Muchas áreas del conocimiento no escapan a los mitos; una de estas es la economía, en todas las tendencias ideológicas conocidas. El capitalismo, la teoría económica de mayor recorrido histórico, se ha venido reinventando en sus diferentes fases ante sus fracasos consecutivos. Con el liberalismo manchesteriano, basado en el libre comercio en manos de los […]
Muchas áreas del conocimiento no escapan a los mitos; una de estas es la economía, en todas las tendencias ideológicas conocidas. El capitalismo, la teoría económica de mayor recorrido histórico, se ha venido reinventando en sus diferentes fases ante sus fracasos consecutivos. Con el liberalismo manchesteriano, basado en el libre comercio en manos de los privados, sus teóricos creyeron que la solución a los problemas de la humanidad estaría dada, no fue así. Con la fase del imperialismo, basado en el coloniaje a ultranza y la explotación de sus recursos por medio de la fuerza, se creyó que la inversión privada allende sus fronteras y controlada desde la cabeza del imperio, comenzaría a derramar beneficios a los no propietarios, sus trabajadores, mediante la denominada teoría del “derrame” o “trickle down”, tampoco fue posible. Después, el neoliberalismo, sustentado en la apertura económica, nos dijo que vendría el crecimiento global, un gana-gana universal, menos aún, por una lógica elemental: cuando alguien gana es porque otro lo ha perdido. La economía es un juego de poker. Hoy, el presidente de la nación más poderosa y líder de estos lineamientos, se está patrasiando, desconociendo los pactos que ellos mismos han obligado, buscando de nuevo cerrar sus fronteras económicas. Tanto el capitalismo como el socialismo lo que han hecho es concentrar el capital en una elite de familias y grupos corruptos. Según el Foro Económico Mundial, el 82 por ciento de la riqueza mundial generada durante 2017 fue a los bolsillos del 1% más rico de la población, mientras el 50% más pobre –3.700 millones de personas– de eso, nada recibió. En Colombia el 1% más rico concentró el 20% de los ingresos de ese año y tiene acumulado el 40% de la riqueza; mientras tanto, los tres mil más ricos apenas pagan el 2.5% de su patrimonio, según “El Salmón” de El Espectador.
Con razón el Nobel de Economía, J. Stiglitz, dice que el capitalismo crece por encima pero arruina por debajo. Pese a estas realidades, aquí se insiste en ejercer estas prácticas, con resultados fatales para los más pobres. Bajarles impuestos a los inversionistas para, de esta manera, generar empleo, es un mito; el empleo no lo genera el inversionista, lo produce la demanda, y esta solo ocurre cuando existe una sociedad con capacidad de compra. Ninguna inversión subsiste sin demanda, y en la medida en que el mercado se empobrece, la demanda decae. El cuento de la apertura mediante tratados de libre comercio es otro mito.
Hace cinco años nuestras exportaciones tradicionales a la comunidad europea representaban el 2.4% del PIB, ahora solo son el 1.7%; las exportaciones no tradicionales tampoco es que hayan sido exitosas pues pasamos del 0.4 al 0.6% del PIB. La economía hay que reinventarla con una buena dosis de transparencia, humanidad y altruismo, lo demás son cuentos y mitos.
Por Luis Napoleón de Armas P.
Muchas áreas del conocimiento no escapan a los mitos; una de estas es la economía, en todas las tendencias ideológicas conocidas. El capitalismo, la teoría económica de mayor recorrido histórico, se ha venido reinventando en sus diferentes fases ante sus fracasos consecutivos. Con el liberalismo manchesteriano, basado en el libre comercio en manos de los […]
Muchas áreas del conocimiento no escapan a los mitos; una de estas es la economía, en todas las tendencias ideológicas conocidas. El capitalismo, la teoría económica de mayor recorrido histórico, se ha venido reinventando en sus diferentes fases ante sus fracasos consecutivos. Con el liberalismo manchesteriano, basado en el libre comercio en manos de los privados, sus teóricos creyeron que la solución a los problemas de la humanidad estaría dada, no fue así. Con la fase del imperialismo, basado en el coloniaje a ultranza y la explotación de sus recursos por medio de la fuerza, se creyó que la inversión privada allende sus fronteras y controlada desde la cabeza del imperio, comenzaría a derramar beneficios a los no propietarios, sus trabajadores, mediante la denominada teoría del “derrame” o “trickle down”, tampoco fue posible. Después, el neoliberalismo, sustentado en la apertura económica, nos dijo que vendría el crecimiento global, un gana-gana universal, menos aún, por una lógica elemental: cuando alguien gana es porque otro lo ha perdido. La economía es un juego de poker. Hoy, el presidente de la nación más poderosa y líder de estos lineamientos, se está patrasiando, desconociendo los pactos que ellos mismos han obligado, buscando de nuevo cerrar sus fronteras económicas. Tanto el capitalismo como el socialismo lo que han hecho es concentrar el capital en una elite de familias y grupos corruptos. Según el Foro Económico Mundial, el 82 por ciento de la riqueza mundial generada durante 2017 fue a los bolsillos del 1% más rico de la población, mientras el 50% más pobre –3.700 millones de personas– de eso, nada recibió. En Colombia el 1% más rico concentró el 20% de los ingresos de ese año y tiene acumulado el 40% de la riqueza; mientras tanto, los tres mil más ricos apenas pagan el 2.5% de su patrimonio, según “El Salmón” de El Espectador.
Con razón el Nobel de Economía, J. Stiglitz, dice que el capitalismo crece por encima pero arruina por debajo. Pese a estas realidades, aquí se insiste en ejercer estas prácticas, con resultados fatales para los más pobres. Bajarles impuestos a los inversionistas para, de esta manera, generar empleo, es un mito; el empleo no lo genera el inversionista, lo produce la demanda, y esta solo ocurre cuando existe una sociedad con capacidad de compra. Ninguna inversión subsiste sin demanda, y en la medida en que el mercado se empobrece, la demanda decae. El cuento de la apertura mediante tratados de libre comercio es otro mito.
Hace cinco años nuestras exportaciones tradicionales a la comunidad europea representaban el 2.4% del PIB, ahora solo son el 1.7%; las exportaciones no tradicionales tampoco es que hayan sido exitosas pues pasamos del 0.4 al 0.6% del PIB. La economía hay que reinventarla con una buena dosis de transparencia, humanidad y altruismo, lo demás son cuentos y mitos.
Por Luis Napoleón de Armas P.