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Columnista - 13 agosto, 2017

No olvidarás mi nombre: Una peligrosa estigmatización

“No olvidarás mi nombre” es un seriado que pretende narrar el conflicto, con toda su violencia y sinrazones, alrededor de una historia de amor y con un hilo conductor que recrea la confrontación entre guerrilleros y paramilitares. Pero mientras, para definirlo con simplismo, el guerrillero es malo, y ahí termina su proyección social, el paramilitar es […]

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“No olvidarás mi nombre” es un seriado que pretende narrar el conflicto, con toda su violencia y sinrazones, alrededor de una historia de amor y con un hilo conductor que recrea la confrontación entre guerrilleros y paramilitares.

Pero mientras, para definirlo con simplismo, el guerrillero es malo, y ahí termina su proyección social, el paramilitar es “remalo”, como diría la muchachada, y detrás de él está el verdadero antagonista: el ganadero; el que burla la justicia y se la toma por su mano; dueño del poder local, despojador de campesinos, ordenador de masacres, con tentáculos en los círculos del poder para esconder sus delitos y alcanzar sus objetivos perversos. Ni el asesinato de su hermano bueno alcanza a explicar tanta maldad.

Los ganaderos han sido estigmatizados como terratenientes y despojadores desde hace sesenta años, cuando las Farc los declararon enemigos y objetivo militar, y expidieron leyes de reforma agraria para arrebatarles la tierra. Entonces fueron asesinados y secuestrados por miles; extorsionados y despojados.

Cuando surge el paramilitarismo y algunos empresarios –no solo ganaderos– traspasan los límites de la legalidad, los ganaderos quedaron en medio del fuego cruzado, como todos los pobladores rurales, y terminaron con una injusta estigmatización a cuestas, propagada en los medios por la izquierda y algunos columnistas.

Hoy, sin embargo, en tiempos de posconflicto, reparación y reconciliación; cuando está pronta a instalarse una Justicia Especial concebida con las Farc; cuando el Decreto 902 de 2017, también creado con las Farc, será el instrumento para distribuir tres millones de hectáreas, que saldrán de la expropiación a sus legítimos propietarios, pues es conocido el fracaso del Estado en quitarle la tierra a los criminales y recuperar sus baldíos; hoy, cuando se requiere una justicia imparcial y una “sociedad imparcial”, porque la decisión del juez siempre está permeada por su entorno; es decir, cuando es imperativo derribar estigmas y estereotipos, se produce esta extemporánea y peligrosa estigmatización contra los ganaderos.

Me indigna que semejante generalización haya sido auspiciada por USAID y OIM, y por el Gobierno a través del Centro Nacional de Memoria Histórica, la Unidad de Víctimas y Reconciliación Colombia, una organización que no hace honor a su nombre con esta propuesta, y en la  que figuran muchas entidades públicas y empresas privadas.

Pienso en los empresarios ganaderos perseguidos por ese estigma, que pesará en la JEP y en los jueces que decidirán sobre la expropiación por incumplimiento de la función social y ecológica o por motivos de interés social, en los que cabe todo, a través del “Procedimiento Único” y sumario del Decreto 902. Pienso en la reconciliación y en la responsabilidad social  de los medios.
@jflafaurie

Por José Félix Lafaurie Rivera

 

Columnista
13 agosto, 2017

No olvidarás mi nombre: Una peligrosa estigmatización

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Félix Lafaurie Rivera

“No olvidarás mi nombre” es un seriado que pretende narrar el conflicto, con toda su violencia y sinrazones, alrededor de una historia de amor y con un hilo conductor que recrea la confrontación entre guerrilleros y paramilitares. Pero mientras, para definirlo con simplismo, el guerrillero es malo, y ahí termina su proyección social, el paramilitar es […]


“No olvidarás mi nombre” es un seriado que pretende narrar el conflicto, con toda su violencia y sinrazones, alrededor de una historia de amor y con un hilo conductor que recrea la confrontación entre guerrilleros y paramilitares.

Pero mientras, para definirlo con simplismo, el guerrillero es malo, y ahí termina su proyección social, el paramilitar es “remalo”, como diría la muchachada, y detrás de él está el verdadero antagonista: el ganadero; el que burla la justicia y se la toma por su mano; dueño del poder local, despojador de campesinos, ordenador de masacres, con tentáculos en los círculos del poder para esconder sus delitos y alcanzar sus objetivos perversos. Ni el asesinato de su hermano bueno alcanza a explicar tanta maldad.

Los ganaderos han sido estigmatizados como terratenientes y despojadores desde hace sesenta años, cuando las Farc los declararon enemigos y objetivo militar, y expidieron leyes de reforma agraria para arrebatarles la tierra. Entonces fueron asesinados y secuestrados por miles; extorsionados y despojados.

Cuando surge el paramilitarismo y algunos empresarios –no solo ganaderos– traspasan los límites de la legalidad, los ganaderos quedaron en medio del fuego cruzado, como todos los pobladores rurales, y terminaron con una injusta estigmatización a cuestas, propagada en los medios por la izquierda y algunos columnistas.

Hoy, sin embargo, en tiempos de posconflicto, reparación y reconciliación; cuando está pronta a instalarse una Justicia Especial concebida con las Farc; cuando el Decreto 902 de 2017, también creado con las Farc, será el instrumento para distribuir tres millones de hectáreas, que saldrán de la expropiación a sus legítimos propietarios, pues es conocido el fracaso del Estado en quitarle la tierra a los criminales y recuperar sus baldíos; hoy, cuando se requiere una justicia imparcial y una “sociedad imparcial”, porque la decisión del juez siempre está permeada por su entorno; es decir, cuando es imperativo derribar estigmas y estereotipos, se produce esta extemporánea y peligrosa estigmatización contra los ganaderos.

Me indigna que semejante generalización haya sido auspiciada por USAID y OIM, y por el Gobierno a través del Centro Nacional de Memoria Histórica, la Unidad de Víctimas y Reconciliación Colombia, una organización que no hace honor a su nombre con esta propuesta, y en la  que figuran muchas entidades públicas y empresas privadas.

Pienso en los empresarios ganaderos perseguidos por ese estigma, que pesará en la JEP y en los jueces que decidirán sobre la expropiación por incumplimiento de la función social y ecológica o por motivos de interés social, en los que cabe todo, a través del “Procedimiento Único” y sumario del Decreto 902. Pienso en la reconciliación y en la responsabilidad social  de los medios.
@jflafaurie

Por José Félix Lafaurie Rivera