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Columnista - 2 septiembre, 2017

La Campaña de las alianzas

El 27 de mayo del próximo año se llevarán a cabo los comicios electorales para la presidencia de la República. 30 precandidatos procuran convertirse en remplazante de Juan Manuel Santos. Cualquier desprevenido podría suponer que en el país la participación política es un principio de madurez democrática, sin embargo, la realidad es distinta, la imagen […]

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El 27 de mayo del próximo año se llevarán a cabo los comicios electorales para la presidencia de la República. 30 precandidatos procuran convertirse en remplazante de Juan Manuel Santos. Cualquier desprevenido podría suponer que en el país la participación política es un principio de madurez democrática, sin embargo, la realidad es distinta, la imagen de los partidos políticos está por el suelo, la fe de los colombianos arruinada, el voto independiente desvalorizado y predominan los personalismos y la promiscuidad política, por lo que la contienda electoral no será entre candidatos, sino, una guerra política de bandos y alianzas, caracterizada por la inscripción mediante firmas, truco que no prohíbe la norma, por lo tanto, permitido.

Los asomos del debate electoral mantienen la constante temeraria de inocular miedo y odio, bálsamo que es utilizado por el expresidente Álvaro Uribe y aceitado por los integrantes del Centro Democrático para condicionar la voluntad y decisión del elector. En efecto, los colombianos estamos metidos en la incertidumbre y en la encrucijada de los pronósticos, por una parte nos vaticinan un futuro oscuro en manos de los comunistas o castrochavistas, pero del otro, la continuidad de la elite dominante en nuestra historia republicana, en la que siguen prevaleciendo la corrupción, los políticos que siembran miedo y los estrategas de las campañas que manipulan el odio.

Resulta paradójico que los vaticinios temerarios considerados por la tradicional política colombiana, para mantener viva las opciones de poder en sus lugares de influencia, son construidas con base en la incredulidad que generan sus partidos políticos y las actuaciones de sus dirigentes, particularmente, los relacionados con los escándalos de corrupción, sobre todo, el reciente destapado en las esferas de la Corte Suprema de Justicia (develados por la Justicia de Estados Unidos), con la cadena de sobornos vergonzosa para arreglar procesos judiciales, para favorecer la connivencia tramoyera entre magistrados, el fiscal anticorrupción y dirigentes regionales.

El sofisma construido mediante la falacia del Socialismo del siglo XXI, dícese Castrochavismo y/o relacionar al país con lo que sufre el pueblo venezolano, ha sido una cortina de humo propicia para robustecer la polarización política existente, pero deben entender que este método tiene fecha de vencimiento, el país está cansado de las explicaciones técnicas del debido proceso, la dilación y vencimiento de términos de las investigaciones, la casa por cárcel para la incesante corrupción y de la ineficiencia institucional para resolver los problemas apremiantes.

Nuestra nación cada día transita entre la penumbra y la oscuridad, el presente es agridulce y el futuro incierto, la polarización, los escándalos de corrupción y la desaceleración económica, son condiciones dañinas para la estabilidad institucional y adversa para la gobernabilidad. Estas circunstancias se han convertido en un virus resistente, porque la medicina o el antídoto lo esconden los hombres que dirigen las instituciones, para beneficiarse y favorecer los intereses del establecimiento y su conglomerado.

El escenario de nuestro juego de tronos criollo con miras a las elecciones de 2018, abrió la hendija para las alianzas como fórmula que disimula el desprestigio, aunar fuerzas es una jugada que orienta el poder como propósito, pero no articula las necesidades de la nación, por el contrario, la historia demuestra que las profundiza. Luchar contra la corrupción y castigar de manera ejemplarizante a los responsables, honrar la institucionalidad, implementar los acuerdos de paz y reorientar la política económica del país, no debería ser una opción desagregada.

El populismo mundial no es excepción en Colombia, tampoco la denominada antipolitica en la que resalta el outsider, distinguido por parecer nuevo sin serlo. También están los candidatos que generan antipatías, pero diferenciados por el origen de los respaldos económicos y políticos que reciben y los posibles condicionamientos antagónicos en el eventual gobierno. El camino es pedregoso e incierto, en el que las Farc como nuevo actor entraron con el pie izquierdo al bautizar su partido político con el mismo nombre que produce incertidumbre y malos recuerdos a la población colombiana.

@LuchoDiaz12

Por Luis Elquis Díaz

Columnista
2 septiembre, 2017

La Campaña de las alianzas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

El 27 de mayo del próximo año se llevarán a cabo los comicios electorales para la presidencia de la República. 30 precandidatos procuran convertirse en remplazante de Juan Manuel Santos. Cualquier desprevenido podría suponer que en el país la participación política es un principio de madurez democrática, sin embargo, la realidad es distinta, la imagen […]


El 27 de mayo del próximo año se llevarán a cabo los comicios electorales para la presidencia de la República. 30 precandidatos procuran convertirse en remplazante de Juan Manuel Santos. Cualquier desprevenido podría suponer que en el país la participación política es un principio de madurez democrática, sin embargo, la realidad es distinta, la imagen de los partidos políticos está por el suelo, la fe de los colombianos arruinada, el voto independiente desvalorizado y predominan los personalismos y la promiscuidad política, por lo que la contienda electoral no será entre candidatos, sino, una guerra política de bandos y alianzas, caracterizada por la inscripción mediante firmas, truco que no prohíbe la norma, por lo tanto, permitido.

Los asomos del debate electoral mantienen la constante temeraria de inocular miedo y odio, bálsamo que es utilizado por el expresidente Álvaro Uribe y aceitado por los integrantes del Centro Democrático para condicionar la voluntad y decisión del elector. En efecto, los colombianos estamos metidos en la incertidumbre y en la encrucijada de los pronósticos, por una parte nos vaticinan un futuro oscuro en manos de los comunistas o castrochavistas, pero del otro, la continuidad de la elite dominante en nuestra historia republicana, en la que siguen prevaleciendo la corrupción, los políticos que siembran miedo y los estrategas de las campañas que manipulan el odio.

Resulta paradójico que los vaticinios temerarios considerados por la tradicional política colombiana, para mantener viva las opciones de poder en sus lugares de influencia, son construidas con base en la incredulidad que generan sus partidos políticos y las actuaciones de sus dirigentes, particularmente, los relacionados con los escándalos de corrupción, sobre todo, el reciente destapado en las esferas de la Corte Suprema de Justicia (develados por la Justicia de Estados Unidos), con la cadena de sobornos vergonzosa para arreglar procesos judiciales, para favorecer la connivencia tramoyera entre magistrados, el fiscal anticorrupción y dirigentes regionales.

El sofisma construido mediante la falacia del Socialismo del siglo XXI, dícese Castrochavismo y/o relacionar al país con lo que sufre el pueblo venezolano, ha sido una cortina de humo propicia para robustecer la polarización política existente, pero deben entender que este método tiene fecha de vencimiento, el país está cansado de las explicaciones técnicas del debido proceso, la dilación y vencimiento de términos de las investigaciones, la casa por cárcel para la incesante corrupción y de la ineficiencia institucional para resolver los problemas apremiantes.

Nuestra nación cada día transita entre la penumbra y la oscuridad, el presente es agridulce y el futuro incierto, la polarización, los escándalos de corrupción y la desaceleración económica, son condiciones dañinas para la estabilidad institucional y adversa para la gobernabilidad. Estas circunstancias se han convertido en un virus resistente, porque la medicina o el antídoto lo esconden los hombres que dirigen las instituciones, para beneficiarse y favorecer los intereses del establecimiento y su conglomerado.

El escenario de nuestro juego de tronos criollo con miras a las elecciones de 2018, abrió la hendija para las alianzas como fórmula que disimula el desprestigio, aunar fuerzas es una jugada que orienta el poder como propósito, pero no articula las necesidades de la nación, por el contrario, la historia demuestra que las profundiza. Luchar contra la corrupción y castigar de manera ejemplarizante a los responsables, honrar la institucionalidad, implementar los acuerdos de paz y reorientar la política económica del país, no debería ser una opción desagregada.

El populismo mundial no es excepción en Colombia, tampoco la denominada antipolitica en la que resalta el outsider, distinguido por parecer nuevo sin serlo. También están los candidatos que generan antipatías, pero diferenciados por el origen de los respaldos económicos y políticos que reciben y los posibles condicionamientos antagónicos en el eventual gobierno. El camino es pedregoso e incierto, en el que las Farc como nuevo actor entraron con el pie izquierdo al bautizar su partido político con el mismo nombre que produce incertidumbre y malos recuerdos a la población colombiana.

@LuchoDiaz12

Por Luis Elquis Díaz