Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 6 julio, 2017

Neruda o los pasos de una obsesión

I Óscar, el hijo de una infección venérea, me arrastra con su voz penetrante y melodiosa hacia un Chile que se ahorca con el cable de la alucinación. Habla sobre un González Videla traidor, un Partido Comunista proscrito y una bandera salpicada de sangre. Cuestiona los diálogos y los eventos ajenos, se expone ante mí […]

Boton Wpp

I
Óscar, el hijo de una infección venérea, me arrastra con su voz penetrante y melodiosa hacia un Chile que se ahorca con el cable de la alucinación. Habla sobre un González Videla traidor, un Partido Comunista proscrito y una bandera salpicada de sangre. Cuestiona los diálogos y los eventos ajenos, se expone ante mí como un dios o más bien como un policía que todo lo sabe.
Tiene un solo propósito: asesinar a Neruda. Ahí va, veo sus pasos lentos, su mirada taciturna y su conciencia salvaje. Es feliz persiguiendo al poeta, siente placer cuando huele que está cerca de él. Su función es fascinante: narrador omnisciente y antagonista, cazador. Las frases que suelta hacen temblar mis entrañas, su locura me genera -lo acepto- cierta simpatía.

II
Neruda es una película chilena de 2016 que fue dirigida por Pablo Larraín (el mismo de Tony Manero, Post Mortem, No, El Club, entre otras) y protagonizada por Luis Gnecco, Gael García Bernal y Mercedes Morán. Está basada en la persecución policiaca que el gobierno de González Videla ordenó en contra del escritor y senador comunista Pablo Neruda. Cuenta con una fotografía bella, unos diálogos poéticos y unas actuaciones que no parecen actuaciones sino piezas de la historia. Su música humedece los ojos, puede tocarse de fondo cuando se cantan los versos tristes del más grande poeta del siglo XXI (así lo calificó Gabo).

III
Veo a un Neruda venerado por muchos: los hombres quieren ser su amigo y las mujeres sueñan con protagonizar su siguiente poema, ellas saben que ese es el camino hacia la inmortalidad. Sin embargo, este Neruda no es un dios, mírenlo, ahí está: gordo, borracho, comunista, buena vida y cantador. Delia del Carril, su esposa argentina y aristócrata, lo rescata con sutileza de su naturaleza provinciana, ella es la luz de la ventana abierta al escape.
Oigo cuando Neruda dice que en Chile no hay libertad de palabra, que no se vive lejos del temor. Está arrepentido de haber apoyado a González Videla para que llegara a la presidencia, pero disfruta la persecución, ese juego de sagacidades que le propone un desconocido: Óscar. Ahora escribe su Canto general, sabe -más que nadie- que él es una leyenda literaria, un espectáculo.

IV
El filme es revelador. Habla de un Neruda político que defiende los derechos humanos y hace de la poesía su arma letal. Sí, el canto Los enemigos se convierte en un himno de rebeldía entre trabajadores, prostitutas y líderes aliados: “No quiero que me den la mano / empapada con nuestra sangre”. Además, el biopic muestra a un Neruda prepotente, ambicioso y a veces hasta insensible. Óscar, el perseguidor, termina siendo un instrumento para vislumbrar la verdadera esencia del juglar.

V
Aunque no quieren encontrarse, puedo ver que se buscan con morbo. Neruda desea protagonizar una huida esplendorosa, respiro sus ansias de victoria definitiva y de bacanales de adulación. Mientras tanto, Óscar está obsesionado con atrapar a un águila intrépida, pero ni siquiera da para alzar el vuelo: ¡pobre loco! Ahí advierto su triste secreto: él cree que es Neruda o una metáfora de Neruda. Al final, el poeta, en medio de la nieve y la sangre, descubre el rostro del cazador que termina cazado y le da un último adiós con una inocultable melancolía.
@ccsilva86

Por Carlos César Silva.

 

Columnista
6 julio, 2017

Neruda o los pasos de una obsesión

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Cesar Silva

I Óscar, el hijo de una infección venérea, me arrastra con su voz penetrante y melodiosa hacia un Chile que se ahorca con el cable de la alucinación. Habla sobre un González Videla traidor, un Partido Comunista proscrito y una bandera salpicada de sangre. Cuestiona los diálogos y los eventos ajenos, se expone ante mí […]


I
Óscar, el hijo de una infección venérea, me arrastra con su voz penetrante y melodiosa hacia un Chile que se ahorca con el cable de la alucinación. Habla sobre un González Videla traidor, un Partido Comunista proscrito y una bandera salpicada de sangre. Cuestiona los diálogos y los eventos ajenos, se expone ante mí como un dios o más bien como un policía que todo lo sabe.
Tiene un solo propósito: asesinar a Neruda. Ahí va, veo sus pasos lentos, su mirada taciturna y su conciencia salvaje. Es feliz persiguiendo al poeta, siente placer cuando huele que está cerca de él. Su función es fascinante: narrador omnisciente y antagonista, cazador. Las frases que suelta hacen temblar mis entrañas, su locura me genera -lo acepto- cierta simpatía.

II
Neruda es una película chilena de 2016 que fue dirigida por Pablo Larraín (el mismo de Tony Manero, Post Mortem, No, El Club, entre otras) y protagonizada por Luis Gnecco, Gael García Bernal y Mercedes Morán. Está basada en la persecución policiaca que el gobierno de González Videla ordenó en contra del escritor y senador comunista Pablo Neruda. Cuenta con una fotografía bella, unos diálogos poéticos y unas actuaciones que no parecen actuaciones sino piezas de la historia. Su música humedece los ojos, puede tocarse de fondo cuando se cantan los versos tristes del más grande poeta del siglo XXI (así lo calificó Gabo).

III
Veo a un Neruda venerado por muchos: los hombres quieren ser su amigo y las mujeres sueñan con protagonizar su siguiente poema, ellas saben que ese es el camino hacia la inmortalidad. Sin embargo, este Neruda no es un dios, mírenlo, ahí está: gordo, borracho, comunista, buena vida y cantador. Delia del Carril, su esposa argentina y aristócrata, lo rescata con sutileza de su naturaleza provinciana, ella es la luz de la ventana abierta al escape.
Oigo cuando Neruda dice que en Chile no hay libertad de palabra, que no se vive lejos del temor. Está arrepentido de haber apoyado a González Videla para que llegara a la presidencia, pero disfruta la persecución, ese juego de sagacidades que le propone un desconocido: Óscar. Ahora escribe su Canto general, sabe -más que nadie- que él es una leyenda literaria, un espectáculo.

IV
El filme es revelador. Habla de un Neruda político que defiende los derechos humanos y hace de la poesía su arma letal. Sí, el canto Los enemigos se convierte en un himno de rebeldía entre trabajadores, prostitutas y líderes aliados: “No quiero que me den la mano / empapada con nuestra sangre”. Además, el biopic muestra a un Neruda prepotente, ambicioso y a veces hasta insensible. Óscar, el perseguidor, termina siendo un instrumento para vislumbrar la verdadera esencia del juglar.

V
Aunque no quieren encontrarse, puedo ver que se buscan con morbo. Neruda desea protagonizar una huida esplendorosa, respiro sus ansias de victoria definitiva y de bacanales de adulación. Mientras tanto, Óscar está obsesionado con atrapar a un águila intrépida, pero ni siquiera da para alzar el vuelo: ¡pobre loco! Ahí advierto su triste secreto: él cree que es Neruda o una metáfora de Neruda. Al final, el poeta, en medio de la nieve y la sangre, descubre el rostro del cazador que termina cazado y le da un último adiós con una inocultable melancolía.
@ccsilva86

Por Carlos César Silva.