Esta es la historia de un guerrillero que ingresó a las filas de las Farc cuando tenía 12 años. Después de 20 años, quiere tener una vida normal y contarles a sus hijos y nietos la experiencia que vivió.
Alias ‘Mario’ está a punto de recuperar su identidad, en pocos días se llamará José Vicente González y aunque todavía se le dificulta presentarse con su nombre real, sabe que podrá regresar a la vida civil.
José Vicente tenía 12 años cuando ingresó a las Farc y a pesar de que han pasado muchos años, recuerda que siempre se iba a pasar vacaciones a la Sierra Nevada, donde su padre desempeñaba labores en un cultivo de café.
“Yo vivía en un pueblo de La Guajira y lo que más me llamaba la atención de estar en la Sierra eran los paisajes, la única guerrilla que yo conocía en ese entonces era la que mostraban en la televisión”. Hoy José Vicente tiene 33 años y su historia es otra, luego de que decidiera ingresar al grupo. Así recuerda el día que conoció a la guerrilla y cómo se fue a ser parte de ella.
“Mi papá siempre se levantaba en la madrugada a ordeñar y yo me quedaba acostado, allá éramos tres, mi papá, un tío y yo. Un día me despertó la bulla de mucha gente hablando; me asomé a la puerta y cuando vi ese poco de camuflados por todas partes me causó mucha curiosidad porque vi mujeres. Mi papa me dijo, hijo no se asuste ni tampoco vaya a salir ahora, cuando amanezca sale y saluda a todos los que están afuera; yo le pregunté, quiénes son esas personas y me dijo ellos son el ejército del monte.
“Espere que amaneciera y vi esa cantidad de gente por todo lados y mujeres jovencitas, yo recuerdo que habían cuatro personas mayores y eran los jefes, del resto era pura gente joven y allí conocí a un amigo que había estudiado conmigo, yo supe que él se había desaparecido del pueblo, pero no sabía para dónde y él me dijo que esto era bueno… y allí empezó la ilusión… y yo decía si ellas son mujeres, como no voy a ser capaz yo también.
Después de eso ya yo no quería ir al colegio, quería estar en el monte y tampoco quería estar en el pueblo, hasta que un día me fui y terminé allá; claro, nadie me obligó porque eso es mentira que las Farc reclutaba a los niños, como tampoco es cierto que ingresar era hacerse acreedor de un arma… eso es un proceso”.
José Vicente recuerda que inició los estudios pero no era como en el colegio, este era un aprendizaje más avanzado que por su niñez sólo pudo comprender con el paso del tiempo. La información que según él recibía, le ayudaría a decidir si quería o no estar en la organización.
A José Vicente siempre le llamó la atención la naturaleza y en su mente tiene recopiladas todas las experiencias que quiere contarles a sus hijos y a sus nietos. Este hombre de baja estatura tiene una gran capacidad para contar historias, las mismas que vivió y que guarda en su memoria de manera fiel.
En las montañas vio orejas de viento, que eran huecos donde él y sus ‘camaradas’ tiraban rocas y no se escuchaban caer, debido a su profundidad. Conoce el nacimiento del río Cesar, el cual compara con la descripción del paraíso y una laguna de color rojo. Entre sus aventuras también recuerda un día que se alejó del grupo y encontró una cueva a la cual ingresó aproximadamente 100 metros, se devolvió para buscar a sus compañeros, con ellos ingresó y caminaron varios metros pero se cansaron al no hallarle final, decidieron devolverse. Asegura que allí se escucha el sonido de la tierra como si temblara.
También vio las aves más exóticas y enormes y los peces en las aguas cristalinas; recordó que en el monte todos los días se alimentaban bien con lo que ofrecía la naturaleza y dice que lo más duro eran los desplazamientos y los enfrentamientos.
“Cuando se dio la cosa del plebiscito ese que decían que ya lo teníamos coronado, que ya lo que se había pactado era un hecho, nos dicen que tenemos que trasladarnos hasta este sitio donde estamos hoy y que el ejército nos iba a cuidar. Enseguida nos timbramos, porque durante tantos años en guerra con el Ejército y ahora nos iban a cuidar; llegué a pensar en una emboscada como la que le hicieron a los Nazis”, cuenta el hombre de 33 años.
Hoy en José Vicente surge la preocupación de lo que pasará con los paramilitares, porque mientras que las Farc pasa a la vida civil, los paramilitares no están en un proceso de paz y el gobierno no los combate, podrían fortalecerse y así no hay paz definitiva.
A José Vicente le preocupa que vengan represalias contra ellos y los campesinos. En medio de la paz que siente incompleta, en la vida civil que le viene, asegura que brindará lo mejor de sí para demostrar que no es como muchos piensan, que son malos, por eso les servirá a las demás personas.
En su formación académica no precisa si cursó cuarto o quinto de primaria, pero es amante de la lectura, una excelente oratoria y confianza en sí mismo, que según él, se lo debe a los estudios recibidos en las Farc, que van desde las reglas de comportamiento, lealtad y principios que no deben desaparecer en la sociedad.
Aunque el fusil era como un compañero, la dejación fue un paso más para que se dé lo que soñamos todos, la paz, esa que quiere que viva su hijo, el cual nació hace cinco años en la selva, producto de su relación con una guerrillera, que también se encuentra en Tierra Grata. Su pequeño hijo no comprende lo que es la guerra y no le permite que sus manos aprieten pistolas de juguete, porque quiere otro futuro para él y no el del ejército del monte, como también le enseñó que se llamaba la agrupación.
Por Adriana Palomo Molina
Esta es la historia de un guerrillero que ingresó a las filas de las Farc cuando tenía 12 años. Después de 20 años, quiere tener una vida normal y contarles a sus hijos y nietos la experiencia que vivió.
Alias ‘Mario’ está a punto de recuperar su identidad, en pocos días se llamará José Vicente González y aunque todavía se le dificulta presentarse con su nombre real, sabe que podrá regresar a la vida civil.
José Vicente tenía 12 años cuando ingresó a las Farc y a pesar de que han pasado muchos años, recuerda que siempre se iba a pasar vacaciones a la Sierra Nevada, donde su padre desempeñaba labores en un cultivo de café.
“Yo vivía en un pueblo de La Guajira y lo que más me llamaba la atención de estar en la Sierra eran los paisajes, la única guerrilla que yo conocía en ese entonces era la que mostraban en la televisión”. Hoy José Vicente tiene 33 años y su historia es otra, luego de que decidiera ingresar al grupo. Así recuerda el día que conoció a la guerrilla y cómo se fue a ser parte de ella.
“Mi papá siempre se levantaba en la madrugada a ordeñar y yo me quedaba acostado, allá éramos tres, mi papá, un tío y yo. Un día me despertó la bulla de mucha gente hablando; me asomé a la puerta y cuando vi ese poco de camuflados por todas partes me causó mucha curiosidad porque vi mujeres. Mi papa me dijo, hijo no se asuste ni tampoco vaya a salir ahora, cuando amanezca sale y saluda a todos los que están afuera; yo le pregunté, quiénes son esas personas y me dijo ellos son el ejército del monte.
“Espere que amaneciera y vi esa cantidad de gente por todo lados y mujeres jovencitas, yo recuerdo que habían cuatro personas mayores y eran los jefes, del resto era pura gente joven y allí conocí a un amigo que había estudiado conmigo, yo supe que él se había desaparecido del pueblo, pero no sabía para dónde y él me dijo que esto era bueno… y allí empezó la ilusión… y yo decía si ellas son mujeres, como no voy a ser capaz yo también.
Después de eso ya yo no quería ir al colegio, quería estar en el monte y tampoco quería estar en el pueblo, hasta que un día me fui y terminé allá; claro, nadie me obligó porque eso es mentira que las Farc reclutaba a los niños, como tampoco es cierto que ingresar era hacerse acreedor de un arma… eso es un proceso”.
José Vicente recuerda que inició los estudios pero no era como en el colegio, este era un aprendizaje más avanzado que por su niñez sólo pudo comprender con el paso del tiempo. La información que según él recibía, le ayudaría a decidir si quería o no estar en la organización.
A José Vicente siempre le llamó la atención la naturaleza y en su mente tiene recopiladas todas las experiencias que quiere contarles a sus hijos y a sus nietos. Este hombre de baja estatura tiene una gran capacidad para contar historias, las mismas que vivió y que guarda en su memoria de manera fiel.
En las montañas vio orejas de viento, que eran huecos donde él y sus ‘camaradas’ tiraban rocas y no se escuchaban caer, debido a su profundidad. Conoce el nacimiento del río Cesar, el cual compara con la descripción del paraíso y una laguna de color rojo. Entre sus aventuras también recuerda un día que se alejó del grupo y encontró una cueva a la cual ingresó aproximadamente 100 metros, se devolvió para buscar a sus compañeros, con ellos ingresó y caminaron varios metros pero se cansaron al no hallarle final, decidieron devolverse. Asegura que allí se escucha el sonido de la tierra como si temblara.
También vio las aves más exóticas y enormes y los peces en las aguas cristalinas; recordó que en el monte todos los días se alimentaban bien con lo que ofrecía la naturaleza y dice que lo más duro eran los desplazamientos y los enfrentamientos.
“Cuando se dio la cosa del plebiscito ese que decían que ya lo teníamos coronado, que ya lo que se había pactado era un hecho, nos dicen que tenemos que trasladarnos hasta este sitio donde estamos hoy y que el ejército nos iba a cuidar. Enseguida nos timbramos, porque durante tantos años en guerra con el Ejército y ahora nos iban a cuidar; llegué a pensar en una emboscada como la que le hicieron a los Nazis”, cuenta el hombre de 33 años.
Hoy en José Vicente surge la preocupación de lo que pasará con los paramilitares, porque mientras que las Farc pasa a la vida civil, los paramilitares no están en un proceso de paz y el gobierno no los combate, podrían fortalecerse y así no hay paz definitiva.
A José Vicente le preocupa que vengan represalias contra ellos y los campesinos. En medio de la paz que siente incompleta, en la vida civil que le viene, asegura que brindará lo mejor de sí para demostrar que no es como muchos piensan, que son malos, por eso les servirá a las demás personas.
En su formación académica no precisa si cursó cuarto o quinto de primaria, pero es amante de la lectura, una excelente oratoria y confianza en sí mismo, que según él, se lo debe a los estudios recibidos en las Farc, que van desde las reglas de comportamiento, lealtad y principios que no deben desaparecer en la sociedad.
Aunque el fusil era como un compañero, la dejación fue un paso más para que se dé lo que soñamos todos, la paz, esa que quiere que viva su hijo, el cual nació hace cinco años en la selva, producto de su relación con una guerrillera, que también se encuentra en Tierra Grata. Su pequeño hijo no comprende lo que es la guerra y no le permite que sus manos aprieten pistolas de juguete, porque quiere otro futuro para él y no el del ejército del monte, como también le enseñó que se llamaba la agrupación.
Por Adriana Palomo Molina