Los padres también tienen la obligación de hacerlo. Los gobiernos lo hacen a fines de año. Lo hará nuestro Presidente, lo hará nuestro gobernador Franco Ovalle y nuestro alcalde Augusto Ramírez Uhía, y deben de hacerlo los padres de familia. Una de las ventajas de que la vida esté organizada en ciclos anuales en ciclos […]
Los padres también tienen la obligación de hacerlo. Los gobiernos lo hacen a fines de año. Lo hará nuestro Presidente, lo hará nuestro gobernador Franco Ovalle y nuestro alcalde Augusto Ramírez Uhía, y deben de hacerlo los padres de familia.
Una de las ventajas de que la vida esté organizada en ciclos anuales en ciclos anuales es que al comenzar un nuevo año surge por lo general un deseo de renovarlos. Por esto es la oportunidad para que muchos padres de familia se detengan a evaluar el 2018 y hacer planes sobre los que nos proponemos para el año que comienza dentro de un mes y algunos días.
Se ha visto que las empresas con más éxito son aquellas que no sólo obtienen una visión clara sobre los objetivos que perciben sino que dedican tiempo para planear lo que hacen para obtenerlos.
Infortunadamente, a pesar de que la formación de una fórmula es la empresa más compleja y trascendental en la que nos embarcamos en la vida, pocas veces evaluamos lo que estamos haciendo y menos aún planeamos lo que necesitamos para lograr lo que nos proponemos.
Basta con revisar alguna de nuestras actitudes para percatarnos de que a menudo el camino que tomamos no nos eleva a obtener resultados anhelados. En efecto, la mayoría soñamos con tener una fórmula que reine la unión y la camadería, pero somos los primeros en darle mal ejemplo.
Aspiramos a que los hijos nos respeten pero abdicamos a nuestra autoridad en aras de lograr su amistad; procuramos tener una buena comunicación con ellos pero pasamos largo tiempo fuera del hogar.
Nos interesan que sean seguros y estables pero poco hacemos para remediar la incertidumbre en que viven, por el deterioro de nuestra descuidada relación marital.
Deseamos que nos admiren pero lo servimos como vasallos y actuamos intimidados con el miedo a contrariarlos. Queremos que no sean agresivos pero los entretenemos con videojuegos que los animan a matar y destruir. Aspiramos a que sean responsables pero asumimos sus obligaciones y solucionamos sus problemas.
A menudo, nos quejamos del irrespeto y descontrol de los jóvenes, del abuso, de la irresponsabilidad de los gobernantes, la falta de civismo.
Pero, ¿Nosotros sí estaremos formando otra clase de personas? ¿Será que estamos desarrollando en ellos las cualidades que precisan para que logren el cambio que tanto necesitamos? Es el momento de sentarnos a reflexionar si lo que queremos ver florecer en los hijos es realmente lo que estamos culturando.
La sociedad vallenata ha sentido profundamente el sensible fallecimiento de la distinguida dama de nuestra sociedad Luisa del Castillo. Todo lo bueno podríamos decir de Luisa, de alma fuerte y grande. Deja huellas de sus ejemplares virtudes de nobleza, bondad y sencillez.
Muere Luisa en Bogotá y sus restos serán trasladados a Valledupar. Envío mis más sentidas condolencias a sus padres Manuel del Castillo y Amalia; a su esposo, hijos y hermanos Javier del Castillo, a mi hija Adriana Herazo, a Manolo, a Claudia, a Mario, a Adriana y a Ximena. Que descanse en paz.
Por Alberto Herazo
Los padres también tienen la obligación de hacerlo. Los gobiernos lo hacen a fines de año. Lo hará nuestro Presidente, lo hará nuestro gobernador Franco Ovalle y nuestro alcalde Augusto Ramírez Uhía, y deben de hacerlo los padres de familia. Una de las ventajas de que la vida esté organizada en ciclos anuales en ciclos […]
Los padres también tienen la obligación de hacerlo. Los gobiernos lo hacen a fines de año. Lo hará nuestro Presidente, lo hará nuestro gobernador Franco Ovalle y nuestro alcalde Augusto Ramírez Uhía, y deben de hacerlo los padres de familia.
Una de las ventajas de que la vida esté organizada en ciclos anuales en ciclos anuales es que al comenzar un nuevo año surge por lo general un deseo de renovarlos. Por esto es la oportunidad para que muchos padres de familia se detengan a evaluar el 2018 y hacer planes sobre los que nos proponemos para el año que comienza dentro de un mes y algunos días.
Se ha visto que las empresas con más éxito son aquellas que no sólo obtienen una visión clara sobre los objetivos que perciben sino que dedican tiempo para planear lo que hacen para obtenerlos.
Infortunadamente, a pesar de que la formación de una fórmula es la empresa más compleja y trascendental en la que nos embarcamos en la vida, pocas veces evaluamos lo que estamos haciendo y menos aún planeamos lo que necesitamos para lograr lo que nos proponemos.
Basta con revisar alguna de nuestras actitudes para percatarnos de que a menudo el camino que tomamos no nos eleva a obtener resultados anhelados. En efecto, la mayoría soñamos con tener una fórmula que reine la unión y la camadería, pero somos los primeros en darle mal ejemplo.
Aspiramos a que los hijos nos respeten pero abdicamos a nuestra autoridad en aras de lograr su amistad; procuramos tener una buena comunicación con ellos pero pasamos largo tiempo fuera del hogar.
Nos interesan que sean seguros y estables pero poco hacemos para remediar la incertidumbre en que viven, por el deterioro de nuestra descuidada relación marital.
Deseamos que nos admiren pero lo servimos como vasallos y actuamos intimidados con el miedo a contrariarlos. Queremos que no sean agresivos pero los entretenemos con videojuegos que los animan a matar y destruir. Aspiramos a que sean responsables pero asumimos sus obligaciones y solucionamos sus problemas.
A menudo, nos quejamos del irrespeto y descontrol de los jóvenes, del abuso, de la irresponsabilidad de los gobernantes, la falta de civismo.
Pero, ¿Nosotros sí estaremos formando otra clase de personas? ¿Será que estamos desarrollando en ellos las cualidades que precisan para que logren el cambio que tanto necesitamos? Es el momento de sentarnos a reflexionar si lo que queremos ver florecer en los hijos es realmente lo que estamos culturando.
La sociedad vallenata ha sentido profundamente el sensible fallecimiento de la distinguida dama de nuestra sociedad Luisa del Castillo. Todo lo bueno podríamos decir de Luisa, de alma fuerte y grande. Deja huellas de sus ejemplares virtudes de nobleza, bondad y sencillez.
Muere Luisa en Bogotá y sus restos serán trasladados a Valledupar. Envío mis más sentidas condolencias a sus padres Manuel del Castillo y Amalia; a su esposo, hijos y hermanos Javier del Castillo, a mi hija Adriana Herazo, a Manolo, a Claudia, a Mario, a Adriana y a Ximena. Que descanse en paz.
Por Alberto Herazo