El pertenecer a una bancada política, significa el sometimiento a unos estatutos, el seguir las orientaciones trazadas por quienes hacen parte de sus cuadros directivos del orden nacional, regional y local. Es saber que quien quiera aspirar a un cargo de elección popular debe contar con el guiño de las directivas y con la aprobación […]
El pertenecer a una bancada política, significa el sometimiento a unos estatutos, el seguir las orientaciones trazadas por quienes hacen parte de sus cuadros directivos del orden nacional, regional y local. Es saber que quien quiera aspirar a un cargo de elección popular debe contar con el guiño de las directivas y con la aprobación de buena parte de sus bases populares, y cuando no sea así, esperar su oportunidad, lo que puede tardar mucho tiempo.
Es por ello que considero que las candidaturas por recolección de firmas, tan de moda por estos días, evitan ciertamente, hacer la fila, o pedir permiso. Y es que, entre otras cosas, los principios ideológicos que en otrora marcaban claras diferencias entre los partidos tradicionales, poco a poco han ido desapareciendo por diferentes circunstancias, unas de tipo histórico y social como lo fue el llamado Frente Nacional, fórmula con la que se logró apaciguar la violencia política entre liberales y conservadores, sumada a la decadencia misma de la actividad política, degradada por las prácticas clientelistas, por las muy diversas formas de financiación ilícita de sus campañas, por candidatos de dudosa procedencia y honestidad, pero con capacidad económica suficiente para comprar el aval político y financiar la campaña a costa de corromper al elector.
Todo ello con un valor agregado, y es que la actividad política se ve limitada a situaciones de “herencia familiar”, pues son las mismas familias las que desde hace décadas tienen el derecho exclusivo a elegir y ser elegidas.
Ahora bien, se ha mencionado aquí a los cuestionados partidos tradicionales, pero es que muchos de los males propios de estos, también aquejan a los partidos relativamente nuevos, como es el caso del Polo Democrático Alternativo, la U y Cambio Radical, por citar algunos ejemplos. Demostrado está, con muy pocas excepciones que los partidos o movimientos políticos nuevos, nacen con el germen de la corrupción en su ADN, situación que se explica en muchos casos, porque estos partidos y movimientos políticos nuevos-léase de garaje-, son fundados por políticos de viejo cuño, que emigran de los partidos tradicionales para armar “tolda aparte” como se dice en el argot popular. Mientras esto ocurre en el interior de los movimientos y partidos políticos, la abstención crece a un ritmo vertiginoso. La cacareada reforma política que cursa actualmente en el Congreso es tan cosmética, que no toca ni siquiera tangencialmente los puntos medulares del actual sistema electoral ¿A dónde conducirá todo esto? ¡Averígüelo Vargas!
Por Darío Arregocés Baute
El pertenecer a una bancada política, significa el sometimiento a unos estatutos, el seguir las orientaciones trazadas por quienes hacen parte de sus cuadros directivos del orden nacional, regional y local. Es saber que quien quiera aspirar a un cargo de elección popular debe contar con el guiño de las directivas y con la aprobación […]
El pertenecer a una bancada política, significa el sometimiento a unos estatutos, el seguir las orientaciones trazadas por quienes hacen parte de sus cuadros directivos del orden nacional, regional y local. Es saber que quien quiera aspirar a un cargo de elección popular debe contar con el guiño de las directivas y con la aprobación de buena parte de sus bases populares, y cuando no sea así, esperar su oportunidad, lo que puede tardar mucho tiempo.
Es por ello que considero que las candidaturas por recolección de firmas, tan de moda por estos días, evitan ciertamente, hacer la fila, o pedir permiso. Y es que, entre otras cosas, los principios ideológicos que en otrora marcaban claras diferencias entre los partidos tradicionales, poco a poco han ido desapareciendo por diferentes circunstancias, unas de tipo histórico y social como lo fue el llamado Frente Nacional, fórmula con la que se logró apaciguar la violencia política entre liberales y conservadores, sumada a la decadencia misma de la actividad política, degradada por las prácticas clientelistas, por las muy diversas formas de financiación ilícita de sus campañas, por candidatos de dudosa procedencia y honestidad, pero con capacidad económica suficiente para comprar el aval político y financiar la campaña a costa de corromper al elector.
Todo ello con un valor agregado, y es que la actividad política se ve limitada a situaciones de “herencia familiar”, pues son las mismas familias las que desde hace décadas tienen el derecho exclusivo a elegir y ser elegidas.
Ahora bien, se ha mencionado aquí a los cuestionados partidos tradicionales, pero es que muchos de los males propios de estos, también aquejan a los partidos relativamente nuevos, como es el caso del Polo Democrático Alternativo, la U y Cambio Radical, por citar algunos ejemplos. Demostrado está, con muy pocas excepciones que los partidos o movimientos políticos nuevos, nacen con el germen de la corrupción en su ADN, situación que se explica en muchos casos, porque estos partidos y movimientos políticos nuevos-léase de garaje-, son fundados por políticos de viejo cuño, que emigran de los partidos tradicionales para armar “tolda aparte” como se dice en el argot popular. Mientras esto ocurre en el interior de los movimientos y partidos políticos, la abstención crece a un ritmo vertiginoso. La cacareada reforma política que cursa actualmente en el Congreso es tan cosmética, que no toca ni siquiera tangencialmente los puntos medulares del actual sistema electoral ¿A dónde conducirá todo esto? ¡Averígüelo Vargas!
Por Darío Arregocés Baute