Las regiones son una realidad en la vida nacional. No se les puede ignorar olímpicamente como se hace permanentemente en la política colombiana. Si bien los seres humanos somos ciudadanos del mundo, carecemos de límites al momento de descubrir y construir territorios a los que estamos vinculados por la cultura, así se forman las regiones. […]
Las regiones son una realidad en la vida nacional. No se les puede ignorar olímpicamente como se hace permanentemente en la política colombiana.
Si bien los seres humanos somos ciudadanos del mundo, carecemos de límites al momento de descubrir y construir territorios a los que estamos vinculados por la cultura, así se forman las regiones.
Esto siempre ha sido de esta manera en las asociaciones políticas: somos del mundo, pero también ciudadanos nacionales que pertenecemos a regiones organizadas a partir de unificaciones de entidades locales.
Los estoicos lo tenían bien claro. Martha Nussbaum, en su libro El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal, nos recuerda que, desde la antigüedad, filósofos de la talla de Marco Aurelio, Séneca o Marco Tulio Cicerón, enseñaban que la pertenencia a la humanidad no podía desconocer que somos parte de sociedades locales y sus organizaciones. Por lo que, hoy, las regiones deben ser reconocidas y respetadas como unidades políticas.
Heráclito, sabio griego de la antigüedad, enseñaba que había que respetar las leyes como a los muros de la ciudad. Recordemos que, en las sociedades antiguas, las ciudades eran amuralladas para garantizar su defensa ante los ataques de los enemigos. En este sentido, cuando no existe una ley que garantice los derechos de las regiones, se hace urgente y necesaria su creación e implementación para la defensa de estos entes territoriales que fortalecen la unidad nacional.
Esto es lo primero a tomar en consideración. Existe la necesidad de que se estatuya una ley que fomente la creación de las regiones. Esta norma tiene que garantizar la autonomía de estos territorios. Tal autonomía fortalece la unidad nacional y frena y limita las corrientes centrífugas. Lo contrario debilita la unidad y da cabida a episodios vergonzosos como la separación de Panamá.
En nuestro mapa político, las regiones tienen una historia que no debe ser ignorada y menos tratada en forma no democrática. No reconocer a las regiones en una patria, en la actividad política, es no practicar la democracia y pone en peligro la unidad nacional. Desde la misma Independencia, las regiones fueron una realidad y sus instituciones estuvieron reconocidas durante periodos de nuestra república.
El reconocimiento de las regiones brotó de la misma lucha independentista, tanto es así que las declaraciones de independencia en el siglo XIX en nuestras repúblicas americanas tuvieron un elemento característico: regiones organizadas bajo un mando central nacional y unidas fue el fenómeno político que contribuyó a la liberación del yugo de los imperios europeos y la construcción del Estado – Nación. En todo el continente americano ocurrió. La desintegración de la Gran Colombia se derivó de un mal tratamiento del tema federal.
Hay que aprender de la historia política de las naciones. Estados Unidos de Norteamérica, Canadá, Alemania y otras naciones son fuertes gracias a la descentralización política de sus repúblicas. Facilitar la regionalización fortalece la unidad nacional y la democracia. Iván Duque y Gustavo Petro deben tomar atenta nota de esta realidad política de la regionalización. Es un asunto de unidad nacional y de democracia. Una república fuerte se construye descentralizándola. Ese es el camino.
Las regiones son una realidad en la vida nacional. No se les puede ignorar olímpicamente como se hace permanentemente en la política colombiana. Si bien los seres humanos somos ciudadanos del mundo, carecemos de límites al momento de descubrir y construir territorios a los que estamos vinculados por la cultura, así se forman las regiones. […]
Las regiones son una realidad en la vida nacional. No se les puede ignorar olímpicamente como se hace permanentemente en la política colombiana.
Si bien los seres humanos somos ciudadanos del mundo, carecemos de límites al momento de descubrir y construir territorios a los que estamos vinculados por la cultura, así se forman las regiones.
Esto siempre ha sido de esta manera en las asociaciones políticas: somos del mundo, pero también ciudadanos nacionales que pertenecemos a regiones organizadas a partir de unificaciones de entidades locales.
Los estoicos lo tenían bien claro. Martha Nussbaum, en su libro El cultivo de la humanidad: una defensa clásica de la reforma en la educación liberal, nos recuerda que, desde la antigüedad, filósofos de la talla de Marco Aurelio, Séneca o Marco Tulio Cicerón, enseñaban que la pertenencia a la humanidad no podía desconocer que somos parte de sociedades locales y sus organizaciones. Por lo que, hoy, las regiones deben ser reconocidas y respetadas como unidades políticas.
Heráclito, sabio griego de la antigüedad, enseñaba que había que respetar las leyes como a los muros de la ciudad. Recordemos que, en las sociedades antiguas, las ciudades eran amuralladas para garantizar su defensa ante los ataques de los enemigos. En este sentido, cuando no existe una ley que garantice los derechos de las regiones, se hace urgente y necesaria su creación e implementación para la defensa de estos entes territoriales que fortalecen la unidad nacional.
Esto es lo primero a tomar en consideración. Existe la necesidad de que se estatuya una ley que fomente la creación de las regiones. Esta norma tiene que garantizar la autonomía de estos territorios. Tal autonomía fortalece la unidad nacional y frena y limita las corrientes centrífugas. Lo contrario debilita la unidad y da cabida a episodios vergonzosos como la separación de Panamá.
En nuestro mapa político, las regiones tienen una historia que no debe ser ignorada y menos tratada en forma no democrática. No reconocer a las regiones en una patria, en la actividad política, es no practicar la democracia y pone en peligro la unidad nacional. Desde la misma Independencia, las regiones fueron una realidad y sus instituciones estuvieron reconocidas durante periodos de nuestra república.
El reconocimiento de las regiones brotó de la misma lucha independentista, tanto es así que las declaraciones de independencia en el siglo XIX en nuestras repúblicas americanas tuvieron un elemento característico: regiones organizadas bajo un mando central nacional y unidas fue el fenómeno político que contribuyó a la liberación del yugo de los imperios europeos y la construcción del Estado – Nación. En todo el continente americano ocurrió. La desintegración de la Gran Colombia se derivó de un mal tratamiento del tema federal.
Hay que aprender de la historia política de las naciones. Estados Unidos de Norteamérica, Canadá, Alemania y otras naciones son fuertes gracias a la descentralización política de sus repúblicas. Facilitar la regionalización fortalece la unidad nacional y la democracia. Iván Duque y Gustavo Petro deben tomar atenta nota de esta realidad política de la regionalización. Es un asunto de unidad nacional y de democracia. Una república fuerte se construye descentralizándola. Ese es el camino.