La Escuela como territorio de paz se relaciona con la construcción de políticas públicas educativas, mediante el camino de la democracia. En este sentido, cada escuela debe ser un espacio para vivenciar esperanza de mundos mejores. La escuela, debemos concebirla como un ente democrático, promotor de cambios emancipadores de los pueblos; también como una oportunidad […]
La Escuela como territorio de paz se relaciona con la construcción de políticas públicas educativas, mediante el camino de la democracia. En este sentido, cada escuela debe ser un espacio para vivenciar esperanza de mundos mejores. La escuela, debemos concebirla como un ente democrático, promotor de cambios emancipadores de los pueblos; también como una oportunidad educativa para sembrar y cultivar en las nuevas generaciones la conciencia crítica y asumir la praxis creativa en los procesos de transformación social.
La escuela asume la paz como reflexión y acción permanente; como perspectiva histórica y referente de sentido de las prácticas educativas y pedagógicas a través de las cuales se construyen los conocimientos, los métodos y los instrumentos para indagar la realidad y elaborar conductas con criterios, lecturas alternativas que movilicen a la niñez, juventud, comunidades, docentes, de la conciencia ingenua hacía la reflexión crítica y transformadora encaminada a una nueva sociedad, que tenga como fin la preservación de la vida sin exclusiones ni discriminaciones.
Es importante aclarar que la institucionalidad educativa es el faro que permite despertar la conciencia de los seres humanos; no solo lo acontecido ayer, “la historia”, sino para que hoy el infante piense, sienta y actúe dentro de un marco de reflexión donde tenga incidencia la actualidad del momento en lo político, lo económico, el arte y por ello podríamos afirmar que no obstante tener 50, 60 o más años de edad, aún desconocemos con precisión que no encajamos dentro de la propuesta que todos soñamos. Alguien dijo que para que una sociedad tenga paz, primero el individuo debe ponerse al día consigo mismo. Así de sencillo, si no hay paz interior, no la habrá en lo externo. Para nadie es extraño que el niño aprende lo que se predica y percibe; de allí que la escuela debe ser el mejor laboratorio de paz dentro de un proceso vivencial y experimental en la que se puedan arraigar y sembrar criterios éticos, articulados a la tolerancia, la bondad, el respeto, la disciplina, la responsabilidad y demás valores morales. Que sea la escuela el epicentro de interpretación y asimilación de lo que es vivir en paz.
Partiendo del hecho que la paz se fundamenta en una sociedad con el ejercicio pleno de los derechos fundamentales como la educación, salud, libertad de expresión y todos los considerados en la Constitución Política de Colombia, especialmente por el reconocimiento al otro en el derecho hacer diferente.
La escuela como escenario de paz debe propender por la justicia social a su interior y en general dentro del sistema cívico. Esto conlleva a contradecir la estratificación y comercialización de la educación; insistir por el derecho a la buena educación, integral en los más altos niveles del conocimiento, la ciencia y la tecnología, el acceso a las artes, las humanidades, la cultura local, nacional y universal. Es urgente y necesario edificar la escuela en el pos conflicto con presencia creativa en la formación del pensamiento crítico y del ciudadano comprometido en la lucha política, cultural y pedagógica; teniendo en cuenta la construcción de la paz con democracia integral, justicia social, dignidad humana y el estado social de derecho. Que sea la escuela el foro de interpretación y asimilación de lo que es vivir en paz.
Por Jairo Franco Salas
La Escuela como territorio de paz se relaciona con la construcción de políticas públicas educativas, mediante el camino de la democracia. En este sentido, cada escuela debe ser un espacio para vivenciar esperanza de mundos mejores. La escuela, debemos concebirla como un ente democrático, promotor de cambios emancipadores de los pueblos; también como una oportunidad […]
La Escuela como territorio de paz se relaciona con la construcción de políticas públicas educativas, mediante el camino de la democracia. En este sentido, cada escuela debe ser un espacio para vivenciar esperanza de mundos mejores. La escuela, debemos concebirla como un ente democrático, promotor de cambios emancipadores de los pueblos; también como una oportunidad educativa para sembrar y cultivar en las nuevas generaciones la conciencia crítica y asumir la praxis creativa en los procesos de transformación social.
La escuela asume la paz como reflexión y acción permanente; como perspectiva histórica y referente de sentido de las prácticas educativas y pedagógicas a través de las cuales se construyen los conocimientos, los métodos y los instrumentos para indagar la realidad y elaborar conductas con criterios, lecturas alternativas que movilicen a la niñez, juventud, comunidades, docentes, de la conciencia ingenua hacía la reflexión crítica y transformadora encaminada a una nueva sociedad, que tenga como fin la preservación de la vida sin exclusiones ni discriminaciones.
Es importante aclarar que la institucionalidad educativa es el faro que permite despertar la conciencia de los seres humanos; no solo lo acontecido ayer, “la historia”, sino para que hoy el infante piense, sienta y actúe dentro de un marco de reflexión donde tenga incidencia la actualidad del momento en lo político, lo económico, el arte y por ello podríamos afirmar que no obstante tener 50, 60 o más años de edad, aún desconocemos con precisión que no encajamos dentro de la propuesta que todos soñamos. Alguien dijo que para que una sociedad tenga paz, primero el individuo debe ponerse al día consigo mismo. Así de sencillo, si no hay paz interior, no la habrá en lo externo. Para nadie es extraño que el niño aprende lo que se predica y percibe; de allí que la escuela debe ser el mejor laboratorio de paz dentro de un proceso vivencial y experimental en la que se puedan arraigar y sembrar criterios éticos, articulados a la tolerancia, la bondad, el respeto, la disciplina, la responsabilidad y demás valores morales. Que sea la escuela el epicentro de interpretación y asimilación de lo que es vivir en paz.
Partiendo del hecho que la paz se fundamenta en una sociedad con el ejercicio pleno de los derechos fundamentales como la educación, salud, libertad de expresión y todos los considerados en la Constitución Política de Colombia, especialmente por el reconocimiento al otro en el derecho hacer diferente.
La escuela como escenario de paz debe propender por la justicia social a su interior y en general dentro del sistema cívico. Esto conlleva a contradecir la estratificación y comercialización de la educación; insistir por el derecho a la buena educación, integral en los más altos niveles del conocimiento, la ciencia y la tecnología, el acceso a las artes, las humanidades, la cultura local, nacional y universal. Es urgente y necesario edificar la escuela en el pos conflicto con presencia creativa en la formación del pensamiento crítico y del ciudadano comprometido en la lucha política, cultural y pedagógica; teniendo en cuenta la construcción de la paz con democracia integral, justicia social, dignidad humana y el estado social de derecho. Que sea la escuela el foro de interpretación y asimilación de lo que es vivir en paz.
Por Jairo Franco Salas