Hace dos años conocí a John Jairo Escobar, presidente del festival vallenato de Nocaima, Cundinamarca, quien desde ese entonces me invitó insistentemente a conocer el pueblo del interior que según él ama más al vallenato; el fin de semana pasado me animé a aceptarle la invitación a una parranda nada menos que con Rosendo Romero […]
Hace dos años conocí a John Jairo Escobar, presidente del festival vallenato de Nocaima, Cundinamarca, quien desde ese entonces me invitó insistentemente a conocer el pueblo del interior que según él ama más al vallenato; el fin de semana pasado me animé a aceptarle la invitación a una parranda nada menos que con Rosendo Romero Ospino, el poeta de Villanueva, y debo confesarles que no conocía un pueblo en el interior que profese tanto amor por nuestro folclor, como ese.
Una cosa es decirlo y otra es vivirlo y sentirlo; la forma como la gente de ese pueblito, a escasos 66 kilómetros de Bogotá, con un clima templado excepcional, trata a quienes representamos la musica que ellos adoran. La hospitalidad y el cariño que nos profesan a los vallenatos es algo indescriptible; ahora entiendo por qué decidieron hace tres años hacer un Festival vallenato que bautizaron “Panche de Acordeones”.
Me animé más a visitar a Nocaima cuando me dijeron que tenían una parranda con un invitado de lujo traído de Villanueva, un compositor de los que nosotros en el Valle quisiéramos tener en un cofre de cristal, porque los de mi generación crecimos y nos enamoramos con sus poemas, cantados por Oñate, Diomedes, el Binomio, Silvio Brito, mi pariente y amigo del alma Rosendo Romero.
Me fui para Nocaima con parte de mi familia y hasta mis hijos menores disfrutaron de una velada que creo nunca se les olvidará y que quiero describirles brevemente:
La parranda se llevó a cabo en un establecimiento campestre algo retirado del pueblo; se inició bajo una pertinaz llovizna; el aforo del sitio estaba totalmente colmado; al ingresar se respiraba un ambiente familiar a pesar de que no divisábamos rostros conocidos; se sentía camaradería y confraternidad; fuimos conducidos hasta la mesa principal donde nos esperaban con un gran abrazo el único rey vallenato “cachaco” de la Canción Inédita, German Villa, y el maestro y vallenatólogo Elías Guevara; ya estaba el conjunto de planta en tarima, en el que se notaba que sus integrantes todos eran del interior del país.
Llamaron a la tarima al cantautor invitado Rosendo Romero y allí se inició una parranda inigualable, en la cual los asistentes permanecieron, concentrados en escuchar, vivir y corear sus canciones; la euforia se centraba en cuál era el orden para cantar esos éxitos como ‘Fantasía’, ‘Mi poema’, ‘Noches sin luceros’, ‘Me sobran las palabras’, ‘Cadenas’ y muchas otras; terminó el primer set y un grupo de señores con guayaberas blancas que tenían la leyenda Fundación Panche de Acordeones sirvió un exquisito sancocho trifásico, al final de la noche, y, para cerrar con broche de oro, el Poeta me pidió que cantara con él su inmortal obra ‘Mensaje de Navidad’; así corroboré que Nocaima es el pueblo de Cundinamarca que más ama al vallenato.
Hace dos años conocí a John Jairo Escobar, presidente del festival vallenato de Nocaima, Cundinamarca, quien desde ese entonces me invitó insistentemente a conocer el pueblo del interior que según él ama más al vallenato; el fin de semana pasado me animé a aceptarle la invitación a una parranda nada menos que con Rosendo Romero […]
Hace dos años conocí a John Jairo Escobar, presidente del festival vallenato de Nocaima, Cundinamarca, quien desde ese entonces me invitó insistentemente a conocer el pueblo del interior que según él ama más al vallenato; el fin de semana pasado me animé a aceptarle la invitación a una parranda nada menos que con Rosendo Romero Ospino, el poeta de Villanueva, y debo confesarles que no conocía un pueblo en el interior que profese tanto amor por nuestro folclor, como ese.
Una cosa es decirlo y otra es vivirlo y sentirlo; la forma como la gente de ese pueblito, a escasos 66 kilómetros de Bogotá, con un clima templado excepcional, trata a quienes representamos la musica que ellos adoran. La hospitalidad y el cariño que nos profesan a los vallenatos es algo indescriptible; ahora entiendo por qué decidieron hace tres años hacer un Festival vallenato que bautizaron “Panche de Acordeones”.
Me animé más a visitar a Nocaima cuando me dijeron que tenían una parranda con un invitado de lujo traído de Villanueva, un compositor de los que nosotros en el Valle quisiéramos tener en un cofre de cristal, porque los de mi generación crecimos y nos enamoramos con sus poemas, cantados por Oñate, Diomedes, el Binomio, Silvio Brito, mi pariente y amigo del alma Rosendo Romero.
Me fui para Nocaima con parte de mi familia y hasta mis hijos menores disfrutaron de una velada que creo nunca se les olvidará y que quiero describirles brevemente:
La parranda se llevó a cabo en un establecimiento campestre algo retirado del pueblo; se inició bajo una pertinaz llovizna; el aforo del sitio estaba totalmente colmado; al ingresar se respiraba un ambiente familiar a pesar de que no divisábamos rostros conocidos; se sentía camaradería y confraternidad; fuimos conducidos hasta la mesa principal donde nos esperaban con un gran abrazo el único rey vallenato “cachaco” de la Canción Inédita, German Villa, y el maestro y vallenatólogo Elías Guevara; ya estaba el conjunto de planta en tarima, en el que se notaba que sus integrantes todos eran del interior del país.
Llamaron a la tarima al cantautor invitado Rosendo Romero y allí se inició una parranda inigualable, en la cual los asistentes permanecieron, concentrados en escuchar, vivir y corear sus canciones; la euforia se centraba en cuál era el orden para cantar esos éxitos como ‘Fantasía’, ‘Mi poema’, ‘Noches sin luceros’, ‘Me sobran las palabras’, ‘Cadenas’ y muchas otras; terminó el primer set y un grupo de señores con guayaberas blancas que tenían la leyenda Fundación Panche de Acordeones sirvió un exquisito sancocho trifásico, al final de la noche, y, para cerrar con broche de oro, el Poeta me pidió que cantara con él su inmortal obra ‘Mensaje de Navidad’; así corroboré que Nocaima es el pueblo de Cundinamarca que más ama al vallenato.