Cobra gran actualidad el estudio que hicieron las investigadoras Marta Lagos y Lucía Dammert sobre “La Seguridad: El problema principal de América Latina”, presentado en Lima (2012), porque no se vislumbra de parte de la clase dirigente del continente soluciones a la vista. Las tasas de crímenes, asaltos, rasponazos y corrupción rampante son cada día […]
Cobra gran actualidad el estudio que hicieron las investigadoras Marta Lagos y Lucía Dammert sobre “La Seguridad: El problema principal de América Latina”, presentado en Lima (2012), porque no se vislumbra de parte de la clase dirigente del continente soluciones a la vista.
Las tasas de crímenes, asaltos, rasponazos y corrupción rampante son cada día más altos en las ciudades y amenazan en convertirse en temas insostenibles por las mismas autoridades quienes han permitido y patrocinado ese índice desaforado de incertidumbre social, como ocurre en Valledupar.
Mis consejeros periodísticos también comparten la preocupación de las autoras en el sentido de que “América Latina es la más violenta del mundo y también la más desigual”.
Aseguran que “hoy la delincuencia es vista como el problema principal de la región” y surge el interrogante “¿De qué manera afecta esto a la democracia y qué está haciendo la democracia para enfrentar el problema?”
Se comparte la afirmación de que la delincuencia es el problema principal, pero incluyéndole la falta de creatividad, dedicación, honradez y capacidad de trabajo de las autoridades policivas para controlar ese trajinar que deja cada día crímenes, heridos, asaltos y toda clase de fechorías de parte de pandillas y jóvenes que hasta asesinan para comprar un tabaco de marihuana.
Valledupar es una ciudad pequeña, con mucha menos población y necesidades básicas insatisfechas que Río de Janeiro, Bogotá, Caracas, Barranquilla, Lima, Quito, etc., por lo tanto aquí debería haber un control absoluto contra la delincuencia.
Pero vemos a un Alcalde más con ínfulas de protagonismo en cada escenario y a una policía insulsa, incapaz y corrupta rodando por las calles, en vez de aligerar los controles y detener a los delincuentes.
En los últimos treinta días la inseguridad se ha disparado. Los delincuentes ruedan por las calles armados hasta los dientes y llegan a establecimientos públicos a plena luz del día y someten a los clientes.
Pareciera que la delincuencia trabajara con la Policía, porque intranquiliza que los criminales terroristas se paseen en sus motos por las calles, mientras que la gente de bien soporta los insultos, maltratos físicos y verbales de unos policías que se dejan sobornar hasta por un litro de gaseosa. Ya hay denuncias sobre ese tema, pero el comandante está callado, ahora no habla, tampoco vemos al Alcalde Uhía con su comité de aplausos, diciendo qué es lo que verdaderamente pasa en la ciudad.
Está en peligro lo que queda de nuestra democracia porque tres o cuatro criminales terroristas nos tienen acorralados. Ya no estamos seguros ni en una Clínica y muchos menos en una Boutique, en una heladería o en nuestras propias casas y vehículos.
Los estudiantes de la Universidad Popular del Cesar no resisten más atracos, mientras que los policías cuidan al Alcalde, al Gobernador, a los congresistas, a los secretarios, a los directores de institutos y a sus familias. Nosotros estamos inermes, esperando que nos asesinen en cualquier lugar de la ciudad, para robarnos el celular. Por Dios, ¿por qué tanta ignominia contra la gente de bien?
Desde que hicieron un aumento del pie de fuerza y de motocicletas para los uniformados en Valledupar, recientemente, la situación ha empeorado. La gente se queja que la Policía ha mermado su presencia en la ciudad.
Eso sí, uno ve a 10 y 15 policías en las avenidas, en retenes, quitando motos por cualquier cosa; pero por el otro lado los delincuentes haciendo de las suyas.
Si el Comandante de la Policía ya demostró que es incapaz con Valledupar, que lo trasladen rápidamente, a un lugar en donde no haya delincuencia. Hasta la próxima semana.
Cobra gran actualidad el estudio que hicieron las investigadoras Marta Lagos y Lucía Dammert sobre “La Seguridad: El problema principal de América Latina”, presentado en Lima (2012), porque no se vislumbra de parte de la clase dirigente del continente soluciones a la vista. Las tasas de crímenes, asaltos, rasponazos y corrupción rampante son cada día […]
Cobra gran actualidad el estudio que hicieron las investigadoras Marta Lagos y Lucía Dammert sobre “La Seguridad: El problema principal de América Latina”, presentado en Lima (2012), porque no se vislumbra de parte de la clase dirigente del continente soluciones a la vista.
Las tasas de crímenes, asaltos, rasponazos y corrupción rampante son cada día más altos en las ciudades y amenazan en convertirse en temas insostenibles por las mismas autoridades quienes han permitido y patrocinado ese índice desaforado de incertidumbre social, como ocurre en Valledupar.
Mis consejeros periodísticos también comparten la preocupación de las autoras en el sentido de que “América Latina es la más violenta del mundo y también la más desigual”.
Aseguran que “hoy la delincuencia es vista como el problema principal de la región” y surge el interrogante “¿De qué manera afecta esto a la democracia y qué está haciendo la democracia para enfrentar el problema?”
Se comparte la afirmación de que la delincuencia es el problema principal, pero incluyéndole la falta de creatividad, dedicación, honradez y capacidad de trabajo de las autoridades policivas para controlar ese trajinar que deja cada día crímenes, heridos, asaltos y toda clase de fechorías de parte de pandillas y jóvenes que hasta asesinan para comprar un tabaco de marihuana.
Valledupar es una ciudad pequeña, con mucha menos población y necesidades básicas insatisfechas que Río de Janeiro, Bogotá, Caracas, Barranquilla, Lima, Quito, etc., por lo tanto aquí debería haber un control absoluto contra la delincuencia.
Pero vemos a un Alcalde más con ínfulas de protagonismo en cada escenario y a una policía insulsa, incapaz y corrupta rodando por las calles, en vez de aligerar los controles y detener a los delincuentes.
En los últimos treinta días la inseguridad se ha disparado. Los delincuentes ruedan por las calles armados hasta los dientes y llegan a establecimientos públicos a plena luz del día y someten a los clientes.
Pareciera que la delincuencia trabajara con la Policía, porque intranquiliza que los criminales terroristas se paseen en sus motos por las calles, mientras que la gente de bien soporta los insultos, maltratos físicos y verbales de unos policías que se dejan sobornar hasta por un litro de gaseosa. Ya hay denuncias sobre ese tema, pero el comandante está callado, ahora no habla, tampoco vemos al Alcalde Uhía con su comité de aplausos, diciendo qué es lo que verdaderamente pasa en la ciudad.
Está en peligro lo que queda de nuestra democracia porque tres o cuatro criminales terroristas nos tienen acorralados. Ya no estamos seguros ni en una Clínica y muchos menos en una Boutique, en una heladería o en nuestras propias casas y vehículos.
Los estudiantes de la Universidad Popular del Cesar no resisten más atracos, mientras que los policías cuidan al Alcalde, al Gobernador, a los congresistas, a los secretarios, a los directores de institutos y a sus familias. Nosotros estamos inermes, esperando que nos asesinen en cualquier lugar de la ciudad, para robarnos el celular. Por Dios, ¿por qué tanta ignominia contra la gente de bien?
Desde que hicieron un aumento del pie de fuerza y de motocicletas para los uniformados en Valledupar, recientemente, la situación ha empeorado. La gente se queja que la Policía ha mermado su presencia en la ciudad.
Eso sí, uno ve a 10 y 15 policías en las avenidas, en retenes, quitando motos por cualquier cosa; pero por el otro lado los delincuentes haciendo de las suyas.
Si el Comandante de la Policía ya demostró que es incapaz con Valledupar, que lo trasladen rápidamente, a un lugar en donde no haya delincuencia. Hasta la próxima semana.