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Columnista - 26 junio, 2010

Carta a una prima Querida Ivanna

Por: Julio Mario Celedón Sánchez Querida primita, desde que naciste fuiste la ilusión de la familia, sobre todo de tus primos varones, especialmente de los Celedón y los Ackerman, quienes al igual que tú llevamos orgullosamente el Sánchez  como segundo apellido; te convertiste en nuestra esperanza, no tanto por tu condición femenina, ante la ausencia […]

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Por: Julio Mario Celedón Sánchez
Querida primita, desde que naciste fuiste la ilusión de la familia, sobre todo de tus primos varones, especialmente de los Celedón y los Ackerman, quienes al igual que tú llevamos orgullosamente el Sánchez  como segundo apellido; te convertiste en nuestra esperanza, no tanto por tu condición femenina, ante la ausencia de niñas entre nosotros, sino por tu oportuna llegada, poco tiempo después de la prematura partida de la otra Ivanna, con quien de seguro ya te encontraste.
Por mis ocupaciones y  nuestra diferencia de edades estuvimos un poco distanciados, entre ires y venires, te vi crecer, no tanto nenita, porque a pesar de ser bella como tu mamá, fuiste pequeña en estatura como tu abuelito Augusto, eso nunca nos importó porque tenías tantas, pero tantas cualidades, que hacían ínfima la cuestión de tu tamaño, eras un poco tímida pero siempre te hacías notar con tu alegría y con tus habilidades manuales, haciendo cositas, manillitas, collarcitos para tus compañeras, siempre te mantenías vigente y ocupada, y muy a pesar de tu corta edad fuiste grande, una amiguita excelente y una niña juiciosa.
No niego que todos estamos inconformes, que todos tenemos cierta desazón, por no decir que rabia, pues merecías vivir mucho más, y cómo no?, si apenas estabas comenzando a recorrer el camino, pero quién soy yo para juzgar, mucho menos los designios de nuestro Padre Celestial. Él es quien decide quienes nos vamos primero y quienes quedamos, y solo Él sabe el por qué, pero para algo bueno nos llama, estas pruebas tan difíciles que Dios nos manda, tienen su razón de ser.
Que difícil será acostumbrarnos a no verte más, recuerdo que siempre mi mamá quiso que tu heredaras sus dotes culinarias y de repostería, para ti nunca tuvo secretos y todas las recetas te las daba, sin duda quería dejarte ese legado, no se me olvida ese pasado jueves 17 que te vi por última vez, allá en mi casa materna, precisamente ayudándola a preparar los ‘brownies’ para los grados del Bilingüe, ese medio día también conocí fugazmente a tu amiga Carolina, tu compañera de viaje, ahora recuerdo ese momento como una escena celestial, dos dulces niñas empacando postres, tres generaciones allí reunidas en torno a una mesa familiar, mi querida mamá, tu adorada madre Vicky (mi prima ) y ustedes dos; ávidas de conocimiento, llenas de alegría, radiantes de belleza y juventud, anhelosas de vida, no puedo decir que ese día te vi con vida por última vez, porque para mí aun sigues viva, aun vives en los bonitos recuerdos que tengo en mi corazón y en mi mente, en la imagen de tu papá, mi querido amigo, en la belleza de tu mamá, a quien tanto te parecías, en la sonrisa de tu hermanito, mi primo Augusto, quien  tanto te quiso y te seguirá queriendo, en las palabras de Tío Loncho y de Astrid que nunca te olvidaran; en fin, no tienes cuando desvanecerte de nuestras memorias, tu familia y tus amigos te tendremos siempre presente.
Sé que quieres que te recordemos con alegría, como la niña que siempre vivió feliz al lado de una familia unida, la niña que tuvo la dicha de tener unos padres maravillosos que hicieron lo humanamente posible por complacerte y porque nada te faltara, la niña que fue querida por sus amigos, la muchachita que vi crecer, que me alegró el corazón y de la cual me enorgullezco de decir que era mi primita; la preciosa mujercita que hoy vela por nosotros allá donde todo es luz y paz y en donde sin duda está mucho mejor que aquí, te vamos a extrañar nenita, pero recuerda que un día de estos Dios permitirá que tengamos un feliz reencuentro.

[email protected]

Columnista
26 junio, 2010

Carta a una prima Querida Ivanna

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Por: Julio Mario Celedón Sánchez Querida primita, desde que naciste fuiste la ilusión de la familia, sobre todo de tus primos varones, especialmente de los Celedón y los Ackerman, quienes al igual que tú llevamos orgullosamente el Sánchez  como segundo apellido; te convertiste en nuestra esperanza, no tanto por tu condición femenina, ante la ausencia […]


Por: Julio Mario Celedón Sánchez
Querida primita, desde que naciste fuiste la ilusión de la familia, sobre todo de tus primos varones, especialmente de los Celedón y los Ackerman, quienes al igual que tú llevamos orgullosamente el Sánchez  como segundo apellido; te convertiste en nuestra esperanza, no tanto por tu condición femenina, ante la ausencia de niñas entre nosotros, sino por tu oportuna llegada, poco tiempo después de la prematura partida de la otra Ivanna, con quien de seguro ya te encontraste.
Por mis ocupaciones y  nuestra diferencia de edades estuvimos un poco distanciados, entre ires y venires, te vi crecer, no tanto nenita, porque a pesar de ser bella como tu mamá, fuiste pequeña en estatura como tu abuelito Augusto, eso nunca nos importó porque tenías tantas, pero tantas cualidades, que hacían ínfima la cuestión de tu tamaño, eras un poco tímida pero siempre te hacías notar con tu alegría y con tus habilidades manuales, haciendo cositas, manillitas, collarcitos para tus compañeras, siempre te mantenías vigente y ocupada, y muy a pesar de tu corta edad fuiste grande, una amiguita excelente y una niña juiciosa.
No niego que todos estamos inconformes, que todos tenemos cierta desazón, por no decir que rabia, pues merecías vivir mucho más, y cómo no?, si apenas estabas comenzando a recorrer el camino, pero quién soy yo para juzgar, mucho menos los designios de nuestro Padre Celestial. Él es quien decide quienes nos vamos primero y quienes quedamos, y solo Él sabe el por qué, pero para algo bueno nos llama, estas pruebas tan difíciles que Dios nos manda, tienen su razón de ser.
Que difícil será acostumbrarnos a no verte más, recuerdo que siempre mi mamá quiso que tu heredaras sus dotes culinarias y de repostería, para ti nunca tuvo secretos y todas las recetas te las daba, sin duda quería dejarte ese legado, no se me olvida ese pasado jueves 17 que te vi por última vez, allá en mi casa materna, precisamente ayudándola a preparar los ‘brownies’ para los grados del Bilingüe, ese medio día también conocí fugazmente a tu amiga Carolina, tu compañera de viaje, ahora recuerdo ese momento como una escena celestial, dos dulces niñas empacando postres, tres generaciones allí reunidas en torno a una mesa familiar, mi querida mamá, tu adorada madre Vicky (mi prima ) y ustedes dos; ávidas de conocimiento, llenas de alegría, radiantes de belleza y juventud, anhelosas de vida, no puedo decir que ese día te vi con vida por última vez, porque para mí aun sigues viva, aun vives en los bonitos recuerdos que tengo en mi corazón y en mi mente, en la imagen de tu papá, mi querido amigo, en la belleza de tu mamá, a quien tanto te parecías, en la sonrisa de tu hermanito, mi primo Augusto, quien  tanto te quiso y te seguirá queriendo, en las palabras de Tío Loncho y de Astrid que nunca te olvidaran; en fin, no tienes cuando desvanecerte de nuestras memorias, tu familia y tus amigos te tendremos siempre presente.
Sé que quieres que te recordemos con alegría, como la niña que siempre vivió feliz al lado de una familia unida, la niña que tuvo la dicha de tener unos padres maravillosos que hicieron lo humanamente posible por complacerte y porque nada te faltara, la niña que fue querida por sus amigos, la muchachita que vi crecer, que me alegró el corazón y de la cual me enorgullezco de decir que era mi primita; la preciosa mujercita que hoy vela por nosotros allá donde todo es luz y paz y en donde sin duda está mucho mejor que aquí, te vamos a extrañar nenita, pero recuerda que un día de estos Dios permitirá que tengamos un feliz reencuentro.

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