“No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor”: San Lucas 2,10-11. La Navidad es el más maravilloso tiempo de regocijo y alegría. Es tiempo de añoranzas y recuerdos, tiempo de gozo por el nacimiento […]
“No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor”: San Lucas 2,10-11.
La Navidad es el más maravilloso tiempo de regocijo y alegría. Es tiempo de añoranzas y recuerdos, tiempo de gozo por el nacimiento de Jesús, quien se ha mantenido sobre el tapete de la actualidad por más de veinte siglos, está vivo y habita en medio de nosotros. El dulce Espíritu Santo lo hace real manifestando el grato olor de su presencia y derramando de su amor y su gracia en medio de nosotros.
Un día Dios tuvo que hacerse hombre y venir desde la eternidad al tiempo, para convivir con nosotros. Haciéndose como uno de nosotros, podría cumplir los requisitos propios del familiar cercano que pagara la deuda de pecado e indiferencia y se convirtiera en nuestro Redentor, trayendo para todos aquellos que se acogen por la fe a ese ofrecimiento, una nueva vida de realización y victoria, de paz y libertad.
Cuenta el relato bíblico que, en época del nacimiento de Jesús, vinieron del oriente unos magos, llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarle”. Estos extranjeros son llamados y seducidos a venir desde las lejanas tierras del oriente, siguiendo la sobrenatural manifestación de una estrella, confirmada por una señal de la revelación de Dios en sueños. La misión: Conocer y adorar a Jesús.
También había pastores en la región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y se les presentó un ángel del Señor y les dijo: “Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. Estos eran unos nacionales, nativos de la región, quienes también recibieron el llamado a través de un ángel, confirmado por un gran coro de una multitud de huestes celestiales que alababan a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”.
Amado amigo lector, sea que hayas venido de lejanas tierras, o seas un nativo de la región del gran Valle del Cacique Upar. Sea que eres llamado a través de una estrella o por la visita de un ángel mensajero. Sea que conozcas la dirección de Dios en sueños ungidos, o que te deleites con ese precioso coro celestial cantando alabanzas a Dios. En estas navidades, nos es necesario reconocer lo que esos dos grupos diferentes de personas reconocieron: Que, a partir de ese momento, la vida sobre la tierra sería distinta, diferente, porque había nacido un Salvador que es Cristo el Señor.
Caro amigo: ¡Renueva tus fuerzas y tu confianza en Dios! ¡Gózate en tu Salvador y Señor hoy! Él vino para traer la respuesta que nuestro atribulado corazón necesita hoy. En una navidad como esta, Cristo vino al mundo; nació en un pesebre oscuro y mal oliente para traer luz y plena redención. Él vino para darle sentido y propósito a nuestra existencia. Vino para triunfar sobre nuestros fracasos. Vino para prevalecer sobre nuestras debilidades. Vino para vencer nuestras angustias y problemas.
En estas navidades, saludamos con especial afecto a nuestros amados familiares y amigos. Para los que partieron, el recuerdo dulce de su amor. Para los que permanecen, nuestro clamor para que continúen amando lo nuestro, sirviendo a nuestra generación y reconociendo la presencia hermosa de aquel, quien un día como hoy, nació en Belén de Judea. Para ustedes mis lectores, nuestro profundo respeto e inconmensurable amor.
¿Te gustaría orar? Dile conmigo: “Querido Jesús, te invito a nacer con todo el esplendor de tu gloria en el pesebre de mi corazón. Te reconozco como mi Salvador y mí Señor. Guíame con tu luz y tu verdad. Gracias por perdonarme y por morar en mí corazón. Amén”. Te mando un abrazo cargado de cariño. ¡Feliz Navidad!
“No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor”: San Lucas 2,10-11. La Navidad es el más maravilloso tiempo de regocijo y alegría. Es tiempo de añoranzas y recuerdos, tiempo de gozo por el nacimiento […]
“No teman, les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo el Señor”: San Lucas 2,10-11.
La Navidad es el más maravilloso tiempo de regocijo y alegría. Es tiempo de añoranzas y recuerdos, tiempo de gozo por el nacimiento de Jesús, quien se ha mantenido sobre el tapete de la actualidad por más de veinte siglos, está vivo y habita en medio de nosotros. El dulce Espíritu Santo lo hace real manifestando el grato olor de su presencia y derramando de su amor y su gracia en medio de nosotros.
Un día Dios tuvo que hacerse hombre y venir desde la eternidad al tiempo, para convivir con nosotros. Haciéndose como uno de nosotros, podría cumplir los requisitos propios del familiar cercano que pagara la deuda de pecado e indiferencia y se convirtiera en nuestro Redentor, trayendo para todos aquellos que se acogen por la fe a ese ofrecimiento, una nueva vida de realización y victoria, de paz y libertad.
Cuenta el relato bíblico que, en época del nacimiento de Jesús, vinieron del oriente unos magos, llegaron a Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarle”. Estos extranjeros son llamados y seducidos a venir desde las lejanas tierras del oriente, siguiendo la sobrenatural manifestación de una estrella, confirmada por una señal de la revelación de Dios en sueños. La misión: Conocer y adorar a Jesús.
También había pastores en la región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y se les presentó un ángel del Señor y les dijo: “Ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”. Estos eran unos nacionales, nativos de la región, quienes también recibieron el llamado a través de un ángel, confirmado por un gran coro de una multitud de huestes celestiales que alababan a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”.
Amado amigo lector, sea que hayas venido de lejanas tierras, o seas un nativo de la región del gran Valle del Cacique Upar. Sea que eres llamado a través de una estrella o por la visita de un ángel mensajero. Sea que conozcas la dirección de Dios en sueños ungidos, o que te deleites con ese precioso coro celestial cantando alabanzas a Dios. En estas navidades, nos es necesario reconocer lo que esos dos grupos diferentes de personas reconocieron: Que, a partir de ese momento, la vida sobre la tierra sería distinta, diferente, porque había nacido un Salvador que es Cristo el Señor.
Caro amigo: ¡Renueva tus fuerzas y tu confianza en Dios! ¡Gózate en tu Salvador y Señor hoy! Él vino para traer la respuesta que nuestro atribulado corazón necesita hoy. En una navidad como esta, Cristo vino al mundo; nació en un pesebre oscuro y mal oliente para traer luz y plena redención. Él vino para darle sentido y propósito a nuestra existencia. Vino para triunfar sobre nuestros fracasos. Vino para prevalecer sobre nuestras debilidades. Vino para vencer nuestras angustias y problemas.
En estas navidades, saludamos con especial afecto a nuestros amados familiares y amigos. Para los que partieron, el recuerdo dulce de su amor. Para los que permanecen, nuestro clamor para que continúen amando lo nuestro, sirviendo a nuestra generación y reconociendo la presencia hermosa de aquel, quien un día como hoy, nació en Belén de Judea. Para ustedes mis lectores, nuestro profundo respeto e inconmensurable amor.
¿Te gustaría orar? Dile conmigo: “Querido Jesús, te invito a nacer con todo el esplendor de tu gloria en el pesebre de mi corazón. Te reconozco como mi Salvador y mí Señor. Guíame con tu luz y tu verdad. Gracias por perdonarme y por morar en mí corazón. Amén”. Te mando un abrazo cargado de cariño. ¡Feliz Navidad!