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Columnista - 6 julio, 2017

La dejación de armas

Para quien haya convivido toda su vida empuñando un arma no ceo que sea cosa fácil separase de ella; entre el tenedor y su fierro debe existir una relación muy íntima y de mucha confianza, una especie de síndrome de Estocolmo entre un ser vivo y otro inane que solo toma vida en el corazón […]

Boton Wpp

Para quien haya convivido toda su vida empuñando un arma no ceo que sea cosa fácil separase de ella; entre el tenedor y su fierro debe existir una relación muy íntima y de mucha confianza, una especie de síndrome de Estocolmo entre un ser vivo y otro inane que solo toma vida en el corazón del poseedor, que a su vez finca sus esperanzas en su sumisa y obediente arma; tomar la decisión unilateral de abandonar a su compañera, sin que esta pueda participar en la discusión, es como si alguien se separa de su cónyuge por cuestiones prácticas, que a la vez es su esclava y a quien ama tanto.

Esto debe producir mucha nostalgia no obstante se tenga el conocimiento de que pueda ser la decisión de la esperanza. Dejar a una compañera con quien estuvo toda la vida sin haberle hecho reclamo alguno, a una fiel aliada que sintió en las manos de su amo el frío y el calor, el miedo por las derrotas y la alegría por las victorias, no es algo que se pueda hacer sin fracturar sus sentimientos. En una guerra el combatiente se debe a su arma; esta le sirve para defenderse y para matar, así es la guerra, donde según el principio cristiano, toca vender la capa para comprar un arma, lo dijo Jesús, no se escarmienten lobos vestidos de ovejas.

La dejación de armas ha sido lo más dramático en todos los armisticios. En Irlanda del Norte, este fue un hecho privado donde solo las partes intervinientes estaban en escena, los irlandeses no saben dónde están esas armas; para muchos combatientes entregar su arma frente al mundo requiere mucho pundonor, es como desnudarse en público, podría interpretarse como un acto de cobardía y humillación. Las Farc lo hicieron con mucha valentía y abnegación pese a los incumplimientos por parte del Estado; la mayoría de los campamentos presentados no reunía las condiciones mínimas, quizás ellos vivían en mejores condiciones aún dentro de su azaroso accionar de nómadas, sufriendo los rigores de la naturaleza y los embates del enemigo. Por el desayuno se conoce el almuerzo, dice el sabio adagio; por eso a uno le quedan dudas acerca de que todo lo pactado se cumpla por este y los demás gobiernos.

Dice Murphy que cuando las cosas están mal, son susceptibles de empeorar. Sin embargo, las Farc tuvieron la voluntad que demandaron las circunstancias y Colombia les agradecerá, fue un acto de gallardía y de respeto patrio. Pero qué paradoja: este armisticio ha tenido todo el reconocimiento internacional como el mejor logrado, internamente no ha trascendido; se comenta que fue más noticia la unión militar Uribe-Pastrana, enemigos de los acuerdos. Aunque los pactos son para cumplirlos, las Farc quedaron en poder de las circunstancias, desde el incumplimiento futuro hasta la aniquilación física; ya son muchos los líderes sociales asesinados, se escuchan anuncios de lo peor, ese es el gran riesgo que corren; la ley de amnistía, p. ej., no tiene desarrollos. Más, muchos dicen que Santos les entregó el país a las Farc; yo no veo dónde; el problema agrario no fue tocado a fondo y las pocas cosas que pudieron lograr no son para ellas sino para los campesinos colombianos. ¿Que pueden participar en política? Bueno, este es un derecho de todo colombiano. ¿Qué les dieron unas curules? Eso, tal vez, es lo único personalizado para ellos, pero la paz debe tener un precio, no hay almuerzo gratis, como dicen por ahí. Silenciar las armas tiene un valor agregado para el país y para la sociedad civil. ¿Qué más da?

Luis Napoleón de armas P.

 

[email protected]

Columnista
6 julio, 2017

La dejación de armas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Para quien haya convivido toda su vida empuñando un arma no ceo que sea cosa fácil separase de ella; entre el tenedor y su fierro debe existir una relación muy íntima y de mucha confianza, una especie de síndrome de Estocolmo entre un ser vivo y otro inane que solo toma vida en el corazón […]


Para quien haya convivido toda su vida empuñando un arma no ceo que sea cosa fácil separase de ella; entre el tenedor y su fierro debe existir una relación muy íntima y de mucha confianza, una especie de síndrome de Estocolmo entre un ser vivo y otro inane que solo toma vida en el corazón del poseedor, que a su vez finca sus esperanzas en su sumisa y obediente arma; tomar la decisión unilateral de abandonar a su compañera, sin que esta pueda participar en la discusión, es como si alguien se separa de su cónyuge por cuestiones prácticas, que a la vez es su esclava y a quien ama tanto.

Esto debe producir mucha nostalgia no obstante se tenga el conocimiento de que pueda ser la decisión de la esperanza. Dejar a una compañera con quien estuvo toda la vida sin haberle hecho reclamo alguno, a una fiel aliada que sintió en las manos de su amo el frío y el calor, el miedo por las derrotas y la alegría por las victorias, no es algo que se pueda hacer sin fracturar sus sentimientos. En una guerra el combatiente se debe a su arma; esta le sirve para defenderse y para matar, así es la guerra, donde según el principio cristiano, toca vender la capa para comprar un arma, lo dijo Jesús, no se escarmienten lobos vestidos de ovejas.

La dejación de armas ha sido lo más dramático en todos los armisticios. En Irlanda del Norte, este fue un hecho privado donde solo las partes intervinientes estaban en escena, los irlandeses no saben dónde están esas armas; para muchos combatientes entregar su arma frente al mundo requiere mucho pundonor, es como desnudarse en público, podría interpretarse como un acto de cobardía y humillación. Las Farc lo hicieron con mucha valentía y abnegación pese a los incumplimientos por parte del Estado; la mayoría de los campamentos presentados no reunía las condiciones mínimas, quizás ellos vivían en mejores condiciones aún dentro de su azaroso accionar de nómadas, sufriendo los rigores de la naturaleza y los embates del enemigo. Por el desayuno se conoce el almuerzo, dice el sabio adagio; por eso a uno le quedan dudas acerca de que todo lo pactado se cumpla por este y los demás gobiernos.

Dice Murphy que cuando las cosas están mal, son susceptibles de empeorar. Sin embargo, las Farc tuvieron la voluntad que demandaron las circunstancias y Colombia les agradecerá, fue un acto de gallardía y de respeto patrio. Pero qué paradoja: este armisticio ha tenido todo el reconocimiento internacional como el mejor logrado, internamente no ha trascendido; se comenta que fue más noticia la unión militar Uribe-Pastrana, enemigos de los acuerdos. Aunque los pactos son para cumplirlos, las Farc quedaron en poder de las circunstancias, desde el incumplimiento futuro hasta la aniquilación física; ya son muchos los líderes sociales asesinados, se escuchan anuncios de lo peor, ese es el gran riesgo que corren; la ley de amnistía, p. ej., no tiene desarrollos. Más, muchos dicen que Santos les entregó el país a las Farc; yo no veo dónde; el problema agrario no fue tocado a fondo y las pocas cosas que pudieron lograr no son para ellas sino para los campesinos colombianos. ¿Que pueden participar en política? Bueno, este es un derecho de todo colombiano. ¿Qué les dieron unas curules? Eso, tal vez, es lo único personalizado para ellos, pero la paz debe tener un precio, no hay almuerzo gratis, como dicen por ahí. Silenciar las armas tiene un valor agregado para el país y para la sociedad civil. ¿Qué más da?

Luis Napoleón de armas P.

 

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