La profesional de apoyo de los cursos preuniversitarios de la Universidad Popular del Cesar, Leslie Durán, el viernes anterior en una entrevista por el noticiero de Radio Guatapurí, daba cuenta que en el primer semestre de 2017, ingresaron 940 bachilleres a estos cursos y sólo 150 alcanzaron el promedio de aprobación que era de 3.80. […]
La profesional de apoyo de los cursos preuniversitarios de la Universidad Popular del Cesar, Leslie Durán, el viernes anterior en una entrevista por el noticiero de Radio Guatapurí, daba cuenta que en el primer semestre de 2017, ingresaron 940 bachilleres a estos cursos y sólo 150 alcanzaron el promedio de aprobación que era de 3.80. La Universidad tenía establecido aceptar 4.50 estudiantes; es decir que 300 cupos quedaron vacantes.
La mayoría de estos bachilleres son del departamento del Cesar, y es una situación crítica que amerita un análisis de las autoridades educativas y los colegios. Los expertos en psicopedagogía afirman que la calidad de la educación es un proceso complejo con muchos factores de gran incidencia: el nivel socioeconómico de los padres, la infraestructura educativa, la calidad docente, el liderazgo pedagógico de los directivos, la suficiencia de recursos, la cantidad de horas de clases y la exigencia académica al estudiante para su promoción.
La exigencia académica es muy flexible en la mayoría de los colegios oficiales de Valledupar y el departamento. Los rectores se escudan en el Simat, Sistema Integrado de Matrícula, que exige que los porcentajes de repitencia y deserción se reduzcan a las mínimas proporciones, sin importar que haya estudiante con escaso sentido de responsabilidad y bajo rendimiento académico, porque sus padres en casa les brindan pocas orientaciones para el cumplimiento de sus deberes con el estudio y el manual de convivencia. Al final, estudiantes con varias asignaturas aplazadas son matriculados en el siguiente grado, así siguen con deficiencias y se gradúan de bachilleres.
Una respuesta clave de lo que es la responsabilidad y el apoyo de los padres nos la dio Jorge Alberto Guerra España, bachiller del Loperena, 2016, y el mejor en las pruebas Saber de Valledupar, dijo en una entrevista por El Pilón (12-11-2016): “sacrifiqué mi tiempo libre y los ratos para jugar fútbol. Me iba de 2:00 a 5:00 de la tarde a la Biblioteca del Banco de la República, en ese tiempo trabajé con base a las pruebas del año anterior, analizaba el tipo de preguntas, las estrategias que podía seguir y cómo resolver problemas para afrontar las pruebas”. Y agregó, “lo que he logrado hasta ahora en la parte académica ha sido por el esfuerzo de mis padres y el sueño que tengo de convertirme en un ingeniero industrial”
Otros de los trances académicos de los bachilleres en los cursos preuniversitarios son los pocos hábitos de lectura y escritura, como estamos en la era de la informática los estudiantes ya no quieren escribir, pretenden explicar las clases leyendo en sus aparatos electrónicos. Según la psicóloga Pam Muller, en un estudio realizado en la Universidad de Princeton (Estados Unidos), “después de comparar los apuntes y la capacidad de recordar de un grupo de estudiantes; los que tenían computadores para registrar la información, los resultados mostraron que tomaban más notas, pero no entendían los conceptos. Mientras que los que tomaban apuntes a mano tenían mejor comprensión porque pensaban en el concepto que le estaban presentando y seleccionaban lo más importante. El hecho de escribir a mano demanda más tiempo, influye en cómo el cerebro presta más atención a lo que escucha, porque se tiene mayor procesamiento de la información relevante y les permite estudiar ese contenido de manera eficiente”.
Para fortalecer la lectura es urgente implementar estrategias, tales como: visitas guiadas a las bibliotecas, asistencia a conferencias, y revivir los centros literarios con los concursos de cuentos, poesías, ensayos y de oratoria.
La profesional de apoyo de los cursos preuniversitarios de la Universidad Popular del Cesar, Leslie Durán, el viernes anterior en una entrevista por el noticiero de Radio Guatapurí, daba cuenta que en el primer semestre de 2017, ingresaron 940 bachilleres a estos cursos y sólo 150 alcanzaron el promedio de aprobación que era de 3.80. […]
La profesional de apoyo de los cursos preuniversitarios de la Universidad Popular del Cesar, Leslie Durán, el viernes anterior en una entrevista por el noticiero de Radio Guatapurí, daba cuenta que en el primer semestre de 2017, ingresaron 940 bachilleres a estos cursos y sólo 150 alcanzaron el promedio de aprobación que era de 3.80. La Universidad tenía establecido aceptar 4.50 estudiantes; es decir que 300 cupos quedaron vacantes.
La mayoría de estos bachilleres son del departamento del Cesar, y es una situación crítica que amerita un análisis de las autoridades educativas y los colegios. Los expertos en psicopedagogía afirman que la calidad de la educación es un proceso complejo con muchos factores de gran incidencia: el nivel socioeconómico de los padres, la infraestructura educativa, la calidad docente, el liderazgo pedagógico de los directivos, la suficiencia de recursos, la cantidad de horas de clases y la exigencia académica al estudiante para su promoción.
La exigencia académica es muy flexible en la mayoría de los colegios oficiales de Valledupar y el departamento. Los rectores se escudan en el Simat, Sistema Integrado de Matrícula, que exige que los porcentajes de repitencia y deserción se reduzcan a las mínimas proporciones, sin importar que haya estudiante con escaso sentido de responsabilidad y bajo rendimiento académico, porque sus padres en casa les brindan pocas orientaciones para el cumplimiento de sus deberes con el estudio y el manual de convivencia. Al final, estudiantes con varias asignaturas aplazadas son matriculados en el siguiente grado, así siguen con deficiencias y se gradúan de bachilleres.
Una respuesta clave de lo que es la responsabilidad y el apoyo de los padres nos la dio Jorge Alberto Guerra España, bachiller del Loperena, 2016, y el mejor en las pruebas Saber de Valledupar, dijo en una entrevista por El Pilón (12-11-2016): “sacrifiqué mi tiempo libre y los ratos para jugar fútbol. Me iba de 2:00 a 5:00 de la tarde a la Biblioteca del Banco de la República, en ese tiempo trabajé con base a las pruebas del año anterior, analizaba el tipo de preguntas, las estrategias que podía seguir y cómo resolver problemas para afrontar las pruebas”. Y agregó, “lo que he logrado hasta ahora en la parte académica ha sido por el esfuerzo de mis padres y el sueño que tengo de convertirme en un ingeniero industrial”
Otros de los trances académicos de los bachilleres en los cursos preuniversitarios son los pocos hábitos de lectura y escritura, como estamos en la era de la informática los estudiantes ya no quieren escribir, pretenden explicar las clases leyendo en sus aparatos electrónicos. Según la psicóloga Pam Muller, en un estudio realizado en la Universidad de Princeton (Estados Unidos), “después de comparar los apuntes y la capacidad de recordar de un grupo de estudiantes; los que tenían computadores para registrar la información, los resultados mostraron que tomaban más notas, pero no entendían los conceptos. Mientras que los que tomaban apuntes a mano tenían mejor comprensión porque pensaban en el concepto que le estaban presentando y seleccionaban lo más importante. El hecho de escribir a mano demanda más tiempo, influye en cómo el cerebro presta más atención a lo que escucha, porque se tiene mayor procesamiento de la información relevante y les permite estudiar ese contenido de manera eficiente”.
Para fortalecer la lectura es urgente implementar estrategias, tales como: visitas guiadas a las bibliotecas, asistencia a conferencias, y revivir los centros literarios con los concursos de cuentos, poesías, ensayos y de oratoria.