El exministro de Minas y exdirector de la Federación Nacional, Amylkar Acosta, destaca como Colombia ha convertido el turismo en el segundo sector que más divisas le genera a la economía, después del petróleo.
Colombia es un país, además de sui géneris, singular, el más biodiverso del planeta por kilómetro cuadrado, surcada por tres cordilleras, cuenta con todos los pisos térmicos y micro climas; al tiempo que cuenta con desiertos como el de la Tatacoa en el Huila y el de la Alta guajira, posee el mayor número de páramos del mundo. Y qué decir de su ubicación geográfica, que hace de ella lo que llamó López de Mesa ‘la esquina oceánica de América’. Si algo caracteriza a nuestro país y lo distingue en el concierto de naciones es su enorme diversidad étnica, cultural y folclórica, cada una de sus regiones tiene su tipología y sus propios atractivos para propios y extraños, que dejan de serlo apenas se adentran en esa Colombia profunda, en donde sus moradores hacen sentir al visitante como si estuviera en su propia casa.
Y un detalle que llama poderosamente la atención: a Colombia la conocen más y mejor quienes vienen desde el exterior cautivados por embrujo de su realismo mágico, llevado a la literatura por nuestro laureado Nobel García Márquez, que por los nativos de esta tierra de cantores. Esta es de aquellas paradojas subyugantes que nos impiden ser más felices de lo que ya somos.
De Colombia siempre se había dicho que era un diamante en bruto que no había sabido explotar sus potencialidades en materia del turismo receptivo, pero ya eso es cosa del pasado, pues en las últimas dos décadas se ha hecho un esfuerzo sostenido para posicionarse como uno de los mejores destinos. Y a fe que lo ha logrado, con un peso específico en el PIB del 6.1%, con un crecimiento el último año del 6%, ya se codea con otros países con mayor trayectoria, como Tailandia o el Reino Unido y se ha convertido en el segundo generador de divisas después del petróleo, por encima del carbón, el banano y las flores, con US $5.200 millones en el año 2015.
La reflexión obligada que uno se hace es que si Colombia ha sido capaz de desarrollar esta industria sin chimenea con tanto éxito en medio de las precariedades logísticas que sólo se han venido superando en los últimos años, con las limitaciones impuestas por un conflicto armado que ahora estamos superando y la estigmatización que teníamos por cuenta del narcotráfico, de qué no seremos capaces ahora cuando estamos sobreponiéndonos de semejante pesadilla.
A este propósito, es muy diciente que en su reciente edición la prestigiosa revista británica The Economist, al seleccionar a Colombia como El país del año, entre tantos otros nominados, lo justifica diciendo que después “de estar al borde de ser considerado como un Estado fallido ahora, con los años, esto es inconcebible”. Y ello, gracias a lo que no duda en catalogar la revista como el “logro colosal” de alcanzar la paz.
Lo ha dicho la Presidenta de la Asociación de Agencia de Viaje y Turismo (ANATO) Paula Cortés, “lo que viene en el 2017 será maravilloso, sobre todo por la firma de la paz y por las inversiones en infraestructura turística y en vías”. En ello coincide con uno de los más avezados y experimentados operadores turísticos en Colombia, como lo es Jean Clau de Bessudo, quien sostiene que “con la firma de los acuerdos de paz esperamos un crecimiento del turismo receptivo de pasajeros que no sean hombres de negocios, sino personas cuyo propósito principal sea descubrir el territorio nacional”. Sí, porque muchas zonas del país que estaban vedadas para el turismo por la presencia de las guerrillas ahora se abren para explorarlas, conocerlas y disfrutarlas, desde luego con respeto al medio ambiente y a las comunidades aborígenes asentadas en sus confines. Pero nada de esto se dará por generación espontánea, de allí el empeño que ha puesto la Ministra de Comercio, Industria y Turismo (MCIT) María Claudia Lacouture con el fin de potenciar y aprovechar esta ventana de oportunidad.
Desde las regiones se tiene una oferta turística envidiable, para atraer turistas tanto nacionales como extranjeros y el paquete que ofrecen es encantador, pues ofrece atractivos para quienes prefieren la naturaleza y el ecoturismo, el etnoturismo, el avistamiento de aves, el golf, el surfismo, el deporte extremo, el rally, entre otros. Pero, también hacen parte de esta cadena de valor la rica gastronomía con la que se cuenta en las regiones, sus expresiones folclóricas y la proliferación de fiestas, festivales, muchas de ellas consideradas patrimonio inmaterial de la Humanidad como el Carnaval de Barranquilla, el Carnaval de negros y blancos de Pasto e incluso festividades religiosas tan célebres como la Semana Santa en Popayán, la de San Francisco de Asís en Quibdó o la Fiesta Patronal de la Virgen de los Remedios en Riohacha.
Colombia y sus regiones no deben dejar pasar este cuarto de hora tan prometedor por el que pasa sin aprovecharlo, máxime cuando su economía basada en la industria extractiva atraviesa por una de sus mayores crisis, la cual impone la necesidad de su diversificación, para recobrar la dinámica del crecimiento y reducir su vulnerabilidad frente a los factores exógenos que, por ello mismo, escapan a su control. Es lo que se ha dado en llamar la Nueva economía, en la cual el turismo está llamado a ser uno de sus pivotes. Bien dijo Karl Popper que el futuro no está predeterminado, el futuro del turismo en Colombia todos contribuimos a determinarlo, manos a la obra.
Por Amylkar D. Acosta Medina
www.amylkaracosta.net
El exministro de Minas y exdirector de la Federación Nacional, Amylkar Acosta, destaca como Colombia ha convertido el turismo en el segundo sector que más divisas le genera a la economía, después del petróleo.
Colombia es un país, además de sui géneris, singular, el más biodiverso del planeta por kilómetro cuadrado, surcada por tres cordilleras, cuenta con todos los pisos térmicos y micro climas; al tiempo que cuenta con desiertos como el de la Tatacoa en el Huila y el de la Alta guajira, posee el mayor número de páramos del mundo. Y qué decir de su ubicación geográfica, que hace de ella lo que llamó López de Mesa ‘la esquina oceánica de América’. Si algo caracteriza a nuestro país y lo distingue en el concierto de naciones es su enorme diversidad étnica, cultural y folclórica, cada una de sus regiones tiene su tipología y sus propios atractivos para propios y extraños, que dejan de serlo apenas se adentran en esa Colombia profunda, en donde sus moradores hacen sentir al visitante como si estuviera en su propia casa.
Y un detalle que llama poderosamente la atención: a Colombia la conocen más y mejor quienes vienen desde el exterior cautivados por embrujo de su realismo mágico, llevado a la literatura por nuestro laureado Nobel García Márquez, que por los nativos de esta tierra de cantores. Esta es de aquellas paradojas subyugantes que nos impiden ser más felices de lo que ya somos.
De Colombia siempre se había dicho que era un diamante en bruto que no había sabido explotar sus potencialidades en materia del turismo receptivo, pero ya eso es cosa del pasado, pues en las últimas dos décadas se ha hecho un esfuerzo sostenido para posicionarse como uno de los mejores destinos. Y a fe que lo ha logrado, con un peso específico en el PIB del 6.1%, con un crecimiento el último año del 6%, ya se codea con otros países con mayor trayectoria, como Tailandia o el Reino Unido y se ha convertido en el segundo generador de divisas después del petróleo, por encima del carbón, el banano y las flores, con US $5.200 millones en el año 2015.
La reflexión obligada que uno se hace es que si Colombia ha sido capaz de desarrollar esta industria sin chimenea con tanto éxito en medio de las precariedades logísticas que sólo se han venido superando en los últimos años, con las limitaciones impuestas por un conflicto armado que ahora estamos superando y la estigmatización que teníamos por cuenta del narcotráfico, de qué no seremos capaces ahora cuando estamos sobreponiéndonos de semejante pesadilla.
A este propósito, es muy diciente que en su reciente edición la prestigiosa revista británica The Economist, al seleccionar a Colombia como El país del año, entre tantos otros nominados, lo justifica diciendo que después “de estar al borde de ser considerado como un Estado fallido ahora, con los años, esto es inconcebible”. Y ello, gracias a lo que no duda en catalogar la revista como el “logro colosal” de alcanzar la paz.
Lo ha dicho la Presidenta de la Asociación de Agencia de Viaje y Turismo (ANATO) Paula Cortés, “lo que viene en el 2017 será maravilloso, sobre todo por la firma de la paz y por las inversiones en infraestructura turística y en vías”. En ello coincide con uno de los más avezados y experimentados operadores turísticos en Colombia, como lo es Jean Clau de Bessudo, quien sostiene que “con la firma de los acuerdos de paz esperamos un crecimiento del turismo receptivo de pasajeros que no sean hombres de negocios, sino personas cuyo propósito principal sea descubrir el territorio nacional”. Sí, porque muchas zonas del país que estaban vedadas para el turismo por la presencia de las guerrillas ahora se abren para explorarlas, conocerlas y disfrutarlas, desde luego con respeto al medio ambiente y a las comunidades aborígenes asentadas en sus confines. Pero nada de esto se dará por generación espontánea, de allí el empeño que ha puesto la Ministra de Comercio, Industria y Turismo (MCIT) María Claudia Lacouture con el fin de potenciar y aprovechar esta ventana de oportunidad.
Desde las regiones se tiene una oferta turística envidiable, para atraer turistas tanto nacionales como extranjeros y el paquete que ofrecen es encantador, pues ofrece atractivos para quienes prefieren la naturaleza y el ecoturismo, el etnoturismo, el avistamiento de aves, el golf, el surfismo, el deporte extremo, el rally, entre otros. Pero, también hacen parte de esta cadena de valor la rica gastronomía con la que se cuenta en las regiones, sus expresiones folclóricas y la proliferación de fiestas, festivales, muchas de ellas consideradas patrimonio inmaterial de la Humanidad como el Carnaval de Barranquilla, el Carnaval de negros y blancos de Pasto e incluso festividades religiosas tan célebres como la Semana Santa en Popayán, la de San Francisco de Asís en Quibdó o la Fiesta Patronal de la Virgen de los Remedios en Riohacha.
Colombia y sus regiones no deben dejar pasar este cuarto de hora tan prometedor por el que pasa sin aprovecharlo, máxime cuando su economía basada en la industria extractiva atraviesa por una de sus mayores crisis, la cual impone la necesidad de su diversificación, para recobrar la dinámica del crecimiento y reducir su vulnerabilidad frente a los factores exógenos que, por ello mismo, escapan a su control. Es lo que se ha dado en llamar la Nueva economía, en la cual el turismo está llamado a ser uno de sus pivotes. Bien dijo Karl Popper que el futuro no está predeterminado, el futuro del turismo en Colombia todos contribuimos a determinarlo, manos a la obra.
Por Amylkar D. Acosta Medina
www.amylkaracosta.net