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Columnista - 9 febrero, 2017

Sociedad sin miedo, con valor civil

Hace poco leía con un gusto enorme en El Pilón una columna que me llamó la atención, por lo osada, valiente y fresca; con imaginación y audacia. Despertó en mí una cantidad de adjetivos como hace rato no  lo generaba una nota. Me refiero a la columna del joven Carlos César Silva, nuestro amigo de Tlon […]

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Hace poco leía con un gusto enorme en El Pilón una columna que me llamó la atención, por lo osada, valiente y fresca; con imaginación y audacia. Despertó en mí una cantidad de adjetivos como hace rato no  lo generaba una nota. Me refiero a la columna del joven Carlos César Silva, nuestro amigo de Tlon Bar. ‘El cielo de los arrodillados’, publicada el 1 de febrero de 2017.

Los invito a leerla y sobre todo a ponerla en práctica. Desde tribunas como ésta, cada uno de los que nos tomamos el trabajo de escribir, denunciar sobre la corrupción y demás, lo hacemos con absoluta responsabilidad. A veces el miedo nos limita. Nos quedamos cortos, no damos el nombre que cada acto merece; esto se debe al “amiguismo”, perverso además, con los políticos.

Al pavor que genera solo nombrar apellidos de familias “prestantes” que buscan hacerse cada día más ricos y perpetuarse en los gobiernos. Imposible dar nombres, porque estamos “pendientes” de un contrato, o la esperanza misma de un día poder hacer parte de la rosca.

De esto hay muchos elementos que analizar, por ejemplo el periodismo como profesión, con responsabilidad social, pero cuestionada por su actuar. Cuando el manejo de los medios es direccionado en favor o en contra de alguien, suele ser más dañino que la corrupción misma y los malos políticos que abundan en nuestra región. La sociedad para no dejarle la responsabilidad solo a los medios y periodistas, debe hacer un alto y analizar el tema de la corrupción.

Hay mucho por hacer y decir. Despertar del letargo que nos genera el sistema, y ante el mínimo acto de corrupción hacerle pagar al corrupto y a todos sus secuaces. Solo que los entes de control están permeados y envenenados por los corruptos. Ese es otro mal.

El pueblo tiene una herramienta efectiva, el voto, como poder decisivo para escoger lo mejor. Ya está bueno de Gnecco: papá, tíos, hermanos, amigos cercanos. Ya está bueno de congresistas que no generan proyectos de beneficio general. Si Ape Cuello, De la Peña, Cristian Moreno, Chichí Quintero, el senador Gnecco, y por cuatro mesecitos Farut Urrutia, no funcionan, pues que no vuelvan. Chao con ellos.

Si a Luis Alberto Monsalvo le comprueban actos de corrupción en su administración que lo metan preso. Igual a Freddy Socarras. Si vemos que Franco y Tuto no funcionan, propongamos un golpe de opinión. La revocatoria de mandato es el camino. Ellos no llegan al poder a hacernos un favor, es su obligación. Y no tenemos por qué salir a hacerles un monumento cada vez que hacen algo bueno. No, ese es su deber y no hay por qué arrodillarse ante un cielo oscuro; debemos mirar con alegría el cielo de colores que nos merecemos. Si el alcalde o gobernador no sirve, pues que se vayan. Si los concejales y diputados son corruptos esperando solo la marmaja de la coalición, no los elijamos más y procurar que tengan su castigo, por “robarse” el fisco. Sociedad sin miedo, con valor civil. Sólo Eso.

Columnista
9 febrero, 2017

Sociedad sin miedo, con valor civil

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Hace poco leía con un gusto enorme en El Pilón una columna que me llamó la atención, por lo osada, valiente y fresca; con imaginación y audacia. Despertó en mí una cantidad de adjetivos como hace rato no  lo generaba una nota. Me refiero a la columna del joven Carlos César Silva, nuestro amigo de Tlon […]


Hace poco leía con un gusto enorme en El Pilón una columna que me llamó la atención, por lo osada, valiente y fresca; con imaginación y audacia. Despertó en mí una cantidad de adjetivos como hace rato no  lo generaba una nota. Me refiero a la columna del joven Carlos César Silva, nuestro amigo de Tlon Bar. ‘El cielo de los arrodillados’, publicada el 1 de febrero de 2017.

Los invito a leerla y sobre todo a ponerla en práctica. Desde tribunas como ésta, cada uno de los que nos tomamos el trabajo de escribir, denunciar sobre la corrupción y demás, lo hacemos con absoluta responsabilidad. A veces el miedo nos limita. Nos quedamos cortos, no damos el nombre que cada acto merece; esto se debe al “amiguismo”, perverso además, con los políticos.

Al pavor que genera solo nombrar apellidos de familias “prestantes” que buscan hacerse cada día más ricos y perpetuarse en los gobiernos. Imposible dar nombres, porque estamos “pendientes” de un contrato, o la esperanza misma de un día poder hacer parte de la rosca.

De esto hay muchos elementos que analizar, por ejemplo el periodismo como profesión, con responsabilidad social, pero cuestionada por su actuar. Cuando el manejo de los medios es direccionado en favor o en contra de alguien, suele ser más dañino que la corrupción misma y los malos políticos que abundan en nuestra región. La sociedad para no dejarle la responsabilidad solo a los medios y periodistas, debe hacer un alto y analizar el tema de la corrupción.

Hay mucho por hacer y decir. Despertar del letargo que nos genera el sistema, y ante el mínimo acto de corrupción hacerle pagar al corrupto y a todos sus secuaces. Solo que los entes de control están permeados y envenenados por los corruptos. Ese es otro mal.

El pueblo tiene una herramienta efectiva, el voto, como poder decisivo para escoger lo mejor. Ya está bueno de Gnecco: papá, tíos, hermanos, amigos cercanos. Ya está bueno de congresistas que no generan proyectos de beneficio general. Si Ape Cuello, De la Peña, Cristian Moreno, Chichí Quintero, el senador Gnecco, y por cuatro mesecitos Farut Urrutia, no funcionan, pues que no vuelvan. Chao con ellos.

Si a Luis Alberto Monsalvo le comprueban actos de corrupción en su administración que lo metan preso. Igual a Freddy Socarras. Si vemos que Franco y Tuto no funcionan, propongamos un golpe de opinión. La revocatoria de mandato es el camino. Ellos no llegan al poder a hacernos un favor, es su obligación. Y no tenemos por qué salir a hacerles un monumento cada vez que hacen algo bueno. No, ese es su deber y no hay por qué arrodillarse ante un cielo oscuro; debemos mirar con alegría el cielo de colores que nos merecemos. Si el alcalde o gobernador no sirve, pues que se vayan. Si los concejales y diputados son corruptos esperando solo la marmaja de la coalición, no los elijamos más y procurar que tengan su castigo, por “robarse” el fisco. Sociedad sin miedo, con valor civil. Sólo Eso.