Dedico esta columna y las siguientes, al Dr. José Antonio Murgas Aponte, en su vejez ennoblecida, fervoroso copartícipe, de las ideas raciovitalistas de Ortega. En las primeras me referiré a este pensador como escritor, y hacia la última, especialmente, como filósofo. Nació en la capital de España, 1.883 y allí falleció, 1.955. Destacado periodista, literato, […]
Dedico esta columna y las siguientes, al Dr. José Antonio Murgas Aponte, en su vejez ennoblecida, fervoroso copartícipe, de las ideas raciovitalistas de Ortega.
En las primeras me referiré a este pensador como escritor, y hacia la última, especialmente, como filósofo.
Nació en la capital de España, 1.883 y allí falleció, 1.955. Destacado periodista, literato, filósofo, político, intelectual altruista, contertulio público y privado.
Amó a su patria, no menos que su paisano don Miguel de Unamuno, perteneciente éste a la generación intelectual del año 98 del siglo XIX, Ortega a la del 14 del siglo XX.
Dos colosos del pensamiento. Fueron polemistas entre sí. Al paso que Ortega consideraba a Unamuno, sólo representante de la España tradicional, literaria y espiritualista, éste tildaba a aquél, como europeizante.
Tuvo una formación intelectual europea, concretamente en Alemania, en las ciudades de Berlín, Leipzig y Marburgo, durante 3 años, cuando apenas frisaba los 22 de edad. Yo permanecí dos en ese continente, pero cuanta diferencia abismal entre aquélla cumbre del pensamiento y mi simpleza humana. Tengo que reírme de mí mismo.
Se interesó por el pensamiento Kantiano, al que dedicó la autoría de un libro, pero luego, más por la fenomenología Husserliana, cuyos postulados se avenían mejor con su temperamento vitalista, propio de la filosofía de la existencia.
Fue antes que todo un periodista consumado, y utilizó esta disciplina como vehículo para transmitir sus consideraciones filosóficas. Escritor prolijo acerca del hombre y de su entorno, de temas antropológicos, sociológicos, políticos, sobre el individuo y la masa humana, en tono siempre reflexivo. Su libro La Rebelión de las Masas, lo atestigua. Su filosofía estaba enraizada en la vida y las cosas, atento a sus diferentes perspectivas.
Solía lamentarse del aislamiento de España respecto de Europa. Consideraba que aquélla se había quedado atrasada y era necesario modernizarla. Hablaba y escribía acerca de dos comportamientos europeos, el mediterranismo español, contemplativo y platónico, pero poco moral, en contraste con el germanismo, amigo de la ciencia y el desarrollo, y moralmente correcto, y deseaba, como ideal, unificar esos dos modos de ser.
Más que filósofo universitario, a la manera alemana, Ortega escribía y hablaba a toda clase de público, profesionales de la vida pública, a abogados, médicos, ingenieros, etc., A hombres de pensamientos y acciones en general. Sus libros no son libros, sino artículos de periódicos y revistas: Meditaciones del Quijote, El Espectador, y varios otros.
Dedico esta columna y las siguientes, al Dr. José Antonio Murgas Aponte, en su vejez ennoblecida, fervoroso copartícipe, de las ideas raciovitalistas de Ortega. En las primeras me referiré a este pensador como escritor, y hacia la última, especialmente, como filósofo. Nació en la capital de España, 1.883 y allí falleció, 1.955. Destacado periodista, literato, […]
Dedico esta columna y las siguientes, al Dr. José Antonio Murgas Aponte, en su vejez ennoblecida, fervoroso copartícipe, de las ideas raciovitalistas de Ortega.
En las primeras me referiré a este pensador como escritor, y hacia la última, especialmente, como filósofo.
Nació en la capital de España, 1.883 y allí falleció, 1.955. Destacado periodista, literato, filósofo, político, intelectual altruista, contertulio público y privado.
Amó a su patria, no menos que su paisano don Miguel de Unamuno, perteneciente éste a la generación intelectual del año 98 del siglo XIX, Ortega a la del 14 del siglo XX.
Dos colosos del pensamiento. Fueron polemistas entre sí. Al paso que Ortega consideraba a Unamuno, sólo representante de la España tradicional, literaria y espiritualista, éste tildaba a aquél, como europeizante.
Tuvo una formación intelectual europea, concretamente en Alemania, en las ciudades de Berlín, Leipzig y Marburgo, durante 3 años, cuando apenas frisaba los 22 de edad. Yo permanecí dos en ese continente, pero cuanta diferencia abismal entre aquélla cumbre del pensamiento y mi simpleza humana. Tengo que reírme de mí mismo.
Se interesó por el pensamiento Kantiano, al que dedicó la autoría de un libro, pero luego, más por la fenomenología Husserliana, cuyos postulados se avenían mejor con su temperamento vitalista, propio de la filosofía de la existencia.
Fue antes que todo un periodista consumado, y utilizó esta disciplina como vehículo para transmitir sus consideraciones filosóficas. Escritor prolijo acerca del hombre y de su entorno, de temas antropológicos, sociológicos, políticos, sobre el individuo y la masa humana, en tono siempre reflexivo. Su libro La Rebelión de las Masas, lo atestigua. Su filosofía estaba enraizada en la vida y las cosas, atento a sus diferentes perspectivas.
Solía lamentarse del aislamiento de España respecto de Europa. Consideraba que aquélla se había quedado atrasada y era necesario modernizarla. Hablaba y escribía acerca de dos comportamientos europeos, el mediterranismo español, contemplativo y platónico, pero poco moral, en contraste con el germanismo, amigo de la ciencia y el desarrollo, y moralmente correcto, y deseaba, como ideal, unificar esos dos modos de ser.
Más que filósofo universitario, a la manera alemana, Ortega escribía y hablaba a toda clase de público, profesionales de la vida pública, a abogados, médicos, ingenieros, etc., A hombres de pensamientos y acciones en general. Sus libros no son libros, sino artículos de periódicos y revistas: Meditaciones del Quijote, El Espectador, y varios otros.