La información sobre el acuerdo entre Bogotá y Washington para combatir el problema mundial de la droga, a raíz de la visita del subsecretario de Estado, Thomas Shannon, es una buena noticia para el país. Resulta fundamental que se haya establecido un nuevo marco de trabajo bilateral en un tema de tanta trascendencia para Colombia, […]
La información sobre el acuerdo entre Bogotá y Washington para combatir el problema mundial de la droga, a raíz de la visita del subsecretario de Estado, Thomas Shannon, es una buena noticia para el país.
Resulta fundamental que se haya establecido un nuevo marco de trabajo bilateral en un tema de tanta trascendencia para Colombia, las relaciones con nuestro principal socio, y la lucha global contra un flagelo que sigue azotando tantas sociedades en el mundo.
El gigantesco incremento de las áreas de cultivos ilícitos exigía que se hiciera. Infortunadamente, el esfuerzo realizado en años anteriores, particularmente en la administración de Álvaro Uribe, que permitió disminuir dichas áreas, hasta llegar a 40.000 hectáreas, se perdió durante el gobierno de Juan Manuel Santos.
Nadie duda hoy acerca de que las conversaciones en La Habana produjeron el mal efecto de disminuir la percepción de riesgo en esas zonas, inducir un número mayor de campesinos a sembrar, haciéndoles creer, por parte de las Farc, que a más cultivos recibirían innumerables ayudas después de firmados los acuerdos con el gobierno, y llenar la caja de esa organización terrorista, en preparación para la misma etapa posterior a lo suscrito por Santos y Timochenko. El resultado fue atroz.
Según Naciones Unidas, en Colombia existen 157.000 hectáreas de coca, volvimos al deshonroso primer lugar en producción en el mundo, en Nariño se produce lo mismo que en Perú, y en Tumaco una cantidad igual a la de Bolivia.
De otro lado, es inevitable que dicha realidad genere fricciones con los Estados Unidos, habida cuenta de la importancia de este tema en las relaciones bilaterales. Por eso es de tanta importancia el anuncio que se comenta en estas líneas.
Hay, además, algo fundamental en cuanto tiene que ver con la visión que inspira el marco acordado con Washington. De conformidad con las declaraciones del subsecretario Shannon, el esfuerzo conjunto “incluye la implementación de una estrategia antinarcóticos integral y comprensiva”.
Lo anterior significa que todo lo que hagan los dos países estará inspirado en el principio de responsabilidad compartida y el enfoque integral equilibrado. Esta es una noticia alentadora.
Durante muchos años, en el pasado, Colombia luchó en los escenarios multilaterales para que se reconociera y aceptara esa concepción. Propuso, entre otras cosas, iniciativa que fue aceptada, que los esfuerzos de la comunidad internacional se pusieran bajo el nombre de lucha contra el problema mundial de la droga, a fin de consolidar la senda de un trabajo global.
En épocas recientes, esa mirada se ha debilitado con el argumento de que la política fracasó, como si alguna vez hubiera existido una política única.
Quizás la mayor debilidad de los trabajos concertados radica en que la mencionada política única jamás ha existido. Semejante flagelo se ha combatido con visiones nacionales insuficientes, porque el problema comprende muchos aspectos que deben atacarse con coordinación internacional eficaz y una mirada conjunta. Eso es lo que no se ha logrado.
Volviendo a las afirmaciones de Shannon, hay que decir, entonces, que el nuevo esquema de trabajo común con los Estados Unidos, y la reiteración de la responsabilidad compartida y el enfoque integral y equilibrado, deberían llevarnos a recuperar el terreno perdido. Queda pendiente que nuestro país vuelva a ejercer el liderazgo internacional, que alguna vez tuvo, en los foros mundiales. La verdad es que ocupó esa posición en muchísimos escenarios globales y la perdió. Esta es una tarea que le queda al próximo gobierno.
La información sobre el acuerdo entre Bogotá y Washington para combatir el problema mundial de la droga, a raíz de la visita del subsecretario de Estado, Thomas Shannon, es una buena noticia para el país. Resulta fundamental que se haya establecido un nuevo marco de trabajo bilateral en un tema de tanta trascendencia para Colombia, […]
La información sobre el acuerdo entre Bogotá y Washington para combatir el problema mundial de la droga, a raíz de la visita del subsecretario de Estado, Thomas Shannon, es una buena noticia para el país.
Resulta fundamental que se haya establecido un nuevo marco de trabajo bilateral en un tema de tanta trascendencia para Colombia, las relaciones con nuestro principal socio, y la lucha global contra un flagelo que sigue azotando tantas sociedades en el mundo.
El gigantesco incremento de las áreas de cultivos ilícitos exigía que se hiciera. Infortunadamente, el esfuerzo realizado en años anteriores, particularmente en la administración de Álvaro Uribe, que permitió disminuir dichas áreas, hasta llegar a 40.000 hectáreas, se perdió durante el gobierno de Juan Manuel Santos.
Nadie duda hoy acerca de que las conversaciones en La Habana produjeron el mal efecto de disminuir la percepción de riesgo en esas zonas, inducir un número mayor de campesinos a sembrar, haciéndoles creer, por parte de las Farc, que a más cultivos recibirían innumerables ayudas después de firmados los acuerdos con el gobierno, y llenar la caja de esa organización terrorista, en preparación para la misma etapa posterior a lo suscrito por Santos y Timochenko. El resultado fue atroz.
Según Naciones Unidas, en Colombia existen 157.000 hectáreas de coca, volvimos al deshonroso primer lugar en producción en el mundo, en Nariño se produce lo mismo que en Perú, y en Tumaco una cantidad igual a la de Bolivia.
De otro lado, es inevitable que dicha realidad genere fricciones con los Estados Unidos, habida cuenta de la importancia de este tema en las relaciones bilaterales. Por eso es de tanta importancia el anuncio que se comenta en estas líneas.
Hay, además, algo fundamental en cuanto tiene que ver con la visión que inspira el marco acordado con Washington. De conformidad con las declaraciones del subsecretario Shannon, el esfuerzo conjunto “incluye la implementación de una estrategia antinarcóticos integral y comprensiva”.
Lo anterior significa que todo lo que hagan los dos países estará inspirado en el principio de responsabilidad compartida y el enfoque integral equilibrado. Esta es una noticia alentadora.
Durante muchos años, en el pasado, Colombia luchó en los escenarios multilaterales para que se reconociera y aceptara esa concepción. Propuso, entre otras cosas, iniciativa que fue aceptada, que los esfuerzos de la comunidad internacional se pusieran bajo el nombre de lucha contra el problema mundial de la droga, a fin de consolidar la senda de un trabajo global.
En épocas recientes, esa mirada se ha debilitado con el argumento de que la política fracasó, como si alguna vez hubiera existido una política única.
Quizás la mayor debilidad de los trabajos concertados radica en que la mencionada política única jamás ha existido. Semejante flagelo se ha combatido con visiones nacionales insuficientes, porque el problema comprende muchos aspectos que deben atacarse con coordinación internacional eficaz y una mirada conjunta. Eso es lo que no se ha logrado.
Volviendo a las afirmaciones de Shannon, hay que decir, entonces, que el nuevo esquema de trabajo común con los Estados Unidos, y la reiteración de la responsabilidad compartida y el enfoque integral y equilibrado, deberían llevarnos a recuperar el terreno perdido. Queda pendiente que nuestro país vuelva a ejercer el liderazgo internacional, que alguna vez tuvo, en los foros mundiales. La verdad es que ocupó esa posición en muchísimos escenarios globales y la perdió. Esta es una tarea que le queda al próximo gobierno.