Un ambiente de mucho pesimismo se ha tomado el país. A la polarización política que viene desde el referendo de octubre pasado, que se ha agudizado con la víspera de las campañas políticas; al escepticismo por la marcha lenta de los acuerdos con las Farc, se le ha sumado una percepción entre escéptica y negativa […]
Un ambiente de mucho pesimismo se ha tomado el país. A la polarización política que viene desde el referendo de octubre pasado, que se ha agudizado con la víspera de las campañas políticas; al escepticismo por la marcha lenta de los acuerdos con las Farc, se le ha sumado una percepción entre escéptica y negativa en el mundo económico y de los negocios.
En efecto, la economía pasa por momentos difíciles, en muchas calles de nuestra ciudad se ven los avisos de se vende, se arrienda, etc., que ratifican la desaceleración, es decir el lento crecimiento que tendrá este año 2017, que gobierno y analistas estiman en una tasa del 1,6 por ciento en su PIB. Un indicador muy regular… tirando a mal.
En efecto, el 34 por ciento de los colombianos piensan que la economía va mal, según la última encuesta de Latino-barómetro 2017 publicada por estos días en el diario Portafolio. Ese pesimismo es mayor en el resto de América Latina que alcanza el 39 por ciento.
Y el 40 por ciento de los encuestados temen perder su empleo en los próximos doce meses, un resultado bastante similar al del resto del continente, con excepción de Brasil donde este dato sube al 60 por ciento. Esto hace que muchas familias aplacen sus decisiones de gasto y eso no ayuda a reactivar la economía.
No obstante, la misma encuesta muestra un poco más de optimismo por parte de los colombianos para 2018, ya que el 51 por ciento de los encuestados piensan que las cosas van a mejorar el próximo año. Esa perspectiva optimista llega al 47 por ciento en el resto del continente.
Interesante que, en cuanto a otros temas, la encuesta muestra que la corrupción es el principal problema que hoy preocupa a los colombianos con un 20 por ciento, seguido por el desempleo con el 14 por ciento, el terrorismo o la guerrilla con el 10 por ciento, y en el mismo rango, en un tercer orden, está el temor a la delincuencia. Al resto de los latinos lo que más le preocupa son los bajos salarios, la inestabilidad en el empleo y la inflación; seguido por la delincuencia y finalmente la corrupción.
Lo anterior nos permite inferir que la situación económica y la lucha contra la corrupción serán los principales temas de las campañas políticas al Congreso y a la Presidencia de la República, el próximo año.
Sin lugar a dudas, la ciudadanía está exigiendo políticas y medidas concretas para frenar la vena rota de la corrupción en todos los niveles del Estado, desde la Nación, pasando por los departamentos y los municipios, y en todas las ramas del poder público, es decir ejecutivo, legislativo y judicial. En esta última la percepción es la más grave por los hechos por todos conocidos.
En el caso de la economía, es el otro reto del próximo Congreso y del próximo gobierno. Se necesitará mucha creatividad, estudios técnicos y pulso político para tomar las decisiones que haya que tomar, que no pueden ser medidas populistas como la de reducir los impuestos en medio de una situación de déficit; o la de cerrar la economía. El reto es volver a recuperar una buena tasa de crecimiento para la economía nacional, ojalá del 5 o del 6 por ciento; mejorar la productividad que viene de capa caída y estimular la inversión productiva y generadora de empleo.
Además, están los retos del déficit fiscal, la crisis de las finanzas de la salud y los costos del post-conflicto, todo lo cual indica que los equipos asesores de quienes aspiran a la primera magistratura del Estado deben estar estudiando mucho y con detenimiento el difícil panorama económico del país que, con razón, justifica el ambiente de pesimismo que se vive. No obstante, ese pesimismo, reiteramos, no debe dar pie a medidas populistas; en cualquier escenario se requerirá mucha prudencia en las medidas y sacrificios de todos los actores para superar la actual coyuntura.
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Un ambiente de mucho pesimismo se ha tomado el país. A la polarización política que viene desde el referendo de octubre pasado, que se ha agudizado con la víspera de las campañas políticas; al escepticismo por la marcha lenta de los acuerdos con las Farc, se le ha sumado una percepción entre escéptica y negativa […]
Un ambiente de mucho pesimismo se ha tomado el país. A la polarización política que viene desde el referendo de octubre pasado, que se ha agudizado con la víspera de las campañas políticas; al escepticismo por la marcha lenta de los acuerdos con las Farc, se le ha sumado una percepción entre escéptica y negativa en el mundo económico y de los negocios.
En efecto, la economía pasa por momentos difíciles, en muchas calles de nuestra ciudad se ven los avisos de se vende, se arrienda, etc., que ratifican la desaceleración, es decir el lento crecimiento que tendrá este año 2017, que gobierno y analistas estiman en una tasa del 1,6 por ciento en su PIB. Un indicador muy regular… tirando a mal.
En efecto, el 34 por ciento de los colombianos piensan que la economía va mal, según la última encuesta de Latino-barómetro 2017 publicada por estos días en el diario Portafolio. Ese pesimismo es mayor en el resto de América Latina que alcanza el 39 por ciento.
Y el 40 por ciento de los encuestados temen perder su empleo en los próximos doce meses, un resultado bastante similar al del resto del continente, con excepción de Brasil donde este dato sube al 60 por ciento. Esto hace que muchas familias aplacen sus decisiones de gasto y eso no ayuda a reactivar la economía.
No obstante, la misma encuesta muestra un poco más de optimismo por parte de los colombianos para 2018, ya que el 51 por ciento de los encuestados piensan que las cosas van a mejorar el próximo año. Esa perspectiva optimista llega al 47 por ciento en el resto del continente.
Interesante que, en cuanto a otros temas, la encuesta muestra que la corrupción es el principal problema que hoy preocupa a los colombianos con un 20 por ciento, seguido por el desempleo con el 14 por ciento, el terrorismo o la guerrilla con el 10 por ciento, y en el mismo rango, en un tercer orden, está el temor a la delincuencia. Al resto de los latinos lo que más le preocupa son los bajos salarios, la inestabilidad en el empleo y la inflación; seguido por la delincuencia y finalmente la corrupción.
Lo anterior nos permite inferir que la situación económica y la lucha contra la corrupción serán los principales temas de las campañas políticas al Congreso y a la Presidencia de la República, el próximo año.
Sin lugar a dudas, la ciudadanía está exigiendo políticas y medidas concretas para frenar la vena rota de la corrupción en todos los niveles del Estado, desde la Nación, pasando por los departamentos y los municipios, y en todas las ramas del poder público, es decir ejecutivo, legislativo y judicial. En esta última la percepción es la más grave por los hechos por todos conocidos.
En el caso de la economía, es el otro reto del próximo Congreso y del próximo gobierno. Se necesitará mucha creatividad, estudios técnicos y pulso político para tomar las decisiones que haya que tomar, que no pueden ser medidas populistas como la de reducir los impuestos en medio de una situación de déficit; o la de cerrar la economía. El reto es volver a recuperar una buena tasa de crecimiento para la economía nacional, ojalá del 5 o del 6 por ciento; mejorar la productividad que viene de capa caída y estimular la inversión productiva y generadora de empleo.
Además, están los retos del déficit fiscal, la crisis de las finanzas de la salud y los costos del post-conflicto, todo lo cual indica que los equipos asesores de quienes aspiran a la primera magistratura del Estado deben estar estudiando mucho y con detenimiento el difícil panorama económico del país que, con razón, justifica el ambiente de pesimismo que se vive. No obstante, ese pesimismo, reiteramos, no debe dar pie a medidas populistas; en cualquier escenario se requerirá mucha prudencia en las medidas y sacrificios de todos los actores para superar la actual coyuntura.
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