa compartió con los invitados hasta entrar la madrugada y no escatimó ningún esfuerzo para bailar al son de las guitarras del Trío de Oro. “A mí me encanta una guitarra porque es tradicional de mi pueblo”, aclaró.
Sobre el festejo de sus 86 años dijo que fue “súper, sobrado de lote. Bailé mucho porque me inspiré, porque a mi edad uno no sabe el día que le toca alistar la maleta y el neceser”.
Dice que para vivir casi un siglo lo importante fue la crianza que le dieron sus padres. “Yo hice hasta tercero de primaria en la escuela Parroquial de Atánquez y no seguí estudiando porque mi padre me negó el libro de cuarto. Él dijo que eso costaba mucha plata, porque eran brutos, tenían una cabezona y no desarrollaban nada, ahí me quedé estancada”, aclaró.
Sus padres fueron Juan Antonio Luquez García y Pilar Orozco Hernández. Fueron 27 hermanos, de tres mujeres que tuvo su papá, y tiene entre 17 nietos y bisnietos.
“No me quejo de la vida ni de mis hijos, soy feliz a pesar de que tengo achaques y a veces amanezco adolorida, pero le doy gracias a Dios por todo lo que me ha dado”.
Narró que el día que se vino de Atánquez se trajo un caldero para hacer dulces y una máquina de coser de pedal y en Bucaramanga vendía mochilas de fique. “Con eso le colaboraba a mi esposo porque él nunca tuvo un trabajo fijo. Después, no me acuerdo cómo hicimos para criar y educar tantos pelaos”.
Tirsa está dichosa con todo lo que le ha dado la vida. Come mucho pan de maíz y aún regaña a sus hijos. “Hace poco regañé a Belisario porque es cascarrabias. Él me quiere mucho, pero a veces no me deja hacer las cosas que quiero hacer por estarme cuidando, quiere que otro me maneje, pero yo no me dejo”, concluyó. Hasta la próxima semana.
Por: Aquilino Cotes Zuleta
Esta mujer irradia sabiduría y sus constancias en la vida le han dejado maravillosas huellas, sus ojos se sienten fuerte tanto como sus risotadas cuando celebra algo, me hace recordar a mi madre Dominga Zuleta Ramírez, sus palabras son punzantes de verdades sabias.
Esta mujer irradia sabiduría y sus constancias en la vida le han dejado maravillosas huellas, sus ojos se sienten fuerte tanto como sus risotadas cuando celebra algo, me hace recordar a mi madre Dominga Zuleta Ramírez, sus palabras son punzantes de verdades sabias.
El sábado anterior, uno de sus doce hijos (Belisario), quien es abogado, me invitó al 86 cumpleaños de Tirsa, como todos le dicen en el barrio 12 de Octubre en Valledupar.
Allí estuvo el Trío de Oro de los hermanos Moya y su padre Sergio Moya Molina. Fue una noche sobria, el compositor cantó sus canciones inmortales y hasta una inédita: “Frente a la vida”. Hubo mariachis y tambobanda.
Ahí, en la acera de la casa de Tirsa, el Trío de Oro con Leónidas, Sergio Junior y Freddy resplandecieron sus guitarras y la voz ronca y melodiosa de Sergio Moya le brindaron el merecido homenaje a esta matrona atanquera-vallenata.
Recuerda aquella época, cuando con su esposo Pedro Antonio Jiménez (+) iniciaron la invasión del 12 de Octubre, a comienzo de los años 60. “Fui invasora junto con la finada Amelia Manjarrez”, añadió.
Tuvo 12 hijos: Juan José, Pedro Antonio, Vicenta Sabina, Hugo, Álvaro, Marta Cecilia (+), Ovelio (está desaparecido), Mirian Inés (+), Belisario (vive con ella), Juan Carlos, Luz marina y Solfani (+).
Justifica que es hermoso tener muchos hijos. “Yo los quiero a todos por igual, a pesar de que todos los dedos de la mano no son iguales, ahí hay diferencias”.
Durante la celebración, Tirsa compartió con los invitados hasta entrar la madrugada y no escatimó ningún esfuerzo para bailar al son de las guitarras del Trío de Oro. “A mí me encanta una guitarra porque es tradicional de mi pueblo”, aclaró.
Sobre el festejo de sus 86 años dijo que fue “súper, sobrado de lote. Bailé mucho porque me inspiré, porque a mi edad uno no sabe el día que le toca alistar la maleta y el neceser”.
Dice que para vivir casi un siglo lo importante fue la crianza que le dieron sus padres. “Yo hice hasta tercero de primaria en la escuela Parroquial de Atánquez y no seguí estudiando porque mi padre me negó el libro de cuarto. Él dijo que eso costaba mucha plata, porque eran brutos, tenían una cabezona y no desarrollaban nada, ahí me quedé estancada”, aclaró.
Sus padres fueron Juan Antonio Luquez García y Pilar Orozco Hernández. Fueron 27 hermanos, de tres mujeres que tuvo su papá, y tiene entre 17 nietos y bisnietos.
“No me quejo de la vida ni de mis hijos, soy feliz a pesar de que tengo achaques y a veces amanezco adolorida, pero le doy gracias a Dios por todo lo que me ha dado”.
Narró que el día que se vino de Atánquez se trajo un caldero para hacer dulces y una máquina de coser de pedal y en Bucaramanga vendía mochilas de fique. “Con eso le colaboraba a mi esposo porque él nunca tuvo un trabajo fijo. Después, no me acuerdo cómo hicimos para criar y educar tantos pelaos”.
Tirsa está dichosa con todo lo que le ha dado la vida. Come mucho pan de maíz y aún regaña a sus hijos. “Hace poco regañé a Belisario porque es cascarrabias. Él me quiere mucho, pero a veces no me deja hacer las cosas que quiero hacer por estarme cuidando, quiere que otro me maneje, pero yo no me dejo”, concluyó. Hasta la próxima semana.
Por: Aquilino Cotes Zuleta