Esta tribu fue muy famosa por su belicosidad. En todos los tiempos, hasta no hace mucho, lució temible prestigio guerrero y constituyó insolubles problemas para encomenderos y colonos del norte del Cesar. El nombre de esta tribu está íntimamente ligada a la primera historia de Valledupar, ciudad que fue objeto de ataques, saqueos y hasta […]
Esta tribu fue muy famosa por su belicosidad. En todos los tiempos, hasta no hace mucho, lució temible prestigio guerrero y constituyó insolubles problemas para encomenderos y colonos del norte del Cesar. El nombre de esta tribu está íntimamente ligada a la primera historia de Valledupar, ciudad que fue objeto de ataques, saqueos y hasta de gobiernos indígenas, en los años seguidos a su fundación.
Parece que esta tribu caribe está emparentada con los temibles pijaos del Tolima, también caribes, por alguna migración de allá hacía acá, o lo contrario, siguiendo la ruta de las aguas del rio del Cesar y luego las del Magdalena. Para corroborar este aserto hay una coincidencia en los nombres de los lugares de allá con los de acá, en la región ocupada por ambas tribus, de los cuales el uso del radical ima, imo era común en sus dialectos. Por ejemplo allá tenemos a Doima, Natagaima, Tocaima, Sasaima, Anolaima, Bituima. Aquí en la región tupe tenemos a Chiriamo, Quiriaimo, Coyaima, Tocaimo, Majariaima.
En la obra ‘Introducción a Colombia Amerindia’, Orlando Jaramillo afirma: Los yucos habitaron antaño al Valle del Cesar. La presión hispana y la colonización los ha arrinconado en la Serranía de Perijá”. Un estudio antropométrico auspiciado por la Universidad Nacional afirma también que los yucos y motilones del Cesar (tupes) son los mismos, que también reciben denominaciones diferentes por las parcialidades que integran, entre otros, sacaraes, socombas, sicarares, opones, macoas y marakas”.
Los actuales yucos son conocidos también como los “pigmeos de América” por su promedio bajo de estatura, lo que se explica por la pobreza de su alimentación en los últimos tiempos ya que en Perijá no son abundantes los recursos proteínicos como lo fueron años atrás en los llanos del Cesar, cuando tenían dominio de esos territorios.
Pedro Castro Trespalacios hace una valiosa distinción al argüir que los llamados “motilones” no son los mismos tupe como impropiamente se ha creído puesto que ésta tribu habita en el Catatumbo, y que en alguna ocasión a los tupes del Cesar les dio una epidemia de sarampión haciéndose como remedio el corte al rape del cabello; de ahí el apelativo de motilón.
El alférez de La Rosa se refiere a los tupes como la tribu de los “orejones”, y que tienen ese sobrenombre dado por los españoles porque traían roto el lóbulo de la oreja como un sacabocado, para el adorno de sus chahualas de oro. También fueron denominados “tomucos” porque rompían la nariz para trenzar un canutillo del mismo metal.
En la explanada, los tupes habitaron el espacio contenido entre las riberas orientales del rio Cesar, la comarca del Rincón y Curumaní, la Sierra Negra de Perijá y zonas de la baja Guajira.
En el libro ‘La Perla de América’, el padre Julián nos habla de los indios tupe, así como también el virrey Eslava en uno de sus informes al Rey manifestaba que la nación más temible de las tribus de la provincia de Santa Mara era de los tupes o coyaimas.
En un informe rendido en 1824 por el señor José Manuel Martínez al general José Sardá, gobernador a la sazón de la provincia de Santa Marta, quien requerido por el vicepresidente Santander por los asaltos continuos que hacían los tupes entre Chiriguaná y la ciudad de los Reyes de Valle de Upar, se precisa lo siguiente: “Esta tribu son los tupes o coyaimas que tanto dolor de cabeza le dio a las autoridades coloniales y que obligó al Rey a gastar ingentes sumas de dinero”.
Los colonos y terratenientes blancos borraron de la llanura a los tupes con cacerías y masacres, para robarles las tierras. La última de que se tenga noticia ocurrió hacía 1946, cuando unos habitantes de La Jagua de Ibirico descubrieron una aldehuela tupe metida en la montaña, y con armas de fuego fueron exterminados todo los indígenas sin respetar mujeres y niños. Esa persecución por las tierras llanas, obligó a los sobrevivientes de esta tribu a ampararse en los pliegues altos de Perijá, donde reciben la denominación de yucos, como se ha precisado.
Por Carlos Rodolfo Ortega Montero
Esta tribu fue muy famosa por su belicosidad. En todos los tiempos, hasta no hace mucho, lució temible prestigio guerrero y constituyó insolubles problemas para encomenderos y colonos del norte del Cesar. El nombre de esta tribu está íntimamente ligada a la primera historia de Valledupar, ciudad que fue objeto de ataques, saqueos y hasta […]
Esta tribu fue muy famosa por su belicosidad. En todos los tiempos, hasta no hace mucho, lució temible prestigio guerrero y constituyó insolubles problemas para encomenderos y colonos del norte del Cesar. El nombre de esta tribu está íntimamente ligada a la primera historia de Valledupar, ciudad que fue objeto de ataques, saqueos y hasta de gobiernos indígenas, en los años seguidos a su fundación.
Parece que esta tribu caribe está emparentada con los temibles pijaos del Tolima, también caribes, por alguna migración de allá hacía acá, o lo contrario, siguiendo la ruta de las aguas del rio del Cesar y luego las del Magdalena. Para corroborar este aserto hay una coincidencia en los nombres de los lugares de allá con los de acá, en la región ocupada por ambas tribus, de los cuales el uso del radical ima, imo era común en sus dialectos. Por ejemplo allá tenemos a Doima, Natagaima, Tocaima, Sasaima, Anolaima, Bituima. Aquí en la región tupe tenemos a Chiriamo, Quiriaimo, Coyaima, Tocaimo, Majariaima.
En la obra ‘Introducción a Colombia Amerindia’, Orlando Jaramillo afirma: Los yucos habitaron antaño al Valle del Cesar. La presión hispana y la colonización los ha arrinconado en la Serranía de Perijá”. Un estudio antropométrico auspiciado por la Universidad Nacional afirma también que los yucos y motilones del Cesar (tupes) son los mismos, que también reciben denominaciones diferentes por las parcialidades que integran, entre otros, sacaraes, socombas, sicarares, opones, macoas y marakas”.
Los actuales yucos son conocidos también como los “pigmeos de América” por su promedio bajo de estatura, lo que se explica por la pobreza de su alimentación en los últimos tiempos ya que en Perijá no son abundantes los recursos proteínicos como lo fueron años atrás en los llanos del Cesar, cuando tenían dominio de esos territorios.
Pedro Castro Trespalacios hace una valiosa distinción al argüir que los llamados “motilones” no son los mismos tupe como impropiamente se ha creído puesto que ésta tribu habita en el Catatumbo, y que en alguna ocasión a los tupes del Cesar les dio una epidemia de sarampión haciéndose como remedio el corte al rape del cabello; de ahí el apelativo de motilón.
El alférez de La Rosa se refiere a los tupes como la tribu de los “orejones”, y que tienen ese sobrenombre dado por los españoles porque traían roto el lóbulo de la oreja como un sacabocado, para el adorno de sus chahualas de oro. También fueron denominados “tomucos” porque rompían la nariz para trenzar un canutillo del mismo metal.
En la explanada, los tupes habitaron el espacio contenido entre las riberas orientales del rio Cesar, la comarca del Rincón y Curumaní, la Sierra Negra de Perijá y zonas de la baja Guajira.
En el libro ‘La Perla de América’, el padre Julián nos habla de los indios tupe, así como también el virrey Eslava en uno de sus informes al Rey manifestaba que la nación más temible de las tribus de la provincia de Santa Mara era de los tupes o coyaimas.
En un informe rendido en 1824 por el señor José Manuel Martínez al general José Sardá, gobernador a la sazón de la provincia de Santa Marta, quien requerido por el vicepresidente Santander por los asaltos continuos que hacían los tupes entre Chiriguaná y la ciudad de los Reyes de Valle de Upar, se precisa lo siguiente: “Esta tribu son los tupes o coyaimas que tanto dolor de cabeza le dio a las autoridades coloniales y que obligó al Rey a gastar ingentes sumas de dinero”.
Los colonos y terratenientes blancos borraron de la llanura a los tupes con cacerías y masacres, para robarles las tierras. La última de que se tenga noticia ocurrió hacía 1946, cuando unos habitantes de La Jagua de Ibirico descubrieron una aldehuela tupe metida en la montaña, y con armas de fuego fueron exterminados todo los indígenas sin respetar mujeres y niños. Esa persecución por las tierras llanas, obligó a los sobrevivientes de esta tribu a ampararse en los pliegues altos de Perijá, donde reciben la denominación de yucos, como se ha precisado.
Por Carlos Rodolfo Ortega Montero