Los colombianos debemos tener la capacidad de consolidar una sociedad más articulada, dentro de nuestro accionar de derechos y deberes para formular propósitos colectivos que nos saquen del atolladero y atraso a todos sin discriminaciones. Debemos abrir un paréntesis de optimismo, generar un criterio de pensamiento auténtico, que no siga causando daño y que transforme […]
Los colombianos debemos tener la capacidad de consolidar una sociedad más articulada, dentro de nuestro accionar de derechos y deberes para formular propósitos colectivos que nos saquen del atolladero y atraso a todos sin discriminaciones. Debemos abrir un paréntesis de optimismo, generar un criterio de pensamiento auténtico, que no siga causando daño y que transforme la actual realidad social. Es necesario materializar una conducta concertada y continuada que permita visibilizar la sana convivencia ciudadana; no verla muy lejana, ni como medida impositiva; debe ser algo muy normal que nazca bajo el análisis de un equilibrio de pro y contras.
La convivencia, la sana convivencia nos debe llevar sin discusión alguna a una paz en nuestro territorio; la paz no está en manos de los grupos armados al margen de la ley, como algunos pensadores equivocadamente creen, la paz está dentro de nosotros mismos; por ello debemos retratarnos de nuestra identidad, fundamentar salidas constructivas que nos permitan desarrollar y hacer realidad proyectos frustrados o estancados y aspectos necesarios que nos encaminen hacia la verdadera unión coincidente y conforme; igualmente a una experiencia vivencial positiva de cada individuo, cualidad esta que se perfila y enriquece con el discurrir de la vida social.
Cuando hablamos de paz, estamos rechazando cualquier mezcla de polarización e indiferencia; por el contrario, nos encaminamos en una actitud conciliadora que sepa convivir con la diferencia. Bajo esta contextualización que trata un código de ética y normas de conducta, nos referimos al abordaje de estándares básicos de competencias que se constituirán en una guía, patrones singulares de interpretación de la realidad, manual de vida y pensamiento que permitan diversas formas de manifestarse; de tal manera que la paz debe ser vista como una situación vivencial; un elemento de arraigo, movilizador de la actualidad social. Debemos sembrar elementos de paz, valorarla aun sin tenerla, no verla ni muy lejana y ajena, cuidarla, quien cuida valora.
Bajo esta interpretación la pertinencia nos da seguridad y autoestima; este sentido de pertenencia implica actitud consciente y comprometida ante el universo significativo que pregona la unión integral del colectivo social. En este orden de ideas, cuando el país atraviesa por tantos tropiezos como la corrupción que se incrementa día a día y de qué manera, y los entes de control, frescos, dejan actuar y dejan pasar, la violencia intrafamiliar, el narcotráfico, la drogadicción y otros, se hace necesario e imprescindible trazar una hoja de ruta que incida en la solución de estos problemas, que para los actuales gobernantes parecen insignificantes.
Debemos hacer de Colombia, con nuevos gobernantes que la quieran, no que la vendan, una nación competitiva frente a una economía global cada vez más avasallante. Es fundamental proyectarnos hacia un punto de concordia y prosperidad. No debemos olvidar que la paz se consigue con justicia y con generosidad y no con simples acuerdos. Una cosa es lograr la paz y otra es cese a conflictos armados, lo hemos reiterado. Son dos situaciones completamente diferentes.
Lo fundamental aquí es un verdadero activismo social, que involucre a todos, donde podamos reflexionar, no basta rezar, hacen falta muchas, muchas cosas para conseguir… tantas cosas, no tragar entero, compartir, crecer, socializar experiencias que coadyuven al nacimiento de una nueva mujer y un nuevo hombre y perfilen un nuevo país que amemos como a las niñas de nuestros ojos.
Por Jairo Franco Salas
Los colombianos debemos tener la capacidad de consolidar una sociedad más articulada, dentro de nuestro accionar de derechos y deberes para formular propósitos colectivos que nos saquen del atolladero y atraso a todos sin discriminaciones. Debemos abrir un paréntesis de optimismo, generar un criterio de pensamiento auténtico, que no siga causando daño y que transforme […]
Los colombianos debemos tener la capacidad de consolidar una sociedad más articulada, dentro de nuestro accionar de derechos y deberes para formular propósitos colectivos que nos saquen del atolladero y atraso a todos sin discriminaciones. Debemos abrir un paréntesis de optimismo, generar un criterio de pensamiento auténtico, que no siga causando daño y que transforme la actual realidad social. Es necesario materializar una conducta concertada y continuada que permita visibilizar la sana convivencia ciudadana; no verla muy lejana, ni como medida impositiva; debe ser algo muy normal que nazca bajo el análisis de un equilibrio de pro y contras.
La convivencia, la sana convivencia nos debe llevar sin discusión alguna a una paz en nuestro territorio; la paz no está en manos de los grupos armados al margen de la ley, como algunos pensadores equivocadamente creen, la paz está dentro de nosotros mismos; por ello debemos retratarnos de nuestra identidad, fundamentar salidas constructivas que nos permitan desarrollar y hacer realidad proyectos frustrados o estancados y aspectos necesarios que nos encaminen hacia la verdadera unión coincidente y conforme; igualmente a una experiencia vivencial positiva de cada individuo, cualidad esta que se perfila y enriquece con el discurrir de la vida social.
Cuando hablamos de paz, estamos rechazando cualquier mezcla de polarización e indiferencia; por el contrario, nos encaminamos en una actitud conciliadora que sepa convivir con la diferencia. Bajo esta contextualización que trata un código de ética y normas de conducta, nos referimos al abordaje de estándares básicos de competencias que se constituirán en una guía, patrones singulares de interpretación de la realidad, manual de vida y pensamiento que permitan diversas formas de manifestarse; de tal manera que la paz debe ser vista como una situación vivencial; un elemento de arraigo, movilizador de la actualidad social. Debemos sembrar elementos de paz, valorarla aun sin tenerla, no verla ni muy lejana y ajena, cuidarla, quien cuida valora.
Bajo esta interpretación la pertinencia nos da seguridad y autoestima; este sentido de pertenencia implica actitud consciente y comprometida ante el universo significativo que pregona la unión integral del colectivo social. En este orden de ideas, cuando el país atraviesa por tantos tropiezos como la corrupción que se incrementa día a día y de qué manera, y los entes de control, frescos, dejan actuar y dejan pasar, la violencia intrafamiliar, el narcotráfico, la drogadicción y otros, se hace necesario e imprescindible trazar una hoja de ruta que incida en la solución de estos problemas, que para los actuales gobernantes parecen insignificantes.
Debemos hacer de Colombia, con nuevos gobernantes que la quieran, no que la vendan, una nación competitiva frente a una economía global cada vez más avasallante. Es fundamental proyectarnos hacia un punto de concordia y prosperidad. No debemos olvidar que la paz se consigue con justicia y con generosidad y no con simples acuerdos. Una cosa es lograr la paz y otra es cese a conflictos armados, lo hemos reiterado. Son dos situaciones completamente diferentes.
Lo fundamental aquí es un verdadero activismo social, que involucre a todos, donde podamos reflexionar, no basta rezar, hacen falta muchas, muchas cosas para conseguir… tantas cosas, no tragar entero, compartir, crecer, socializar experiencias que coadyuven al nacimiento de una nueva mujer y un nuevo hombre y perfilen un nuevo país que amemos como a las niñas de nuestros ojos.
Por Jairo Franco Salas