“Este mundo condenao ya no tiene comparación, dijeron que con Folidol, yo me había envenenao: ya no me dicen Rebelde en algunas emisoras, anuncian el disco de moda con Alfredo Folidol Gutiérrez, estoy más vivo que nunca disfrutando de placeres gozo de buenas mujeres no hago caso a las calumnias”. El aparte transcrito corresponde a […]
“Este mundo condenao ya no tiene comparación, dijeron que con Folidol, yo me había envenenao: ya no me dicen Rebelde en algunas emisoras, anuncian el disco de moda con Alfredo Folidol Gutiérrez, estoy más vivo que nunca disfrutando de placeres gozo de buenas mujeres no hago caso a las calumnias”.
El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘El envenenao’ de la autoría del mejor entre los mejores: Alfredo Gutiérrez, la cual dio el título a su trabajo musical prensado en el año 1971 para el Sello disquero Codiscos, en la cual hace un auto desagravio por los comentarios que surgieron de una intoxicación que padeció cuando se dijo que intentó suicidarse y aprovechó para recordar que estaba más vivo que nunca, vino a mi mente esa canción a propósito del tema que ocupa nuestra atención.
En días reciente pasado fui uno de los invitados a la celebración –como Dios manda- del cumpleaños de una amiga a la que aprecio mucho, cuyo nombre omitiré para no enculebrarla con quienes no calificaron, fue una noche de reencuentros y de buen gusto, donde la tapa de la cajeta fue la formidable presentación del ‘Rebelde del acordeón’, quien como siempre demostró que en su oficio no ha podido ser igualado y menos superado.
Cuanto me hubiera que allí hubieran estado algunos de los nuevos músicos para que aprendan como se debe hacer una presentación musical, con respeto por el público, con puntualidad, con calidad y con esmero, ese señor desde que se encarapitó en la tarima fue para tocar y cantar, con las dos manos, con su voz impecable y hasta con los pies con tal de alegrarnos la noche a todos, así se echó al público al bolsillo de principio a fin.
Contrario a lo que allí se observó, está sucediendo con quienes apenas comienzan, la mayoría llegan para presentarse en los eventos cuando ya los ojos de los invitados están más pesados que frijoles de noche, demoran una hora probando el sonido, otra hora abrazándose con los que les secretean cosas al oído, medio cantan cinco canciones mochas, les mandan saludos a los tres nuevos ricos de la ciudad, ponen a brincar a la muchachada media hora y cuando uno cree que empezarán a tocar en serio, al preguntar por ellos nos enteramos que ya se han ido a tocar en otro lugar, en síntesis no están tocando nada, pero cobrando mucho, y el resultado es evidente: están matando el grillo para sacarle el pito, eso acabó con las casetas y acabará con ellos.
Así sus enemigos gratuitos –que los tiene- pretendan infructuosamente visibilizarlo, declararlo viejo, colgarle el cartelito de conflictivo, en lo único que no hay discusión es en el sentido de que este hombre tiene cuerda para veinte años más, que es irreemplazable y que sus bríos para tocar, su afinación para cantar y soplar, y sus bríos para brincar y saltar permanecen intactos, hace lo que quiere con su digitación, con el canto y con su cuerpo, no se le notan las siete décadas encima, no es cualquiera de estos muchachones que se creen juglares con dos disquitos pegados a punta de payola, que se le mete a ese hombre en el campo musical.
Ojalá los principiantes que se creen juglares, le pidan a Alfredo unas clasecitas para que les lave el cerebro y aprendan a tocar y a cantar como corresponde.
“Este mundo condenao ya no tiene comparación, dijeron que con Folidol, yo me había envenenao: ya no me dicen Rebelde en algunas emisoras, anuncian el disco de moda con Alfredo Folidol Gutiérrez, estoy más vivo que nunca disfrutando de placeres gozo de buenas mujeres no hago caso a las calumnias”. El aparte transcrito corresponde a […]
“Este mundo condenao ya no tiene comparación, dijeron que con Folidol, yo me había envenenao: ya no me dicen Rebelde en algunas emisoras, anuncian el disco de moda con Alfredo Folidol Gutiérrez, estoy más vivo que nunca disfrutando de placeres gozo de buenas mujeres no hago caso a las calumnias”.
El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘El envenenao’ de la autoría del mejor entre los mejores: Alfredo Gutiérrez, la cual dio el título a su trabajo musical prensado en el año 1971 para el Sello disquero Codiscos, en la cual hace un auto desagravio por los comentarios que surgieron de una intoxicación que padeció cuando se dijo que intentó suicidarse y aprovechó para recordar que estaba más vivo que nunca, vino a mi mente esa canción a propósito del tema que ocupa nuestra atención.
En días reciente pasado fui uno de los invitados a la celebración –como Dios manda- del cumpleaños de una amiga a la que aprecio mucho, cuyo nombre omitiré para no enculebrarla con quienes no calificaron, fue una noche de reencuentros y de buen gusto, donde la tapa de la cajeta fue la formidable presentación del ‘Rebelde del acordeón’, quien como siempre demostró que en su oficio no ha podido ser igualado y menos superado.
Cuanto me hubiera que allí hubieran estado algunos de los nuevos músicos para que aprendan como se debe hacer una presentación musical, con respeto por el público, con puntualidad, con calidad y con esmero, ese señor desde que se encarapitó en la tarima fue para tocar y cantar, con las dos manos, con su voz impecable y hasta con los pies con tal de alegrarnos la noche a todos, así se echó al público al bolsillo de principio a fin.
Contrario a lo que allí se observó, está sucediendo con quienes apenas comienzan, la mayoría llegan para presentarse en los eventos cuando ya los ojos de los invitados están más pesados que frijoles de noche, demoran una hora probando el sonido, otra hora abrazándose con los que les secretean cosas al oído, medio cantan cinco canciones mochas, les mandan saludos a los tres nuevos ricos de la ciudad, ponen a brincar a la muchachada media hora y cuando uno cree que empezarán a tocar en serio, al preguntar por ellos nos enteramos que ya se han ido a tocar en otro lugar, en síntesis no están tocando nada, pero cobrando mucho, y el resultado es evidente: están matando el grillo para sacarle el pito, eso acabó con las casetas y acabará con ellos.
Así sus enemigos gratuitos –que los tiene- pretendan infructuosamente visibilizarlo, declararlo viejo, colgarle el cartelito de conflictivo, en lo único que no hay discusión es en el sentido de que este hombre tiene cuerda para veinte años más, que es irreemplazable y que sus bríos para tocar, su afinación para cantar y soplar, y sus bríos para brincar y saltar permanecen intactos, hace lo que quiere con su digitación, con el canto y con su cuerpo, no se le notan las siete décadas encima, no es cualquiera de estos muchachones que se creen juglares con dos disquitos pegados a punta de payola, que se le mete a ese hombre en el campo musical.
Ojalá los principiantes que se creen juglares, le pidan a Alfredo unas clasecitas para que les lave el cerebro y aprendan a tocar y a cantar como corresponde.