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Columnista - 1 abril, 2017

Del zoológico político y otros demonios

En estos días, en los que el Gobierno está haciendo aguas, no solamente por su baja eficiencia y por sus atentados contra el equilibrio de poderes, sino también por el gravísimo hecho de que su máximo responsable esté siendo salpicado por un oscuro escándalo de corrupción, queremos aprovechar el espacio de esta columna para  referirnos […]

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En estos días, en los que el Gobierno está haciendo aguas, no solamente por su baja eficiencia y por sus atentados contra el equilibrio de poderes, sino también por el gravísimo hecho de que su máximo responsable esté siendo salpicado por un oscuro escándalo de corrupción, queremos aprovechar el espacio de esta columna para  referirnos a tres temas fundamentales de la vertiginosa política colombiana.

Para empezar, hablemos del zoológico en el que se ha convertido nuestra democracia: de la paloma de la paz, pasamos al conejo que se les hizo a las víctimas y a los ganadores del plebiscito, y ahora estamos frente al elefante, la especie migratoria que se presenta en tiempo de campañas políticas y que aparece a espaldas de los candidatos. Esta singular especie no solo está hinchada de topes de financiación volados, sino también de lavado de activos y sobornos que hipotecan la libertad política de quienes se están beneficiando de los recursos que ingresan a sus campañas.

Respecto de este indignante atentado contra la democracia, contra la ética y contra la soberanía nacional, tenemos que recalcar, a través de esta columna, que no es cierto que el Partido Liberal apoye en bloque, irrestrictamente al presidente Santos: no hubo ni votación, ni quórum para tomar ninguna decisión sobre el escándalo de Odebrecht. No hay una única posición del partido sobre este tópico y que cualquiera que salga a afirmar lo contrario está yendo contra la democracia y contra la verdad.

Otra prueba de la incapacidad de este gobierno para atender las tareas prioritarias es la dimensión que ha tomado la problemática de la desnutrición. La semana pasada, tuvo lugar en el Senado un debate sobre el drama de la inseguridad alimentaria en el país y en él demostramos un claro incremento en las muertes por desnutrición en este año, en relación con años anteriores. Definitivamente, no se están cumpliendo las medidas cautelares de la CIDH para proteger la vida de nuestras comunidades indígenas, especialmente de los niños de la etnia wayuu.

Por último, no podemos dejar de referirnos al proyecto de Ley del Jubileo. Crecí en un hogar católico, pero, como liberal convencida, he aprendido a respetar y a valorar todas las religiones o la ausencia de ellas, entendiendo que la falta de religión no puede ser sinónimo de falta de valores, de moral o de principios éticos.

Por ese respeto máximo que les tengo a la igualdad de las confesiones religiosas ante la ley y a la libertad de cultos (consagradas en el Artículo 19 de nuestra Carta Magna), no creo que la visita del Papa a Colombia,  que corresponde, sin duda, a intenciones absolutamente altruistas, pueda mostrarse como la motivación para esta ley.

Este proyecto pretende compensar el claro desequilibrio que está produciendo la Jurisdicción Especial para la Paz: por un lado, vemos los amplios beneficios que el acuerdo con las Farc representa para los autores de los más atroces crímenes contra la humanidad, y por el otro, la situación de los miles de sindicados, todavía no juzgados, que están padeciendo toda clase de violaciones a los derechos humanos, en las cárceles colombianas y la de aquellos que, habiendo cometido delitos comunes, están pagando penas muy superiores a las que tendrán que pagar las Farc.

Los demonios de la corrupción, la desnutrición y la injusticia acabaron con el poco apoyo que tenía este Gobierno. Podemos predecir que, en las próximas elecciones, el pueblo sólo apoyará a quien tenga la legitimidad y la capacidad suficientes para poderlos combatir.
 

Por Sofía Gaviria Correa

Senadora de la República

Codirectora del Partido Liberal

Columnista
1 abril, 2017

Del zoológico político y otros demonios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Sofía Gaviria Correa

En estos días, en los que el Gobierno está haciendo aguas, no solamente por su baja eficiencia y por sus atentados contra el equilibrio de poderes, sino también por el gravísimo hecho de que su máximo responsable esté siendo salpicado por un oscuro escándalo de corrupción, queremos aprovechar el espacio de esta columna para  referirnos […]


En estos días, en los que el Gobierno está haciendo aguas, no solamente por su baja eficiencia y por sus atentados contra el equilibrio de poderes, sino también por el gravísimo hecho de que su máximo responsable esté siendo salpicado por un oscuro escándalo de corrupción, queremos aprovechar el espacio de esta columna para  referirnos a tres temas fundamentales de la vertiginosa política colombiana.

Para empezar, hablemos del zoológico en el que se ha convertido nuestra democracia: de la paloma de la paz, pasamos al conejo que se les hizo a las víctimas y a los ganadores del plebiscito, y ahora estamos frente al elefante, la especie migratoria que se presenta en tiempo de campañas políticas y que aparece a espaldas de los candidatos. Esta singular especie no solo está hinchada de topes de financiación volados, sino también de lavado de activos y sobornos que hipotecan la libertad política de quienes se están beneficiando de los recursos que ingresan a sus campañas.

Respecto de este indignante atentado contra la democracia, contra la ética y contra la soberanía nacional, tenemos que recalcar, a través de esta columna, que no es cierto que el Partido Liberal apoye en bloque, irrestrictamente al presidente Santos: no hubo ni votación, ni quórum para tomar ninguna decisión sobre el escándalo de Odebrecht. No hay una única posición del partido sobre este tópico y que cualquiera que salga a afirmar lo contrario está yendo contra la democracia y contra la verdad.

Otra prueba de la incapacidad de este gobierno para atender las tareas prioritarias es la dimensión que ha tomado la problemática de la desnutrición. La semana pasada, tuvo lugar en el Senado un debate sobre el drama de la inseguridad alimentaria en el país y en él demostramos un claro incremento en las muertes por desnutrición en este año, en relación con años anteriores. Definitivamente, no se están cumpliendo las medidas cautelares de la CIDH para proteger la vida de nuestras comunidades indígenas, especialmente de los niños de la etnia wayuu.

Por último, no podemos dejar de referirnos al proyecto de Ley del Jubileo. Crecí en un hogar católico, pero, como liberal convencida, he aprendido a respetar y a valorar todas las religiones o la ausencia de ellas, entendiendo que la falta de religión no puede ser sinónimo de falta de valores, de moral o de principios éticos.

Por ese respeto máximo que les tengo a la igualdad de las confesiones religiosas ante la ley y a la libertad de cultos (consagradas en el Artículo 19 de nuestra Carta Magna), no creo que la visita del Papa a Colombia,  que corresponde, sin duda, a intenciones absolutamente altruistas, pueda mostrarse como la motivación para esta ley.

Este proyecto pretende compensar el claro desequilibrio que está produciendo la Jurisdicción Especial para la Paz: por un lado, vemos los amplios beneficios que el acuerdo con las Farc representa para los autores de los más atroces crímenes contra la humanidad, y por el otro, la situación de los miles de sindicados, todavía no juzgados, que están padeciendo toda clase de violaciones a los derechos humanos, en las cárceles colombianas y la de aquellos que, habiendo cometido delitos comunes, están pagando penas muy superiores a las que tendrán que pagar las Farc.

Los demonios de la corrupción, la desnutrición y la injusticia acabaron con el poco apoyo que tenía este Gobierno. Podemos predecir que, en las próximas elecciones, el pueblo sólo apoyará a quien tenga la legitimidad y la capacidad suficientes para poderlos combatir.
 

Por Sofía Gaviria Correa

Senadora de la República

Codirectora del Partido Liberal