En Colombia existe un hervidero de noticias lacerantes con un pasado en la guerra y un presente en la paz. Sobre el particular existen estudios que soportan la incidencia de este fenómeno y su impacto social. Aquí cobra capital importancia los extravíos de un ego encandilado por un afán de alta figuración y sobre todo […]
En Colombia existe un hervidero de noticias lacerantes con un pasado en la guerra y un presente en la paz. Sobre el particular existen estudios que soportan la incidencia de este fenómeno y su impacto social. Aquí cobra capital importancia los extravíos de un ego encandilado por un afán de alta figuración y sobre todo la convergencia de problemas con repercusiones insospechadas. No olvidemos que mientras se sanciona socialmente a otros, se está discriminando; entre tanto que comunicando y construyendo cultura generamos paz. Bajo estas circunstancias es necesario enseñar con el ejemplo y la palabra, dar buen testimonio, fidedigno y edificante para la colectividad; construir y fertilizar la realidad compleja e inevitable de lo humano.
Nos preguntamos ¿De qué nos sirve discriminar a otros o hacer acepción de personas? Es fatuo, tal vez ello producto de la poca preparación o sensibilización de individuos que actúan de tal forma. De nada sirve burlarnos abiertamente del homosexual, la prostituta, del gordo, del loco, del enano, del calvo, del manco, tuerto, viejo o de cualquier otra persona que difiera en pensamiento, culto religioso, obra y acción; es injusto. No se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. En este caso debemos asumir una condición de adaptabilidad, transformación y dinamismo en nuestras actuaciones sean pocas o muchas, diversas, notorias o superfluas. En tal sentido debemos gestar una movilización de actores y su reflexión alrededor de los procesos de apropiación social, que promuevan vínculos afectivos, pilares fundamentales del desarrollo humano; todo ello en medio de diagnósticos y previsiones futuras, es decir, esta propuesta pedagógica debe incluir de manera prioritaria el proceso de enseñanza en la niñez; tal como lo dice el adagio: “educad al niño y no castigareis al hombre” y el Estado colombiano en la actualidad disminuyendo los aportes educativos. ¿Esto qué es? ¿A dónde iremos así? La educación pública es un derecho.
Bajo este contexto apoyamos el diseño e implementación de un trabajo social con enfoque práctico y realista que geste modelos de transformación, no extranjeros. Un ejemplo ilustrativo lo configura la orientación pedagógica desde el hogar, antes que las instituciones educativas. Por ello, los progenitores responsables siempre serán símbolo del proceso de formación en la familia, desde que se nace hasta la adultez.
Necesitamos hoy por hoy transitar hacia un escenario sin confrontación, que promueva el fortalecimiento de las relaciones. Es también ideal hacernos un examen colectivo de conciencia y de nuestro sistema de valores, unirnos a las voces de preocupación que se han manifestado en diferentes ciudades del país ante la intolerancia sin freno de muchos. Desearíamos que existiera un medicamento, que inyectado redireccione y la conciencia de cada persona cambie, enseñándole el buen proceder, sin odios, sin mezquindad que sirvan de eco reflector y como tal, prevenir en el ámbito del antagonismo.
A esta situación que vivimos se le quiere dar un manejo casual o aislado; pero es una gran realidad; todo este escenario de conflictos y vicisitudes de niños, jóvenes y adultos en Colombia, tiene una curación efectiva e inmediata, se llama educación; una verdadera educación de más de 8 horas diarias, con pedagogía, inculcando al niño el ejercicio práctico de los valores éticos y morales a la par de la formación académica. Desde niño se debe moldear el pensamiento crítico de éste, bajo estándares de alta calidad y una mentalidad productiva, respetando al semejante, así solo cambiaremos.
Por: Jairo Franco Salas
En Colombia existe un hervidero de noticias lacerantes con un pasado en la guerra y un presente en la paz. Sobre el particular existen estudios que soportan la incidencia de este fenómeno y su impacto social. Aquí cobra capital importancia los extravíos de un ego encandilado por un afán de alta figuración y sobre todo […]
En Colombia existe un hervidero de noticias lacerantes con un pasado en la guerra y un presente en la paz. Sobre el particular existen estudios que soportan la incidencia de este fenómeno y su impacto social. Aquí cobra capital importancia los extravíos de un ego encandilado por un afán de alta figuración y sobre todo la convergencia de problemas con repercusiones insospechadas. No olvidemos que mientras se sanciona socialmente a otros, se está discriminando; entre tanto que comunicando y construyendo cultura generamos paz. Bajo estas circunstancias es necesario enseñar con el ejemplo y la palabra, dar buen testimonio, fidedigno y edificante para la colectividad; construir y fertilizar la realidad compleja e inevitable de lo humano.
Nos preguntamos ¿De qué nos sirve discriminar a otros o hacer acepción de personas? Es fatuo, tal vez ello producto de la poca preparación o sensibilización de individuos que actúan de tal forma. De nada sirve burlarnos abiertamente del homosexual, la prostituta, del gordo, del loco, del enano, del calvo, del manco, tuerto, viejo o de cualquier otra persona que difiera en pensamiento, culto religioso, obra y acción; es injusto. No se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. En este caso debemos asumir una condición de adaptabilidad, transformación y dinamismo en nuestras actuaciones sean pocas o muchas, diversas, notorias o superfluas. En tal sentido debemos gestar una movilización de actores y su reflexión alrededor de los procesos de apropiación social, que promuevan vínculos afectivos, pilares fundamentales del desarrollo humano; todo ello en medio de diagnósticos y previsiones futuras, es decir, esta propuesta pedagógica debe incluir de manera prioritaria el proceso de enseñanza en la niñez; tal como lo dice el adagio: “educad al niño y no castigareis al hombre” y el Estado colombiano en la actualidad disminuyendo los aportes educativos. ¿Esto qué es? ¿A dónde iremos así? La educación pública es un derecho.
Bajo este contexto apoyamos el diseño e implementación de un trabajo social con enfoque práctico y realista que geste modelos de transformación, no extranjeros. Un ejemplo ilustrativo lo configura la orientación pedagógica desde el hogar, antes que las instituciones educativas. Por ello, los progenitores responsables siempre serán símbolo del proceso de formación en la familia, desde que se nace hasta la adultez.
Necesitamos hoy por hoy transitar hacia un escenario sin confrontación, que promueva el fortalecimiento de las relaciones. Es también ideal hacernos un examen colectivo de conciencia y de nuestro sistema de valores, unirnos a las voces de preocupación que se han manifestado en diferentes ciudades del país ante la intolerancia sin freno de muchos. Desearíamos que existiera un medicamento, que inyectado redireccione y la conciencia de cada persona cambie, enseñándole el buen proceder, sin odios, sin mezquindad que sirvan de eco reflector y como tal, prevenir en el ámbito del antagonismo.
A esta situación que vivimos se le quiere dar un manejo casual o aislado; pero es una gran realidad; todo este escenario de conflictos y vicisitudes de niños, jóvenes y adultos en Colombia, tiene una curación efectiva e inmediata, se llama educación; una verdadera educación de más de 8 horas diarias, con pedagogía, inculcando al niño el ejercicio práctico de los valores éticos y morales a la par de la formación académica. Desde niño se debe moldear el pensamiento crítico de éste, bajo estándares de alta calidad y una mentalidad productiva, respetando al semejante, así solo cambiaremos.
Por: Jairo Franco Salas