El joven de jeans desajustados era un emprendedor que en poco tiempo se convertiría en el dueño de dos estudios tatoo; uno en el sector Villalba y otro en el centro de Valledupar.
A diferencia de muchos carmelitanos que arribaron a Valledupar en la segunda mitad del siglo pasado, tras la masacre de El Carmen, Norte de Santander, en 1949, a Jeremías Rangel, conocido como ‘Kraken’ solo le bastó un Festival de la Leyenda Vallenata hace 12 años para radicarse y convertirse en el pionero de las tiendas de tatuajes en Valledupar.
También puedes leer: Kz Rock Festival en la capital del vallenato
Hoy con dos locales de Tattoo ubicadas en la capital cesarensse, viaja en sus vagos recuerdos hasta hace 14 años, cuando gracias a las habilidades en el trazo y el dibujo empezó a ostentar el apodo homónimo a la banda colombiana de hard rock, fundada en Medellín en la década de los 80: ‘Kraken’.
Con apenas 16 años, en ese entonces seguidor de Maná y Ángeles del Infierno, Jeremías emprende la huida de su tierra natal, El Carmen, Norte de Santander, y termina adoptado por una familia en el municipio de Ocaña. Para esa época la clandestinidad del tatuaje permitía la camaradería en medio de la música alternativa, es así como este rebelde conoce a David, un viejo amigo que contribuyó en sus primeros pasos como tatuador.
“Yo primero hacia perforaciones, sin embargo tenía la habilidad sobre el dibujo. Para ese entonces mis amigos y vecinos me pedían que los tatuara”, narra Rangel.
El joven de jeans desajustados era un emprendedor que en poco tiempo se convertiría en el dueño de dos estudios tatoo; uno en el sector Villalba y otro en el centro de Valledupar.
“Yo vine a Valledupar a trabajar para un Festival Vallenato me fue súper bien. Se me dio la posibilidad de comprar un local año siguiente. Cuando yo llegué no existía ningún local, soy pionero en crear una tienda aquí”, expresó el artista.
Entregando veracidad a las líneas de Albert Camus, donde asegura que: “El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y se muere”, este foráneo además de visionar una oportunidad de negocio, no rechazó la idea de enamorarse de la tierra de las leyendas vallenatas.
A sus 31 años y con un duende impregnado en su piel, el cual delataba en su juventud su gusto por la banda española de folk metal, Mago de Oz, el nortesantandereano reconoce que en la capital cesarense heredó el renombre que se ve reflejado en los clientes que confían en un trabajo de calidad.
El tatuaje hijo rebelde de las cavernas, a pesar de adoptar diferentes significados en la dinámica de la historia, y actualmente asumir un papel en la moda y la vanguardia ha permitido que el grabado en la piel no sea más un tabú, más bien sea reconocido como una manifestación artística dentro del imaginario colectivo.
No obstante, Jeremías ajeno de la violencia fratricida que arremetió contra su pueblo en décadas anteriores, hoy lucha contra la estigmatización de la comunidad hacia el arte del tatuaje cada vez que en lugares públicos su presencia incomoda a muchas personas.
“Entras a cualquier parte y te miran feo, ingresas a un banco y guardan la cartera porque creen que tú los vas a robar y las señoras se orillan, pero eso es el pan de cada día y cuando uno se mete ya uno tiene que saber que eso va a pasar”
Actualmente Kraken, admirador del estadounidense Paul Booth, un polifacético tatuador, y propietario de un bar alternativo, asegura que Valledupar es un escenario que se puede convertir en un músculo financiero cuando se trabaja con insistencia y perseverancia.
Por: Tatiana Guerrero / EL PILÓN
El joven de jeans desajustados era un emprendedor que en poco tiempo se convertiría en el dueño de dos estudios tatoo; uno en el sector Villalba y otro en el centro de Valledupar.
A diferencia de muchos carmelitanos que arribaron a Valledupar en la segunda mitad del siglo pasado, tras la masacre de El Carmen, Norte de Santander, en 1949, a Jeremías Rangel, conocido como ‘Kraken’ solo le bastó un Festival de la Leyenda Vallenata hace 12 años para radicarse y convertirse en el pionero de las tiendas de tatuajes en Valledupar.
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Hoy con dos locales de Tattoo ubicadas en la capital cesarensse, viaja en sus vagos recuerdos hasta hace 14 años, cuando gracias a las habilidades en el trazo y el dibujo empezó a ostentar el apodo homónimo a la banda colombiana de hard rock, fundada en Medellín en la década de los 80: ‘Kraken’.
Con apenas 16 años, en ese entonces seguidor de Maná y Ángeles del Infierno, Jeremías emprende la huida de su tierra natal, El Carmen, Norte de Santander, y termina adoptado por una familia en el municipio de Ocaña. Para esa época la clandestinidad del tatuaje permitía la camaradería en medio de la música alternativa, es así como este rebelde conoce a David, un viejo amigo que contribuyó en sus primeros pasos como tatuador.
“Yo primero hacia perforaciones, sin embargo tenía la habilidad sobre el dibujo. Para ese entonces mis amigos y vecinos me pedían que los tatuara”, narra Rangel.
El joven de jeans desajustados era un emprendedor que en poco tiempo se convertiría en el dueño de dos estudios tatoo; uno en el sector Villalba y otro en el centro de Valledupar.
“Yo vine a Valledupar a trabajar para un Festival Vallenato me fue súper bien. Se me dio la posibilidad de comprar un local año siguiente. Cuando yo llegué no existía ningún local, soy pionero en crear una tienda aquí”, expresó el artista.
Entregando veracidad a las líneas de Albert Camus, donde asegura que: “El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y se muere”, este foráneo además de visionar una oportunidad de negocio, no rechazó la idea de enamorarse de la tierra de las leyendas vallenatas.
A sus 31 años y con un duende impregnado en su piel, el cual delataba en su juventud su gusto por la banda española de folk metal, Mago de Oz, el nortesantandereano reconoce que en la capital cesarense heredó el renombre que se ve reflejado en los clientes que confían en un trabajo de calidad.
El tatuaje hijo rebelde de las cavernas, a pesar de adoptar diferentes significados en la dinámica de la historia, y actualmente asumir un papel en la moda y la vanguardia ha permitido que el grabado en la piel no sea más un tabú, más bien sea reconocido como una manifestación artística dentro del imaginario colectivo.
No obstante, Jeremías ajeno de la violencia fratricida que arremetió contra su pueblo en décadas anteriores, hoy lucha contra la estigmatización de la comunidad hacia el arte del tatuaje cada vez que en lugares públicos su presencia incomoda a muchas personas.
“Entras a cualquier parte y te miran feo, ingresas a un banco y guardan la cartera porque creen que tú los vas a robar y las señoras se orillan, pero eso es el pan de cada día y cuando uno se mete ya uno tiene que saber que eso va a pasar”
Actualmente Kraken, admirador del estadounidense Paul Booth, un polifacético tatuador, y propietario de un bar alternativo, asegura que Valledupar es un escenario que se puede convertir en un músculo financiero cuando se trabaja con insistencia y perseverancia.
Por: Tatiana Guerrero / EL PILÓN