Escribo esto, sábado de madrugada, luego de terminar de leer el libro de Umberto Eco, del que escogí el título para esta columna; un tema coyuntural si se tiene en cuenta que el próximo jueves es el día tradicional del periodista. Es un libro profundo, con una crítica acerba al periodismo de hoy, y de […]
Escribo esto, sábado de madrugada, luego de terminar de leer el libro de Umberto Eco, del que escogí el título para esta columna; un tema coyuntural si se tiene en cuenta que el próximo jueves es el día tradicional del periodista. Es un libro profundo, con una crítica acerba al periodismo de hoy, y de siempre creo, y es sabio como su autor.
Colonna, el protagonista, recibe una propuesta, cuando ya ha cumplido cincuenta años, para ser redactor jefe de ‘Domani’ un diario que se adelantará a los acontecimientos sin reparar en el límite que separa la verdad de la mentira y chantajeando a las altas esfera del poder.
Es la triste realidad que está viviendo el periodismo hoy por hoy, es bueno leer Número Cero, considerado, según los críticos, el manual de comunicación de nuestro tiempo, aunque la crítica de los periodistas a Eco ha sido, hasta insultante solo porque toca una realidad irrebatible: que la corrupción permeó, hace muchísimos años, el periodismo mundial.
Es un libro que remueve los entresijos de las distintas maneras cómo la corrupción se ha adueñado de periodistas y medios. Se desarrolla el texto en un diálogo extenso, y destaco una líneas de un comentario del protagonista con la periodista Maia y que toca a nuestra región suramericana, dice Colona: “Buscaremos un país en donde no haya secretos y todos se desarrollen a la luz del sol, entre Centro América y Sudamérica hay un montón. Nada está oculto, se sabe quién pertenece al cartel de la droga, te sientas en un restaurante y pasa alguien, un jefe mafioso de camisa blanca por fuera y le haces reverencia”, periodista reverencioso, ¿qué tal? Y sigue: “Hasta las autoridades le rinden pleitesía, son países sin misterios, todo pasa a la luz del día: la policía pretende o es corrupta, los bancos viven del dinero sucio y los periodistas no tienen reparo en seguir el juego, ellos también se han dejado contagiar por ese modo de vida actual que se asienta en la inmensa plataforma de la corrupción”.
Y es enérgico cuando dice: “Nos estamos acostumbrando tanto a los corruptos, que ya ni conmueven sus historias tanto que las personas decentes están votando por políticos corruptos para que conformen el alma de las naciones: el Parlamento”.
Hasta aquí las apreciaciones de Eco, porque de seguir, como a la gente se le ha dado por no leer bien lo que uno escribe, van a decir que la autora de todo eso fui yo, y no, aunque estoy de acuerdo con el maestro.
Ante todo esto, el Día del Periodista debe festejarse sin tanta rimbombancia, ya es hora de revisar qué tanto nos queda de ética periodística, qué tanto dependemos de una sociedad corrupta, qué tanto hemos dejado atrás el ideal que nos metió a ejercer ya no el oficio más lindo del mundo como dijo Albert Camus (no Gabo) sino el oficio más complejo y delicado. Es muy fácil atravesar la línea entre lo correcto y lo que no está bien; es difícil no caer en el juego de una sociedad que cada día se hunde más en la corrupción.
Volvamos al libro Número Cero, lo recomiendo no solo a los periodistas, también a los buenos lectores; recomiendo a Umberto Eco, grande entre los grandes. Ah, y a los colegas periodistas les deseo un día lleno de buenos propósitos para seamos cada vez mejores.
Escribo esto, sábado de madrugada, luego de terminar de leer el libro de Umberto Eco, del que escogí el título para esta columna; un tema coyuntural si se tiene en cuenta que el próximo jueves es el día tradicional del periodista. Es un libro profundo, con una crítica acerba al periodismo de hoy, y de […]
Escribo esto, sábado de madrugada, luego de terminar de leer el libro de Umberto Eco, del que escogí el título para esta columna; un tema coyuntural si se tiene en cuenta que el próximo jueves es el día tradicional del periodista. Es un libro profundo, con una crítica acerba al periodismo de hoy, y de siempre creo, y es sabio como su autor.
Colonna, el protagonista, recibe una propuesta, cuando ya ha cumplido cincuenta años, para ser redactor jefe de ‘Domani’ un diario que se adelantará a los acontecimientos sin reparar en el límite que separa la verdad de la mentira y chantajeando a las altas esfera del poder.
Es la triste realidad que está viviendo el periodismo hoy por hoy, es bueno leer Número Cero, considerado, según los críticos, el manual de comunicación de nuestro tiempo, aunque la crítica de los periodistas a Eco ha sido, hasta insultante solo porque toca una realidad irrebatible: que la corrupción permeó, hace muchísimos años, el periodismo mundial.
Es un libro que remueve los entresijos de las distintas maneras cómo la corrupción se ha adueñado de periodistas y medios. Se desarrolla el texto en un diálogo extenso, y destaco una líneas de un comentario del protagonista con la periodista Maia y que toca a nuestra región suramericana, dice Colona: “Buscaremos un país en donde no haya secretos y todos se desarrollen a la luz del sol, entre Centro América y Sudamérica hay un montón. Nada está oculto, se sabe quién pertenece al cartel de la droga, te sientas en un restaurante y pasa alguien, un jefe mafioso de camisa blanca por fuera y le haces reverencia”, periodista reverencioso, ¿qué tal? Y sigue: “Hasta las autoridades le rinden pleitesía, son países sin misterios, todo pasa a la luz del día: la policía pretende o es corrupta, los bancos viven del dinero sucio y los periodistas no tienen reparo en seguir el juego, ellos también se han dejado contagiar por ese modo de vida actual que se asienta en la inmensa plataforma de la corrupción”.
Y es enérgico cuando dice: “Nos estamos acostumbrando tanto a los corruptos, que ya ni conmueven sus historias tanto que las personas decentes están votando por políticos corruptos para que conformen el alma de las naciones: el Parlamento”.
Hasta aquí las apreciaciones de Eco, porque de seguir, como a la gente se le ha dado por no leer bien lo que uno escribe, van a decir que la autora de todo eso fui yo, y no, aunque estoy de acuerdo con el maestro.
Ante todo esto, el Día del Periodista debe festejarse sin tanta rimbombancia, ya es hora de revisar qué tanto nos queda de ética periodística, qué tanto dependemos de una sociedad corrupta, qué tanto hemos dejado atrás el ideal que nos metió a ejercer ya no el oficio más lindo del mundo como dijo Albert Camus (no Gabo) sino el oficio más complejo y delicado. Es muy fácil atravesar la línea entre lo correcto y lo que no está bien; es difícil no caer en el juego de una sociedad que cada día se hunde más en la corrupción.
Volvamos al libro Número Cero, lo recomiendo no solo a los periodistas, también a los buenos lectores; recomiendo a Umberto Eco, grande entre los grandes. Ah, y a los colegas periodistas les deseo un día lleno de buenos propósitos para seamos cada vez mejores.