Finalizada la versión 2017 del Tour de Francia, concilié con la intimidad de mi pensamiento, pagar el adeudo que tenemos los colombianos con nuestros ciclistas. Revisando la historia de nuestros escarabajos encontré en una crónica realizada nada más y nada menos que por Gabriel García Márquez, comisionado por El Espectador, para que entrevistara a Ramón […]
Finalizada la versión 2017 del Tour de Francia, concilié con la intimidad de mi pensamiento, pagar el adeudo que tenemos los colombianos con nuestros ciclistas. Revisando la historia de nuestros escarabajos encontré en una crónica realizada nada más y nada menos que por Gabriel García Márquez, comisionado por El Espectador, para que entrevistara a Ramón Hoyos, el primer referente del ciclismo colombiano.
Con su estilo innato para la narrativa, el reportero García Márquez, contó como Ramón Hoyos, con varias cicatrices en el cuerpo y un ojo lastimado, consecuencia de la caída del día anterior, se montó de nuevo en su bicicleta, para vertiginosamente ascender el páramo de Letras, que para muchos es el puerto de montaña más duro del mundo. Allí, con su estilo tosco, desmejorado y poco ortodoxo, Ramón fue alcanzando a sus rivales y llegó al segundo puesto. El peladito estaba dando la sorpresa y ya le pisaba los talones al líder, el francés José Beyaert. Al llegar a la meta, el narrador deportivo José Enrique Buitrago, viéndolo todo desbaratado y molido por las caídas, pensó en medio de la emoción: “¡No es un humano, es un saltamontes en bicicleta!”. Pero lo que en realidad había dicho era: “¡No es un humano, es un escarabajo en bicicleta!”. Se había confundido de insecto. Y lo demás es historia. Cuentan que de este episodio surgió el remoquete escarabajo para nuestros ciclistas.
Los deportistas colombianos se caracterizan por ser luchadores, de gran talento y de origen humilde. Conseguir patrocinio es prácticamente otra competencia, en la que a veces han sido vencidos. Nuestros deportistas compiten como viven, entregan todo para buscar la grandeza, mediante la inscripción de sus nombres en el museo de los recuerdos.
La mayoría de las veces los hinchas o seguidores asumimos la condición absurda de creer que nuestros deportistas son invencibles, por eso fácilmente los elevamos al olimpo y del mismo modo los dejamos caer cuando no logran triunfar.
Porque no ganó el Tour de Francia algunos insensatos tuvieron la osadía de arremeter contra Nairo Quintana, esos mismos son los que no bajan de un piso a otro por las escaleras, sino usando el ascensor. Tampoco entienden la fragilidad del cuerpo, ni las circunstancias del deporte o quizás lo hacen con el ánimo de convertirse en celebridades, condenando el infortunio ocasional de los deportistas, sin valorar los pergaminos ni títulos alcanzados, que por las paradojas de la vida sirvieron para reír en su momento y abrazar el orgullo.
Nuestros ciclistas con cada pedalazo contaron al mundo sobre la existencia de un país americano llamado Colombia. Asimismo, el Boxeo con los puños de Antonio Cervantes Reyes ‘Kid Pambelé’ con el primer título mundial en 1972 contra Alfonso ‘Pepermint’ Frazer. Después llegó el futbol con su efervescencia asoladora y el nacimiento de grandes futbolistas elevados a la categoría de ídolos.
La nuestra es una sociedad en formación, con algunos códigos equivocados escribe su historia con sabor agridulce, sin embargo, con voluntad sortea los obstáculos para llegar a la meta de la felicidad. Ese mismo espíritu lo poseen nuestros escarabajos, siempre que siento necesidad de motivación busco el video de ‘Lucho’ Herrera, cuando ganó la etapa 14 del Tour Francés en 1985, con su cara ensangrentada, pero con el uniforme de pepas rojas que lo distinguía como el campeón de la montaña. Este tipo de hazañas deportivas son significativas para nuestras vidas, son nutrientes para levantarse de la adversidad, como lo sentencio Nairo Quintana: De mi campo aprendí, que no se deja de cosechar porque una siembra no salió.
Por Luis Elquis Díaz
@LuchoDiaz12
Finalizada la versión 2017 del Tour de Francia, concilié con la intimidad de mi pensamiento, pagar el adeudo que tenemos los colombianos con nuestros ciclistas. Revisando la historia de nuestros escarabajos encontré en una crónica realizada nada más y nada menos que por Gabriel García Márquez, comisionado por El Espectador, para que entrevistara a Ramón […]
Finalizada la versión 2017 del Tour de Francia, concilié con la intimidad de mi pensamiento, pagar el adeudo que tenemos los colombianos con nuestros ciclistas. Revisando la historia de nuestros escarabajos encontré en una crónica realizada nada más y nada menos que por Gabriel García Márquez, comisionado por El Espectador, para que entrevistara a Ramón Hoyos, el primer referente del ciclismo colombiano.
Con su estilo innato para la narrativa, el reportero García Márquez, contó como Ramón Hoyos, con varias cicatrices en el cuerpo y un ojo lastimado, consecuencia de la caída del día anterior, se montó de nuevo en su bicicleta, para vertiginosamente ascender el páramo de Letras, que para muchos es el puerto de montaña más duro del mundo. Allí, con su estilo tosco, desmejorado y poco ortodoxo, Ramón fue alcanzando a sus rivales y llegó al segundo puesto. El peladito estaba dando la sorpresa y ya le pisaba los talones al líder, el francés José Beyaert. Al llegar a la meta, el narrador deportivo José Enrique Buitrago, viéndolo todo desbaratado y molido por las caídas, pensó en medio de la emoción: “¡No es un humano, es un saltamontes en bicicleta!”. Pero lo que en realidad había dicho era: “¡No es un humano, es un escarabajo en bicicleta!”. Se había confundido de insecto. Y lo demás es historia. Cuentan que de este episodio surgió el remoquete escarabajo para nuestros ciclistas.
Los deportistas colombianos se caracterizan por ser luchadores, de gran talento y de origen humilde. Conseguir patrocinio es prácticamente otra competencia, en la que a veces han sido vencidos. Nuestros deportistas compiten como viven, entregan todo para buscar la grandeza, mediante la inscripción de sus nombres en el museo de los recuerdos.
La mayoría de las veces los hinchas o seguidores asumimos la condición absurda de creer que nuestros deportistas son invencibles, por eso fácilmente los elevamos al olimpo y del mismo modo los dejamos caer cuando no logran triunfar.
Porque no ganó el Tour de Francia algunos insensatos tuvieron la osadía de arremeter contra Nairo Quintana, esos mismos son los que no bajan de un piso a otro por las escaleras, sino usando el ascensor. Tampoco entienden la fragilidad del cuerpo, ni las circunstancias del deporte o quizás lo hacen con el ánimo de convertirse en celebridades, condenando el infortunio ocasional de los deportistas, sin valorar los pergaminos ni títulos alcanzados, que por las paradojas de la vida sirvieron para reír en su momento y abrazar el orgullo.
Nuestros ciclistas con cada pedalazo contaron al mundo sobre la existencia de un país americano llamado Colombia. Asimismo, el Boxeo con los puños de Antonio Cervantes Reyes ‘Kid Pambelé’ con el primer título mundial en 1972 contra Alfonso ‘Pepermint’ Frazer. Después llegó el futbol con su efervescencia asoladora y el nacimiento de grandes futbolistas elevados a la categoría de ídolos.
La nuestra es una sociedad en formación, con algunos códigos equivocados escribe su historia con sabor agridulce, sin embargo, con voluntad sortea los obstáculos para llegar a la meta de la felicidad. Ese mismo espíritu lo poseen nuestros escarabajos, siempre que siento necesidad de motivación busco el video de ‘Lucho’ Herrera, cuando ganó la etapa 14 del Tour Francés en 1985, con su cara ensangrentada, pero con el uniforme de pepas rojas que lo distinguía como el campeón de la montaña. Este tipo de hazañas deportivas son significativas para nuestras vidas, son nutrientes para levantarse de la adversidad, como lo sentencio Nairo Quintana: De mi campo aprendí, que no se deja de cosechar porque una siembra no salió.
Por Luis Elquis Díaz
@LuchoDiaz12