El paramilitarismo no consiste en tener unos ejércitos uniformados y con brazaletes alusivos a su existencia; es una filosofía para el exterminio de las ideas contrarias, sobre todo de aquellas que pongan en peligro el mantenimiento de unas prerrogativas asimétricas institucionales vigentes durante muchas calendas. Es una forma de encomendarle a terceros el trabajo sucio […]
El paramilitarismo no consiste en tener unos ejércitos uniformados y con brazaletes alusivos a su existencia; es una filosofía para el exterminio de las ideas contrarias, sobre todo de aquellas que pongan en peligro el mantenimiento de unas prerrogativas asimétricas institucionales vigentes durante muchas calendas.
Es una forma de encomendarle a terceros el trabajo sucio que dentro de la institucionalidad sería dificultoso; para garantizarlo tienen que confluir en su apoyo todos los cuerpos de seguridad del Estado, es una política de Estado con la colaboración de ciertos sectores de la sociedad cerrados a los desarrollos democráticos. Según el jefe “para” Ernesto Báez, ninguna vuelta grande se hace sin la ayuda del Estado”. Este fenómeno es tan viejo como la República. El atentado al mariscal Sucre, que le costó la vida, y la noche septembrina que buscaba el asesinato de Bolívar, son un testimonio de esta aseveración.
Tal vez, Santander sea el primer “paraco” institucional del país. A Uribe Uribe y a Gaitán los mataron las mismas fuerzas oscuras; el exterminio de la UP, incluidos varios candidatos presidenciales, y el asesinato de Pizarro, son una combinación de todas las formas de lucha del establecimiento, “vueltas grandes”. Incluso, la muerte del derechista Álvaro Gómez Hurtado tiene un sabor paramilitar más no por sus ideas.
Lo que si no tengo noticias es de que a alguien de la mano negra lo hayan matado en este país por sus ideas, ni siquiera amenazado, y si eso ocurrió fue por justes internos de cuentas.
Los amenazados siguen siendo del mismo perfil, los reclamadores de tierras, los defensores de los derechos sociales, los líderes contestatarios, los sindicalistas que luchan por sus salarios. Los amenazantes también son los mismos, ahora sin uniforme y sin brazaletes, tal vez con otros uniformes, con nombres diversos. Se dice que quien camine como pato y cante como pato, es pato. Por eso, las afirmaciones repetidas del ministro de la defensa de que en Colombia el paramilitarismo no existe, o son ingenuas o sabe que sí existe y quiere tapar el sol con las manos.
Puros eufemismos. ¿Por qué amenazan a Petro y al senador Cepeda y no alguien, p.ej., del CD? Porque son un obstáculo para el mantenimiento del statu quo: la concentración de la tenencia de la tierra en pocas manos, la muerte de la naturaleza por envenenamiento, la minería indiscriminada, el mantenimiento de un sistema de salud criminal y uno de educación conductista, y sobre todo, para el mantenimiento de un modelo económico dependiente del gran capital y de la usura, a espaldas de nuestros campesinos y en contra de ellos.
El paramilitarismo no consiste en tener unos ejércitos uniformados y con brazaletes alusivos a su existencia; es una filosofía para el exterminio de las ideas contrarias, sobre todo de aquellas que pongan en peligro el mantenimiento de unas prerrogativas asimétricas institucionales vigentes durante muchas calendas. Es una forma de encomendarle a terceros el trabajo sucio […]
El paramilitarismo no consiste en tener unos ejércitos uniformados y con brazaletes alusivos a su existencia; es una filosofía para el exterminio de las ideas contrarias, sobre todo de aquellas que pongan en peligro el mantenimiento de unas prerrogativas asimétricas institucionales vigentes durante muchas calendas.
Es una forma de encomendarle a terceros el trabajo sucio que dentro de la institucionalidad sería dificultoso; para garantizarlo tienen que confluir en su apoyo todos los cuerpos de seguridad del Estado, es una política de Estado con la colaboración de ciertos sectores de la sociedad cerrados a los desarrollos democráticos. Según el jefe “para” Ernesto Báez, ninguna vuelta grande se hace sin la ayuda del Estado”. Este fenómeno es tan viejo como la República. El atentado al mariscal Sucre, que le costó la vida, y la noche septembrina que buscaba el asesinato de Bolívar, son un testimonio de esta aseveración.
Tal vez, Santander sea el primer “paraco” institucional del país. A Uribe Uribe y a Gaitán los mataron las mismas fuerzas oscuras; el exterminio de la UP, incluidos varios candidatos presidenciales, y el asesinato de Pizarro, son una combinación de todas las formas de lucha del establecimiento, “vueltas grandes”. Incluso, la muerte del derechista Álvaro Gómez Hurtado tiene un sabor paramilitar más no por sus ideas.
Lo que si no tengo noticias es de que a alguien de la mano negra lo hayan matado en este país por sus ideas, ni siquiera amenazado, y si eso ocurrió fue por justes internos de cuentas.
Los amenazados siguen siendo del mismo perfil, los reclamadores de tierras, los defensores de los derechos sociales, los líderes contestatarios, los sindicalistas que luchan por sus salarios. Los amenazantes también son los mismos, ahora sin uniforme y sin brazaletes, tal vez con otros uniformes, con nombres diversos. Se dice que quien camine como pato y cante como pato, es pato. Por eso, las afirmaciones repetidas del ministro de la defensa de que en Colombia el paramilitarismo no existe, o son ingenuas o sabe que sí existe y quiere tapar el sol con las manos.
Puros eufemismos. ¿Por qué amenazan a Petro y al senador Cepeda y no alguien, p.ej., del CD? Porque son un obstáculo para el mantenimiento del statu quo: la concentración de la tenencia de la tierra en pocas manos, la muerte de la naturaleza por envenenamiento, la minería indiscriminada, el mantenimiento de un sistema de salud criminal y uno de educación conductista, y sobre todo, para el mantenimiento de un modelo económico dependiente del gran capital y de la usura, a espaldas de nuestros campesinos y en contra de ellos.